Esta historia empieza en el año 1971, y la idea preponderante de juego en la Argentina eran los equipos aguerridos en la marca, con acento en lo táctico y en la mecánica colectiva por sobre el buen juego. Atrás habían quedado el River de Labruna y la selección de los carasucias de 1950.

A aquella identidad de juego la conocieron como ‘La Nuestra’, pero de aquella ya no quedaba tanto. Los referentes del juego eran el Estudiantes de Zubeldía o el Racing de Pizzutti. Y los jugadores referencia eran soldados de la talla de Rattin o Bilardo. Los valores de disciplina, orden y sacrificio que impuso la dictadura militar durante los años 60 también influyeron en esa reinterpretación del juego.

Dentro de este contexto emerge un joven César Luis Menotti, quien apenas era un novato de 35 años y era asistente técnico en Newell’s All Boys de Rosario.  Luis Seijo, presidente de Huracán de Parque Patricios, fue a buscarlo para ofrecerle la dirección técnica de un club modesto, de un barrio trabajador y de tradición tanguera en Buenos Aires. Huracán había tenido varias glorias durante la época amateur, pero llevaba 45 años sin salir campeón, y era hora de apostar por algo diferente. 

Una vez llegó el ‘Flaco’ al banco del Tomás Ducó, empezó a gestar su revolución  con el mantra de las tres G: “Ganar, Gustar y Golear”. Tenía claro que ese era el fútbol que le gustaba, y el fútbol que practicaran sus dirigidos. Quería devolver lo impensado, lo atractivo, lo artístico. Quería que su plantel tuviera libertad dentro del campo de juego. Con una nómina modesta empezó a armar las bases de un equipo campeón. 

El esquema no fue revolucionario, sino más bien todo lo contrario. Formaba con un 4-3-3 a la holandesa, con Roganti en el arco. La línea de 4 en el fondo tenía la experiencia del ‘Coco’ Basile (ya veterano campeón del mundo con Racing) y de Buglione. Carrascos y Chabay eran los laterales de aquel equipo. De volante 5 de contención estaba Francisco ‘Fatiga’ Russo y más adelante tenía a Miguel Brindisi de 8 y Babington de 10. Aunque en el desarrollo del juego, Babington jugaba más de trecuartista, mientras Brindisi estaba más retrasado como volante. La delantera la conformaban Larossa (11) por la izquierda, Avallay de 9 de área, y con el número 7 el Loco Houseman, pegado a la banda derecha. 

El ‘Loco’ René Houseman merece mención aparte, debido a que era la ficha de desequilibro que tenía el Huracán de Menotti, y fue la última ficha en incorporarse al plantel. Antes de Huracán se sabía poco y nada de él, había marcado 16 goles en la C con Defensores de Belgrano, y que fue pedido explícito de César Luis. Cuando lo llegaron entrar a la práctica, a aquel flaco huesudo con ojos saltones, aspecto desordenado y pelo arremolinado de la calle, los demás jugadores se preguntaron “¿A ese villero fue el que mandó a pedir el ‘Flaco’?” Pero enseguida René los silenció a todos con sus gambetas endemoniadas. Houseman jugaba con la alegría que se juega en los potreros, con la irreverencia y la rebeldía de la calle. Encajó a la perfección en el equipo. 

Houseman fue la guinda en ese Huracán de 1973, que fue campeón del torneo Metropolitano con practicando un juego ofensivo, fluido, solidario, rebelde y armonioso. Este equipo no fue uno de los más campeones del fútbol argentino, sin embargo queda grabado en la historia por su excelente juego y por la holgura con la que le ganaba a sus rivales. Es muy conocida la anécdota del partido debut del torneo, cuando el técnico de Argentinos Juniors, Don Victorio Spinetto, se acercó al vestuario visitante para felicitar a sus rivales por su excelente nivel de juego (en ese partido terminaron ganando 6-1). O también en el Gigante de Arroyito toda la hinchada de Rosario Central los aplaudió de pie, después que marcaran 0-3 en un partido casi perfecto. Terminaron ganando por 0-5. 

