En una emotiva entrevista concedida a la periodista Cristina Estupiñán en su programa ‘Sinceramente Cris‘, el actor Gustavo Angarita Jr. abrió su corazón para hablar del profundo duelo que vive tras la muerte de su padre, el también actor Gustavo Angarita, fallecido el pasado 17 de octubre de 2025 en Bogotá.
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A un mes de su partida, el intérprete no pudo contener las lágrimas al recordar los últimos días de vida del maestro y el doloroso proceso de cuidado que asumió durante su enfermedad.
Visiblemente conmovido, Angarita relató que su padre recibió inmunoterapia, un tratamiento menos agresivo que la quimioterapia o la radioterapia.
“Gracias a Dios no le tocó ni quimio ni radio, sino inmunoterapia, una inyección más amable”, explicó. Aunque el tratamiento no provocaba los efectos secundarios más fuertes, cada visita médica lo dejaba emocionalmente quebrado. “Las veces que fue siempre salía y me tranquilizaba, pero por dentro estaba destrozado”, confesó.
Recordó que su padre, pese a su propia fragilidad, se preocupaba por él. “Me decía: ‘¿Por qué llora? ¿Por qué se pone así?’ Y yo le respondía: ‘Tranquilo, que voy sopesando este peso aquí’. Él ayudaba en la medida que podía, pero yo estaba agotado”, dijo entre lágrimas.
Todo ocurría al mismo tiempo: el cuidado, la responsabilidad, la angustia y la anticipación de la pérdida inevitable. Ese cúmulo de emociones lo llevó incluso a sentirse culpable, a preguntarse constantemente si algo faltó, si pudo hacer más.
También recordó con gratitud el papel de los enfermeros, a quienes llamó “un milagro”. Destacó especialmente la llegada de Daniel y ‘Chucho’, dos profesionales que, según dijo, fueron “mandados por Dios”.
“Ellos dijeron: ‘Nos quedamos’, y se quedaron. Eso fue berracamente duro, no te voy a mentir. Pero me hace falta… yo quisiera cuidarlo todavía”, expresó con la voz entrecortada.
Una parte dura del proceso, relató, fue afrontar el vacío después de la partida. “Me pregunto: ¿qué hago ahora?”, confesó. Para él, uno de los mayores retos del cuidador aparece cuando el ser querido ya no está. “Después de que se fue entendí que el reto del cuidador es cuidarse a sí mismo”, dijo.
Durante meses, había perdido el sueño, adoptado hábitos poco saludables e incluso adquirido la costumbre de tomar un trago para sobrellevar el cansancio emocional. “Volver al gimnasio, nadar, ir al sauna, estar conmigo… eso lo había olvidado”, reconoció. Cuidar de su padre lo convirtió en un experto en cuidar, pero no en cuidarse.
Angarita Jr. también evocó con nostalgia los encuentros de los actores veteranos los fines de semana, reuniones llenas de conversaciones, risas y memorias. “Todo era en la mesa: el café, los libros, el postre. Y como la mesa es redonda, todos somos iguales”, recordó con ternura.
Su padre disfrutaba enormemente esos momentos, aunque la falta de movilidad en los últimos meses lo frustraba profundamente. “Le molestaba un montón no poder moverse como antes. Yo solo le pedía a Dios que no le doliera nada… y así fue”.
A un mes de su fallecimiento, Gustavo Angarita hijo sigue navegando su duelo con honestidad y vulnerabilidad. Su testimonio no solo honra la memoria de su padre, sino que también visibiliza el peso emocional del cuidado y la valentía de quienes acompañan a sus seres queridos hasta el final.
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