
El orden natural de la vida indica que son los hijos los que deben enterrar a sus padres. Cuando ocurre lo contrario, se percibe una sensación contra natura, por lo que resulta extremadamente doloroso. Y es más penoso cuando la pérdida del hijo es violenta. El pesar se vuelve colectivo porque se activa el sentido de humanidad, de solidaridad con el afligido padre que sobrevive a la víctima. Se trata de un duelo diferente, como el que está atravesando Miguel Uribe Londoño por el asesinato de su hijo, el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay.
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Pero el caso de Uribe Londoño también resulta ‘contra natura’ en el mundo de la política colombiana, en el que, por una malentendida (y extendida) tradición, son los hijos los que heredan o reciben las banderas políticas de sus padres cuando estos se apartan de la política (incluso también por homicidio). A esos herederos se les conoce como delfines, un término que alude al título de ‘Delfín’ que se daba al hijo legítimo del monarca reinante como heredero al trono de Francia. Hoy Uribe Londoño es un caso atípico de delfinazgo.
En Colombia, con contadas excepciones, los presidentes de la República han provenido de familias tradicionales que han constituido una suerte de linajes o abolengos. Hijos, nietos o incluso bisnietos de jefes de Estado o de políticos han llegado al poder impulsados por la fama (o por la maquinaria) de sus padres, abuelos o bisabuelos. La transmisión de poder es tan fuerte que se ha extendido incluso a otros ámbitos de la vida nacional como la rama Legislativa (senadores y representantes a la Cámara ‘heredan’ sus curules a hijos o familiares), la Ejecutiva (lo mismo ocurre con alcaldes y gobernadores) y la Judicial (hijos de magistrados, jueces y fiscales resultan ‘heredando’ ese poder).




Los delfines políticos en Colombia
En el ámbito de la política, a finales del siglo XIX y principios del XX, en el periodo de hegemonía conservadora, el país no se pudo sacudir de los delfines que llevaban lo apellidos Holguín, Caro, Ospina, Restrepo y Núñez. Una investigación “de senadores de izquierda” citada por BBC sin mayores detalles reportó que, hasta 2018, en 200 años de historia los colombianos habían sido gobernados por tan solo 40 familias. Eso explica, entre otras razones, el triunfo de un político como Gustavo Petro.
Solo en unas elecciones presidenciales, las de 1974, participaron tres delfines, cerrándoles las posibilidades a otras candidaturas: Alfonso López Michelsen, hijo del expresidente Alfonso López Pumarejo; Álvaro Gómez Hurtado, hijo del expresidente Laureano Gómez, y María Eugenia Rojas, hija del dictador Gustavo Rojas Pinilla. También llegaron a la presidencia de Colombia Mariano Ospina Hernández, hijo de Mariano Ospina Pérez; Andrés Pastrana, hijo del expresidente Misael Pastrana Borrero; Juan Manuel Santos, cuyo tío abuelo fue el expresidente Eduardo Santos; e Iván Duque, hijo de Iván Duque Escobar, que fue ministro de Minas de Belisario Betancourt, gobernador de Antioquia y alcalde de Medellín.
Hoy están los casos de delfinazgo de Juan Manuel Galán Pachón, hijo del candidato presidencial Luis Carlos Galán, asesinado en plena campaña electoral en 1989, y del senador de izquierda Iván Cepeda Castro, que acaba de lanzarse como precandidato presidencial del Pacto Histórico, cuyo padre, Manuel Cepeda Vargas, senador por la Unión Patriótica, también fue asesinado dentro del llamado ‘Golpe de gracia’, un plan para terminar con los pocos dirigentes que quedaban de ese partido en los años 90.
Galán Pachón y Cepeda Castro, sin embargo, han rechazado que se les encasille como delfines o herederos del poder. El primero dijo, citado por la periodista Olga Behar en una columna en The Washington Post: “Más que delfines, somos huérfanos de una esperanza que fue asesinada, la esperanza de toda una generación de colombianos que se sentía interpretada por Luis Carlos Galán”; y el segundo afirmó en el mismo espacio: “No es automático poder abrirse paso cuando se proviene de un hogar en el cual padre y madre han sido objeto de persecuciones intensas, que incluso han llevado al asesinato. Aquí lo que hay son hijos e hijas de procesos de resistencia y de lucha, por vencer la impunidad y construir una alternativa”.
