[…] Ya sea desde el plano político, como social, económico y hasta biológico y natural: la vida nuestra es extremadamente frágil. Fruto de aquella fragilidad expuesta, algunos conocimos el miedo por primera vez, nuestro corazón se arrugó como nunca antes por la incertidumbre del día a día, y perdimos el contacto con los seres que más amamos. Algunos, producto de este caldo de cultivo hostil, y de otros factores agregados, tuvimos la desgracia de conocer el desagradable rostro de las enfermedades mentales. Es un hecho del que no se puede escapar, la pandemia exacerbó a niveles exorbitantes visto el diagnóstico de entidades como la depresión, el pánico y la ansiedad generalizada, los centros de apoyo y diagnóstico fueron rebosados en su capacidad, mientras muchos intentábamos encontrar un sentido para levantarnos de la cama y hallarle sentido a la vida en ese nuevo universo distópico. Pero no todo puede ser tan oscuro.

Para aquellas sociedades que no sean sordas de nacimiento, tal vez aquella última sea la mejor lección para recoger en medio de los escombros, la lección que nos supo señalar, más tarde que temprano, que las enfermedades de salud mental no son un juego, son un enemigo silencioso que perfectamente, a la luz de las estadísticas, podrían considerarse otra gran epidemia, si esta palabra sirve de algo para ayudar a tomar conciencia.

La prevalencia de enfermedades como la depresión en la población general puede abarcar el 5 % de la población general, y en países como Colombia el riesgo de padecerla al menos una vez durante la vida puede llegar a ser del 12%, dato aún más alarmante cuando se encuentra que alrededor del 90 % de quienes la padecen no acuden nunca a consulta médica, pues el estigma es grande y agobiante para quienes lo sufren.

El conjunto de enfermedades que engloban a las depresiones se caracteriza típicamente por manifestaciones de un estado de ánimo deprimido, pérdida del disfrute por las actividades cotidianas, incluso las más placenteras, sensación de minusvalía y, en los casos más severos, ideación suicida. A la luz de los avances médicos y tecnológicos de hoy, hemos podido determinar algunas de sus causas genéticas, bioquímicas y estructurales; conocemos algunos de los cambios que experimenta un cerebro en depresión, así como sus partes críticamente más enfermas, existen centenares de análisis y metaanálisis que valoran, a la luz de la evidencia, los mejores tratamientos disponibles para tratar aquellas afecciones que antes se creían del alma. Es una enfermedad tan real y tangible como el Covid o la diabetes.

El fútbol, por supuesto, como una gran muestra representativa de nuestra sociedad, no puede escaparse tampoco de la fría precisión de la estadística. La depresión es, por tanto, al menos tan prevalente en futbolistas de élite como en la población general, con un agravante que no puede ser pasado por alto: la presión de la fama y el éxito, y una vida constantemente expuesta a la luz de los reflectores. Para las personas susceptibles, estos factores ambientales (que también pueden provenir de relaciones familiares, traumas, conflictos de pareja, estrés social o laboral, etc.) se convierten entonces en elementos desencadenantes que los ponen en riesgo de caer en depresión, y de ahí el estigma y la presión por el desempeño se encargan de hacer el resto. 

Gianluigi Buffon, portero multicampeón de la Juventus de Turín y de la Selección Italiana, se atrevió a revelar hace un par de años su lucha con la depresión en el año 2004 con tan solo 26 años. En diversos medios fue revelando cómo poco a poco perdería el deseo de incluso levantarse de la cama, justo en un punto altísimo de su carrera. “Sentía un agujero negro en el alma” diría en su libro autobiográfico titulado ‘Número 1’. Ni la fama, ni el éxito ni el dinero podían detener esa espiral oscura que lo arrastraba hasta el fondo, pues sentía que la rutina del fútbol lo estaba convirtiendo en un robot. Con ayuda de su psicóloga lograría salir adelante, y entendería que, más allá de la fama y el éxito, no era nada más que un hombre normal, con miedos y fantasmas como cualquier otro mortal.

En el año 2009, sin embargo, el portero de la selección alemana Robert Enke no contaría con la misma suerte de su colega italiano. Hijo de un prestigioso psicoterapeuta alemán, Robert probaría el amargo trago de la depresión desde temprana edad, constantemente entraba en pánico y sentía temores de no estar a la altura de sus deberes como portero. Ni el éxito rotundo a nivel internacional mitigaba su conflicto interno, pues quien sufre de trastornos de ánimo puede llegar a veces a distorsionar su propia realidad de formas completamente incomprensibles para sus cercanos: de nada sirve que te digan que todo está bien y que la vida es hermosa. Su enfermedad crónica, agravada por varios golpes de la vida, entre ellos la muerte de su hija en 2006, terminarían por llevarlo al suicidio el 10 de noviembre de 2009. Su esposa revelaría tras su muerte los terribles esfuerzos que Robert hacía para disimular su enfermedad, no podía contárselo a nadie por miedo a ser juzgado y siempre intentaba dibujar una falsa sonrisa que tapara su abismo interior. El estigma social cobraba de nuevo una víctima indefensa.

Estos dos pequeños relatos, además de ser un respetuoso homenaje a la vida de sus actores, sirve para presentar varios de los puntos centrales del presente documento. En primer lugar, todos los seres humanos somos igualmente vulnerables, tenemos miedos y angustias profundas, no importa en qué estrato social o situación particular te encuentres, la depresión puede atacar a cualquiera en el momento menos esperado. Segundo y más importante: la depresión es una enfermedad crónica, que requiere tratamiento especializado y apoyo profesional; aún nos queda un gran trabajo como sociedad para entender que la salud mental debe ser igualmente cultivada y cuidada como se cuida y se cultiva el cuerpo o la figura, no hay contexto en el que ésta pueda ser menos importante. 

Si alguno de quien lee estas líneas se identifica en algún grado con lo que se menciona aquí, ruego que busque la ayuda pertinente y especializada, pues una ayuda rápida y oportuna puede hacer la diferencia. Por un 2021 sin más estigmas de salud mental.

Si necesita una línea amiga para hablar de cualquiera de estos problemas puede consultar en el directorio del Ministerio de Salud cual es el número de la línea amiga que corresponda a su ciudad.

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.