Llegar extenuado, a punto de reventar de dolor muscular, de hambre, de sueño y de frío y tener un lugar limpio, dispuesto para el descanso y con una paella de pollo y pulpo a la gallega esperando por ti, solo debe ser premio de este Camino.

Los españoles no solo han creado un sendero para los peregrinos; también han diseñado un plan turístico para recibir y atender de la mejor forma al caminante, ciclista o caballista. Y es que todas las poblaciones del Camino de Santiago viven de prestar servicios de hotelería a los peregrinos.

Hospedaje del Peregrino
Hospedaje del Peregrino / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira

Por ello, tienen claro que el silencio fuera del camino también es fundamental. Ducha caliente, cama fresca, masaje en las piernas, algo de hielo en las rodillas, suero hidratante, pastillas de complejo b para la recuperación muscular y a descansar.

Recargo de baterías para el día siguiente pedalear. La etapa de hoy fue muy marcada por el frío y el viento de 10 millas por hora. Empezamos consagrándonos con la Bendición del Peregrino. Visita a la Iglesia del Pueblo y zapatillas al puesto para iniciar.

Nos esperaba un páramo con sembrados de cereales en las mesetas y en los valles. Verdes campos ensanchados que no mentían en su belleza, como las caderas de Shakira. De nuevo senderos angostos, seguro, que parecían una alfombra roja llevándonos a visualizar la naturaleza.

Parroquia de la Inmaculada Concepción
Parroquia de la Inmaculada Concepción / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira

Una cuesta que nos calentó los músculos hasta llegar a una pequeña población llamada Hontanas, en la provincia de Burgos. Ingresamos a la Iglesia, como es de costumbre en nuestro peregrinaje. La Parroquia de la Inmaculada Concepción estaba dispuesta en su totalidad al peregrino. Mesas con galletas, agua té y limonada fría. Velas de colores para encender, papelitos con pensamientos positivos para abrir y cobijas para sentarse a orar en cojines. Algo como un picnic celestial.

Era la primera vez que oraba en un lugar tan pintorezco para Dios. Aunque para Él, sus oraciones no tienen condicionamiento. Pero ahí, en esos cojines, fue donde más descansamos rodillas, cuádriceps y pantorrillas, mientras ofrecíamos las oraciones por las necesidades de cada uno. Un encuentro particular en el que también hay un altar con los Testigos del Camino de Santiago, entre ellos la Madre Teresa de Calcuta, Martin Luther King, Francisco de Asis y Mahatma Gandi.

Salimos de allí. Ingresamos al sendero del Camino y nos cruzamos con otra historia de caminantes. Una familia francesa que venía a hacer su recorrido por aventura. Aunque yo creo que al llegar Santiago de Compostela se llevarán la magia de este lugar. Los niños de 4 años iban en mulos y el padre llevaba a su bebé de 1 año en su portabebés en su espalda. Recorren 25 kilómetros diarios, paran, juegan con los hijos, descansan y de nuevo camino al andar.

Ingresamos ahora a Castrojeriz, una población de 800 habitantes. Este pueblo cuenta con la calle más larga de toda la ruta jacobesa: 2.5 kilómetros. Rápidamente llegamos al sendero del Camino. Nos esperaba la subida al Teso de Mostelares.

Mónica Toro y Carlos Ferreira
Mónica Toro y Carlos Ferreira / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira

Desde abajo se divisa la pendiente. Coger aliento era la única consigna. 1.050 metros con 12 por ciento de inclinación. Piedras por doquier. Pero pareciera que nuestras piernas lleváramos cargadas algunas de ellas. Y en la cima, terminando, un premio: la vista de semejante sabana. Agradecimiento a Dios por lo visto. Por lo respirado. Por lo compartido.

Ya está empezando a pasar factura física el Camino. Bajada para tomar la vía pavimentada, que va paralela al sendero del caminante. Espacio reducido. Frío de 8 grados. Viento de frente. Con la ruta de hoy habremos subido más de la mitad del Everest, en altitud. Hoy alcanzamos los 4.595 metros de altura. Un premio de montaña para un experto. Una clasificación a una olimpiada, para nosotros.

Son las 4:30 de la tarde y ya ansiamos una ducha. Nos espera el hotel que hemos reservado con dos meses de anterioridad. Cuarto matrimonial pero con camas sencillas. Y con cola quemada y ya sin crema antipañalitis, por eso dije que no había luna de miel.

Hemos pagado entre 35 y 40 euros por noche. Eso es entre 120 y 140 mil pesos, con desayuno incluido; además de toallas, shampoo y gel de baño. A eso le sumamos 5 euros por uso de lavadora y secadora.

Los hoteles también ofrecen habitaciones sencillas con baño privado o compartido, por precios que oscilan entre 12 y 20 euros.

Albergues públicos
Albergues públicos para el peregrino / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira
Albergues públicos
Albergues públicos para el peregrino / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira

También están los albergues públicos para el peregrino. Su costo es de 5 euros la noche, habitación compartida con 8 y hasta 30 personas. Cocina con menaje disponible para su uso. Baño compartido. Lavaderos y extendederos de ropa. Y, en los más sofisticados, WiFi y lavadora y secadora. Eso sí, usted debe brindar su toalla e implementos de aseo.

En los albergues públicos, pertenecientes al gobierno o alguna comunidad sea pública o religiosa, usted no hace reserva. Usted tiene cama por orden de llegada y en prioridad al caminante. Por eso, la mayoría de caminantes madrugan a las 5 a.m. a hacer su recorrido, para llegar con tiempo a la siguiente etapa y asegurar su dormida.

Familia alemana
Madre alemana con sus tres hijos / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira

Ya estamos a punto de coronar nuestra Etapa 5. Y de remate, como de spagatta, la técnica de llegada de un patinador estirando su pie, nos encontramos con una madre alemana con sus 3 hijos chiquitos, buscando dormida. Le sugerimos el nuestro. Ella, arrastrando un carro de playa y dentro, 3 juguetes, 3 maletas infantiles y una mini maleta para ella. Vienen de Alemania.

Es Tanja Sulimankuu. Recientemente se separó y necesitaba ese tiempo para ella y para sus hijos. Camina 20 kilómetros con sus hijos. Todos ayudan a empujar el carrito mientras se divierten jugando y cantando. Comería ese pulpo a la gallega, mientras sus hijos preguntaban apresuradamente por sus famosas salchichas.

Llegamos a descansar. Hoy sentí que el Camino me dio el silencio interno. El silencio para mí. Gracias a los que cuidan los hoteles, a los que los limpian los albergues, a los que hacen del Camino y fuera de él un lugar silencioso, Como regla, todos los hostales del Camino deben apagar sus luces a las 10 de la noche. Allí, el silencio también vale oro.

Esperen mañana la etapa 6.

Para ver más fotos, visita mi Instagram @montorferreira

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