[…] para corregir las injusticias cometidas por los árbitros, que eran el pan de cada día y manchaban el deporte más bello del mundo. Estábamos equivocados.

El VAR consiste en un salón adicional tipo estudio de televisión, con decenas de cámaras y un equipo de 4 árbitros dentro de la sala, que mantienen comunicación directa con el campo de juego. Están ahí para intervenir directamente cuando lo consideren necesario, avalando jugadas críticas tales como como penales, agresiones con o sin balón, fueras de juego, manos y goles anulados. 

El VAR debutó en el Mundial de Clubes del 2016, en aquel recordado partido entre Kashima Antlers y Atlético Nacional, y de ahí hasta el Mundial de Rusia 2018, recorrió un largo camino para poder ser aplicada en las principales ligas del mundo, a pesar del recordado reclamo del marroquí Nordin Amrabat, que ante todas las cámaras del mundo gesticuló: “VAR is bullshit”. Y el tiempo le daría la razón. 

En estos últimos años la aplicación del VAR ha dejado más dudas que certezas entre los aficionados al fútbol. Pero el problema no es la tecnología, el problema es quienes la manejan. Pareciera que la asistencia por video a veces se hace la de la vista gorda con algunas jugadas, o que solo interviene cuando ella lo considera preciso. Pareciera que tuviera una identidad propia, y que en algunas ocasiones responde a intereses particulares. 

En la Copa América de 2019, Lionel Messi, una de las figuras más importantes del fútbol contemporáneo, estalló contra el VAR después de su eliminación contra Brasil: “En esta copa se cansaron de cobrar boludeces, y esta vez no fueron nunca al VAR, una cosa increíble”. Todavía se ven los hilos de la corrupción en el deporte.

El problema principal radica en que las normas del fútbol requieren cierto nivel de interpretación, y no va a haber cámaras ni tecnología en el mundo que puedan achicar la brecha entre lo observado y lo aplicado. La norma estipulaba inicialmente que las manos en el área para que fueran consideradas penal tendrían que ser intencionales, pero la intencionalidad es difícil de determinar. La respuesta será diferente dependiendo del árbitro, y ahí es donde entran las subjetividades y los intereses externos. 

Para solucionar esto se generó una recomendación (derogada recientemente) en la que toda mano en el área debía ser considerada penal. Esto dio lugar a un montón de penales inevitables (pelotudos, como diría Lionel) que eran realmente ilógicos. Si toda mano en el área es penal, sin intención o no, entonces no debería pasar mucho tiempo para que a algún rival se le ocurra buscar las manos rivales mientras ataca. Es inaudito. 

Pero realmente lo que más molesta del VAR es que está exponiendo el doble rasero del deporte. ¿Por qué unas manos si son consideradas y otras no? ¿Porqué para unos si hay offsides milimétricos y para otros no? ¿Realmente qué ventaja deportiva saca un jugador en una jugada de ataque por estar posicionado 1,53 centímetros por delante de una línea dibujada por computadora? Y esto pasa en la Premier League, pasa en la Serie A, pasa en la Liga Española y pasa también en nuestro devaluado Torneo Betplay. 

Para bien o para mal, el bendito VAR llegó para quedarse. Pero esa sala de estudio adicional no pareciera que realmente está ayudando a combatir las injusticias del deporte. Puede que ahora no tengamos más una “Mano de Dios”, o que se puedan sancionar agresiones sin balón que de pronto no hayan visto los árbitros de cancha. Pero no parece esta la cura mágica que nos vendió la FIFA para volver de repente al fútbol un deporte más justo. La vida no es justa, y el fútbol tampoco. Y mientras siga existiendo espacio para la interpretación, seguirá habiendo espacio para la injusticia. Parece ser que vamos a tener que convivir con esta realidad, y seguir jugando. 

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