Seguramente, ese concepto de Cepeda también cubra en la izquierda a la senadora María José Pizarro, hija del excomandante del M-19 y candidato presidencial asesinado Carlos Pizarro, que es precandidata del Pacto Histórico. Por el centro aparece Mauricio Lizcano, hijo del excongresista Óscar Tulio Lizcano, mientras que en el derechista Centro Democrático el mismo Miguel Uribe Turbay era considerado un delfín por haber sido nieto del expresidente Julio César Turbay Ayala. La senadora Paloma Valencia tiene la misma condición ya que su abuelo fue el expresidente Guillermo León Valencia.
Behar también consultó a Diego Martínez Lloreda, director de información del diario El País, de Cali, quien dio una explicación tan simple como pragmática a esa modalidad antigua y tradicional del delfinazgo, que además considera lógica: “Es natural que el hijo de un médico quiera seguir la medicina, el hijo de un abogado quiera ser un abogado; me parece que esto tiene de suyo algo de lógica”. Pero, precisamente por eso, el de Miguel Uribe Londoño resulta ser uno de esos casos raros en la política colombiana porque no es ‘natural’ que un padre quiera seguir los pasos de su hijo, que un padre sea el que recoja las banderas de su vástago asesinado.
Miguel Uribe Londoño, nuevo precandidato del uribismo
Ahora, Uribe Londoño será el quinto precandidato presidencial del Centro Democrático y se medirá con María Fernanda Cabal, Paola Holguín, Paloma Valencia y Andrés Guerra. El partido que lidera el expresidente Álvaro Uribe y los otros cuatro precandidatos dieron el visto bueno a la llegada de Uribe Londoño, que deberá participar en todos los debates y actividades de la campaña. De hecho, la primera aparición en público de Uribe Londoño como precandidato fue este sábado, en Bogotá, cuando participó en el homenaje que le rindió el expresidente Uribe a Miguel Uribe Turbay; y la segunda fue este domingo en un foro sobre corrupción.
El Centro Democrático definirá cuál será su candidato a la presidencia entre diciembre de 2025 y enero 2026 mediante una encuesta con una firma internacional, y, eventualmente, el ganador podría medirse a otros candidatos que compartan sus ideales para construir un bloque con miras a la primera vuelta de las elecciones presidenciales de mayo, para lo cual se proyecta una consulta interpartidista el 8 de marzo.
Uribe Londoño tiene varios factores a favor, de mucha relevancia en el imaginario y los valores del electorado que superan las disputas entre partidos políticos: la solidaridad nacional que despertó su hijo durante los dos meses que estuvo luchando por recuperarse después del atentado (encuestas lo situaron en el primer lugar de favorabilidad), la imagen de un padre afligido a quien la violencia le arrebató su hijo, la compostura de una persona madura que mostró entereza al lado del féretro de ese hijo y sus palabras que retumban con más fuerza en momentos como el que acaba de vivir Colombia cuando en un solo día los grupos armados organizados mataron a 13 policías y seis civiles en dos actos terroristas en Antioquia y Cali.
Hoy tiene hondo calado lo que dijo Uribe Londoño en las exequias de su hijo, cuando invitó a emprender “la lucha más grande de todos los tiempos para el restablecimiento de la paz”. “Este país nunca saldrá de donde está sin seguridad. Una Colombia en paz para todos los colombianos, esa tiene que ser nuestra lucha. El momento es ahora. Organicemos con bríos y con absoluta determinación esa causa y en los próximos meses escojamos y defendamos el triunfo abrumador e incuestionable de ese liderazgo que tome las banderas de Miguel para que Colombia vuelva a la seguridad. Sin seguridad nunca habrá paz, sin seguridad nunca habrá nada”.
Si bien la bandera de la seguridad es agitada por todos los precandidatos, no todos son víctimas directas de la misma, como Uribe Londoño, a quien el narcotráfico también le mató a su esposa (Diana Turbay, madre de Miguel). Las banderas de Miguel Uribe Turbay fueron recogidas por su padre, que técnicamente no es un ‘delfín’, como tampoco lo fue César Gaviria, a quien le entregaron la candidatura del Nuevo Liberalismo tras el asesinato de Luis Carlos Galán. Se trata de dos aspiraciones marcadas (e impulsadas) por magnicidios recién ejecutados (Galán y Uribe Turbay murieron un agosto, nueve meses antes de las elecciones de primera vuelta en mayo del año siguiente) que dejan entre la ciudadanía la sensación de que tiene la oportunidad de castigar democráticamente a los violentos con el garrote de los votos. Eso mueve a los electores.
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