La primera gran estrella de este deporte es un claro ejemplo de este estereotipo social. Pelé nació en medio de una pobreza brutal, en la que a duras penas comía, limpiaba zapatos para sobrevivir, y nunca tuvo la oportunidad de terminar su escuela. Después cuando pudo, tampoco se interesó mucho, y hoy a sus 79 años dirá ya para qué.  Las otras grandes figuras del fútbol que le siguieron después, como Diego Maradona, Lionel Messi, Neymar y Cristiano Ronaldo (entre muchos otros) tuvieron decisiones parecidas y ni siquiera alcanzaron a terminar la secundaria.

Este fenómeno se presenta por la urgencia de brillar y concentrar en el deporte a los jugadores desde jóvenes. Es cierto que hoy en día pocas cosas han cambiado, y aunque algunos realizan estudios, tienen empresas e inversiones importantes, la mayoría siguen su camino natural, ese mismo de “o ‘Rei’” o el ’Diego’ que prefirieron ganarse la vida como futbolistas, sin importar el mundo que deben seguir el resto de los mortales, todos aquellos que no nacieron con el don innato de patear la pelota.

Con el pasar de los años, algunos futbolistas han buscado la forma de sobresalir en otros aspectos diferentes al fútbol, y poco a poco han ido desafiando al estereotipo. Andrés Iniesta, Giorgio Chiellini, James Rodríguez, Dennis Bergkamp, Gerard Piqué entre otros, han sido laureados en sus estudios, e incluso algunos ya tienen doctorados en su carrera. Si bien no intervienen en decisiones radicales, por lo menos tienen una formación adicional que les permite contribuir desde otras facetas a la sociedad.

Hace poco salió la historia de Manu Sánchez, un exjugador del Elche que acaba de ascender a la Primera División española y que prefirió ser policía. Lo que sería el sueño para cualquier joven, de jugar en las primeras categorías, para él fue solo un camino mientras recorría su verdadero objetivo.

Este complemento cada vez está funcionando mejor, ya que los deportistas comienzan a entrar en otros sectores, y generan mayor relevancia en los lugares donde habitan. El jugador de fútbol se ha dado cuenta de toda la fuerza de cambio que tiene en sus manos. George Weah es presidente de su país, Liberia, una república africana formada por antiguos esclavos libres americanos. Didier Drogba, por su parte, es candidato a presidente de su federación y ha hecho muchísimas cosas por Costa de Marfil, nada más y nada menos que parar una guerra civil.

Drogba considera al futbolista como algo más que un simple deportista. Ubica al jugador como la extensión de una sociedad, como una parte que no debe estar ajena a los conflictos que aquejan a su respectiva nación y al mundo en general: «No somos políticos, pero la gente quiere que seamos el altavoz de sus peticiones».

Pero aterrizamos a Colombia y nos damos cuenta de la poca intervención en temas decisivos para el país. Los futbolistas colombianos salen con el enfoque de hacer dinero para vivir bien y ya, pero no alcanzan a dimensionar la importancia de su imagen y todo lo que podrían cambiar si intervinieran en pos del país. Es que el fútbol es más importante si a través de él podemos impactar a la sociedad de forma positiva. Nuestra nación lo pide a gritos. Que los referentes comiencen a participar activamente, y rompan el estereotipo. Demuestren que el futbolista no solo sirve para patear la pelota.

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