Es inusual ver nevar en una tarde de primavera europea. Sin embargo, nevó sobre el Allianz Arena de Múnich, presagiando una noche que quedará grabada en la retina de todos los amantes del fútbol. Se reeditaba la final del año pasado de la competición más importante a nivel de clubes del mundo, esta vez en cuartos de final. El Bayern Múnich, el vigente campeón de Europa, recibía al Paris Saint-Germain de los poderosos Jeques Cataríes, que siguen empeñados en la conquista de Europa.

Las casas de apuestas (que solo en Colombia generan ingresos anuales de 1400 MUSD) daban por favorito al conjunto alemán. El equipo de Hans-Dieter Flick lidera en su liga con un arrollador juego de conjunto, que genera muchas ocasiones de gol y avasalla a sus rivales. Tienen un conjunto lleno de jugadores de muy buen pie como Kimmich, Goretzka, Davies y Müller, que se entienden a la perfección en la cancha y que generan mucho fútbol. Y por delante de todos ellos normalmente cuentan con el mejor 9 que existe en la actualidad en el mundo: Robert Lewandowski. Esta semana ausente por lesión con su selección. Ausencia que sin duda alguna equilibró la Balanza. 

Por el lado del retador, venía de eliminar al Barcelona de Messi, con más sombras que luces si se hace el balance entre los partidos de ida y vuelta. El equipo que ha armado Pochetino a veces carece de iniciativa, y se ha dejado muchos puntos en la lucha por la liga francesa. Pero parece estar determinado a dejarlo el todo por el todo por el sueño continental.

Sus armas no recaen sobre el juego colectivo, claramente diezmado por las ausencias de Veratti y Paredes. Sus armas recaen en el talento individual de Keylor Navas en el arco, que en modo Champions es el mejor arquero del mundo. Recae sobre la solidez defensiva que da Marquinhos su capitán, y recae sobre todas las cosas, en el talento superlativo de Neymar y Mbappé. Kyllian saltó a la cancha también pensando en su lucha personal: ya hizo historia ganando la Copa del Mundo con menos de 20 años, a lo Pelé, pero sabe que para ser indiscutiblemente el mejor del mundo, debe ganar la Champions League. 

Arranca el partido, y al minuto 4 le queda una mano a mano con Neuer después de una conducción impecable de Neymar. Definió con toda la furia, y el arquero esperando el remate cruzado, terminó empujándola de rebote: 0-1. 

Sorprendía al mundo el PSG, y el partido cobró un ritmo frenético. Los alemanes reanudaron el juego con la determinación de buscar el empate. Y si no fuera por Keylor Navas, seguramente otra sería la historia. Tuvo el PSG el segundo en los pies de Draxler, que terminó siendo anulado por un fuera de juego milimétrico. Dentro de todo el embate teutón, Neymar pudo colar un pase quirúrgico a los pies de Marquinhos, que terminó definiendo correctamente en el mano a mano: 0-2. 

El Bayern tuvo la posesión de la pelota, creó la mayoría de oportunidades, y como equipo colectivo se le vio un funcionamiento mucho mejor. Pero las individualidades del PSG terminaron dándole la ventaja. Luego se lesionó Marquinhos, y Pochetino al no tener un recambio natural tuvo que improvisar a Pereira como central. Enseguida vino el descuento de Choupo-Moting que cabeceó solo en el área, y a partir de ahí volvió el dominio alemán y el sufrimiento francés. Fue hasta el minuto 60 que Müller pudo empatar la serie, nuevamente de cabeza, aprovechando la ausencia del capitán rival en el área. 2-2, y todavía quedaba bastante por jugar. 

Corría el minuto 67, Di María tira una pelota en profundidad para Mbappé, que encuentra el espacio para entrar al área, amaga, sopesa sus posibilidades, amaga, recorta, mira, amaga. La defensa lo espera, agazapada. El tiempo se detiene. De la nada saca un remate a donde nadie lo esperaba, dejando a Neuer congelado a contrapierna y decretando el 2-3 final. 

La mayoría de las veces la lógica nos indica que el juego colectivo eventualmente se termina imponiendo al juego individual. Pero existen jugadores con una estrella tan grande que son capaces de desafiar ese tipo de lógicas, y nos hacen recordar que la magia en el fútbol existe. Y que, si se es lo suficientemente talentoso, se le puede ganar al todopoderoso Bayern de Múnich. Parece ser que Kyllian es de uno de esos enviados que desafía toda lógica, con la magia que desbordan sus pies. 

Sin embargo, aún queda la vuelta. Y en los próximos 90 minutos realmente nos daremos cuenta, si el talento individual puede sobreponerse al talento colectivo. Por lo pronto, las pretensiones del joven parisino de llevar a su equipo a la conquista de Europa, son totalmente serias. 

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