Cuerpo descompuesto. Piernas que temblaban. Cola reventada. Mente marchitada. Corazón arrugado. Un León que casi no ruge y un Miguel que se convirtió en nuestro manicomio. Todo, en la más difícil etapa que hemos vivido. 100 kilómetros de terror.

Pensábamos que lo peor ya había pasado con la Etapa 4. Pero no. Hoy fue el día en que el cuerpo se desbarató. Miguel, y no el arcángel, sino una borrasca helada que provocó vientos de 25 kilómetros por hora y nos agarró de frente, nos hizo reventar en dolor, pero no en disposición.

La península ibérica se resiste a dejar el invierno. De nuevo 6 grados de temperatura con sensación térmica de 3. Rachas de viento peligrosas. Escarcha en la campiña y hasta nieve en poblaciones como Ramadal del Campo. Una situación anómala para esta fecha.

El frío lo esperábamos. Así que mi esposo sugirió ponernos papel periódico en el pecho, para cubrirnos del frío y evitar que salga el calor del cuerpo. Visita a la Iglesia. Oración profunda y ruta destinada.

Inmediatamente sentimos el viento en contra. Pedaleo pegado y lento. Día algo soleado pero sombrío. Fue una etapa semi-plana con repechos manejables, pero Miguel nos la hizo de pánico.

Caminantes
Caminantes / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira

Llevábamos 5 kilómetros y ya parecían una eternidad. Cuerpo con poco combustible. Carlos Orlando estaba igual. Se veía. Me lo dijo. Pensaba en los hijos. En sus recuerdos. En la memoria de sus padres. En todas las dificultades que había vivido en su vida y que había logrado vencer. En los que decían ser sus amigos y no lo fueron. En las traiciones. Entendía que eso lo había superado y que hoy era mejor ser humano gracias a su fortaleza y a su fe. Pensaba en los motivos de su peregrinación. La oración lo aliviaba.

Camino a Santiago
Camino a Santiago / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira

Levanto la cabeza y veo al frente, en ese campo con horizonte alargado, una imagen en el cielo azul celeste que me alentó. Bajitas y pequeñitas nubes blanquitas. Eran de esas que pintan los niños en los jardines infantiles. Montoncitas. Pegaditas. Parecían algodones.  Ahí vi las pinturas de mis hijitos. Pensé en ellos. Un motivo más para pedalear. Aunque, igual, con dificultad.

Seguíamos, ante la inclemencia del clima y un agradecido cuerpo que respondía. Estaba revolucionado. Trabajando el doble, para mantener la temperatura ideal del cuerpo. El viento nos frenaba. Nos atacaba. Piernas y glúteos desgarrados. Rodillas que, por la fuerza realizada, empezaban a punzar. Quedaban 80 kilómetros, nunca antes hecho por nosotros. Agotamiento mental. Impotencia. Y también resistencia.

Y ahí seguían las nubes. Intactas. Como recordándonos que ese cuadro pintado nos acompañaría todo el camino ¿Por qué llegaste Miguel? Nos hala. Nos frena. Nos detiene.

Este Camino me va mostrando que lo que sucede día a día se compara lo que pasa con la vida. Llegan vientos a tu vida que hacen lo mismo.

Personas que desean detenerte. Problemas que quieren tumbarte. Que desean sacarte de ese camino que te has cruzado. En ti está en no huir. En soportar con vehemencia. Vientos de personas que intoxican. Pensamientos que enferman. Que asfixian. Y cuando menos lo piensas, estás en el suelo.Por ello, aférrate a una creencia. Sea a un Supremo. Sea a tus valores. Pero mantente firme. Atento a las adversidades, para que seas tú quien las enfrente y no ellas que te ataquen. Siempre con tu raíz, con lo que rescatas de ti.

Sahagún
Sahagún / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira

Sigue el cansancio. El frío. El periódico protegía, pero el viento helado que se escuchaba fuertemente y hacía resonar las hojas, nos desgastaba cada vez más. Cansancio. Sueño. Llegamos a Sahagún, mitad del Camino entre Saint Jean Pied de Port y Santiago de Compostela. Foto. Bocadillo con café caliente y continuar la ruta. Nos quedaban 60 kilómetros.

Divisando el hermoso paisaje que parecía pintado al óleo, en esa naturaleza inspiracional, recordé lo que un día me dijo un entrenador de patinaje: “Nunca busques la rueda. Se tú la rueda”. Y sí. Hoy lo compruebo más. Significa que no debes estar detrás de nadie. Que así existan momentos en que tu vida no va adelante, no debes buscar parecerte a alguien. Ni seguir prototipos. Ni querer serlos para nadie.

Vientos que llegan a ti y te desgonzan, te desploman. Pero no. Párate. Busca lo que te hace fuerte y aférrate a ello. Yo lo hice con las nubes. Y me funcionó. Me dio fuerzas para continuar. Sabía que el viento iba a continuar. Pero yo debía poner el pecho. Enfrentarlo, a pesar del dolor desgarrador.

Carlos Orlando Ferreira
Carlos Orlando Ferreira / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira

Caminantes engarrotados con sus manos dentro de las chaquetas. Labios partidos. Boca seca. Estiramientos en el piso. Llevábamos ya 8 horas. El sentadero más lacerado que nunca. Nos paramos, sacamos la cola a un lado, al otro, atrás. Ya no hay modo de acomodarnos.

Sigue el frío. El viento que rompe, que desgasta. Las banderas de las bicicletas están izadas. Ni en las bajadas logramos ganar metros del terreno. Toca pedalear. Hojas que resoplan y se levantan del piso. Sembrados que bailan como las olas en el mar.

Pero León seguía dormido. Ya llevábamos 9 horas y no aparecía. Superamos en kilómetros y en tiempo lo que habíamos hecho en nuestras vidas. Y ahí seguían las nubes. Como si nunca se hubieran movido.

Cuestas pequeñas al final que parecían montañas escabrosas. Los 5 kilómetros que quedan parecen toda una hipérbole. Gracias Dios. Son menos kilómetros para una cama y para estar acostados boca abajo. Mañana no tendremos etapa, así como en las grandes carreras ciclísticas: se corren 6 días y se descansa el siguiente.

Menos kilómetros para agradecer por haber vencido a Miguel. Aunque él y los problemas que te lleguen van a querer tumbarte y enviarte al vacío, no te detengas. Pasarás sequías, pero tu firmeza te dará la ganancia.

Camino a Santiago
Camino a Santiago / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira

Y por fin, León. El soñado León Llegamos. Y ahí. El mismo cuadro de hace 10 horas. Recordándonos, para quienes somos padres, que ellos, los hijos, son el motor manual y eléctrico que lo reaniman a uno a seguir pedaleando en el caminar de la vida.

Nos vemos el miércoles en la Etapa 7, con ruta León a Rabanal del Camino.

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