Después de la primera ronda Huracán bajó un poco el ritmo, debido a que muchos de sus jugadores fueron convocados para las eliminatorias sudamericanas para el mundial 1974. Sin embargo, pudo defender la ventaja conseguida en la primera ronda, y terminó quedándose con el campeonato a falta de dos fechas. Perdieron por 2-1 contra Gimnasia y Esgrima de la Plata, pero Boca, su escolta, había perdido contra Velez en Liniers, por lo que matemáticamente se consagraron campeones aquel 16 de septiembre de 1973. 

En Parque Patricios, en Pompeya y en Villa Soldati estalló una fiesta sin fin, ya que como se había mencionado anteriormente, el equipo llevaba 45 años sin salir campeón. El poeta Osvaldo Ardizzone escribió en su momento para el Gráfico:

“Es la explosión del postergado. El rechifle de una mishiadura que lleva medio siglo de proletaria resignación. Y, ahora, este domingo 16 de septiembre del año 1973. Domingo de Huracán. Domingo del Viejo Parque. De la Pompeya laburante. De la ilustre estirpe ciruja. De la lata y la madera de los caseríos de Soldati… Que, al cabo, ese Globo tantos años aprisionado en tantas manos temblorosas se hizo definitivamente pájaro… ¡Huracán campeón! Centenares de globos en la tarde… Centenares de sueños… De abuelos, de muchachas, de pibes, de señoras, de pibes más pibes… De todo un barrio, con pintoresco y emotivo color de barrio… “¡Que el sol sale para todos! / Y también saldrá para el Globo”, como en esperanzada inspiración del poeta popular que germinó en el rincón más mistongo de las calles del Viejo Parque o de la Pompeya de Homero Manzi… “Que el sol también saldrá para el Globo”.

Aquel día, el ‘Flaco’ Menotti declaró: “No se trata de un fútbol u otro, sino que con honestidad hay que respetar las convicciones. Yo tengo una convicción y la voy a defender a muerte. Éste es el fútbol de Huracán; éste es el fútbol que quise siempre; éste es el fútbol que quiero para mi país” Poco tiempo después asumiría la dirección técnica de la Selección Argentina, que a la postre sería campeona del mundo en 1978 con René Houseman en el plantel. El Loco se convirtió en uno de los ídolos más grandes de la historia de Huracán, club de sus amores que lo bancó en las peores horas, e inclusive lo ayudó a superar su problema de alcoholismo, lo cual habla también de los valores de la institución. 

La historia nos enseña que las visiones preponderantes en el fútbol son cambiantes, existen campeones que apelan a la disciplina táctica y al sacrificio para lograr sus objetivos, pero de vez en cuando, existen poetas subversivos como el flaco Menotti, que nos recuerdan que también es posible ganar con poco, apelando al buen juego, a la libertad, a la rebeldía y a la defensa de las convicciones. Tal vez por eso este equipo representa tanto, no solo para Parque Patricios, sino para todos los amantes del fútbol bien jugado. Ese que cada día es más escaso. 

Columnas anteriores

La depresión no discrimina

The Best

Se busca DT

La generación iracunda

La salida de Queiroz es cuestión de tiempo

Por la sangre de Abdón

La salud de Maradona

Sentido pésame

Limitaciones

La murga de los del sur

El fútbol: un nuevo modelo de negocio

Ronaldinho y el pasaporte falso

Estereotipos

De fútbol, sociedad y cultura: una breve historia

James Rodríguez: el éxito es relativo

Robert Enke y el partido que nunca pudo ganar

Calciopoli

Pronto llegará el día de mi suerte…

Antonio Rattín y el origen de las tarjetas en el fútbol

La ‘araña negra’ de la portería: crónicas de dolor y gloria

La patada de la muerte

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.