La Cruz de Ferro solo se sostiene con las dolencias de los peregrinos. Allí, en un rincón mágico, residen miles de piedras descargadas por los caminantes y ciclistas del Camino de Santiago, dejando sus marcas con el pasado y pidiendo la propia renovación.

Ese era uno de los mayores motivos que teníamos para pedalear la etapa de hoy. Llegar hasta allí costaba 13 kilómetros de rompepiernas. Y si pensábamos que el frío se había ido, tras haber cruzado Miguel, la borrasca de viento, estábamos equivocados. Ahora nos encontrábamos justo en un Páramo.

Iglesia del Monasterio de San Salvador de Monte Irago
Iglesia del Monasterio de San Salvador de Monte Irago / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira

Con 3 grados centígrados nos despertaba esta población empedrada que conserva la Iglesia del Monasterio de San Salvador de Monte Irago, la iglesia más austera, bella y pequeña que hemos visto en toda el Camino. No hay retablos barrocos y nunca ha tenido reconstrucción alguna.

De allí salimos con luz en nuestro corazón. La melancolía de ayer había pasado al escuchar las dulces voces de nuestros hijos. Nos recargaron. Finalizando esta etapa serían tres más para llegar a la meta: la Catedral de Santiago de Compostela. 

Camino a Santiago
Camino a Santiago / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira

Cuesta pronunciada, pero disfrutable. Parada obligada a causa de un pinchazo de mi rueda trasera. Y allí estaba mi compañero, mi apoyo y hasta mi mecánico: mi esposo. Rueda lista y a seguir cuesta arriba.

Alegría infinita al divisar la Cruz de Ferro. Increíble ver cómo el ser humano aún tiene la magia de sentir que un símbolo como una piedra, puede dejarlo liviano. Pero esa magia no está en creer que sucede, sino en sentir que al dejarla, las dificultades, los dolores y las preocupaciones quedan allí sembradas en ese arrume incontable de piedras.

Cruz de Ferro
Cruz de Ferro / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira

Y no solo el católico, el cristiano y el budista la plantan allí. El ateo también, como símbolo de su presencia. De su petición. Las hay de diferentes tamaños y colores. Pintadas a mano, marcadas con iniciales de los nombres y hasta con largos escritos.

Cuenta la tradición que la piedra se debe traer desde casa, pidiendo la protección para lo que queda de camino y como símbolo alegórico de dejar lo negativo. Pero cada vez más son quienes consiguen las piedras tras llegar al pueblo que antecede a la Cruz, para no cargar con más peso durante el recorrido.

Veo cantidad de piedras y doy gracias al Camino por recibir tanto de nosotros los peregrinos. El Camino es generoso: sirve de resguardo del pasado de cada uno. De purificador. De confesor. Y hasta de baúl donde guardas tus más profundos secretos.

Es el Camino que lo soporta todo. Que lo acepta y lo perdona todo.

Dejamos nuestras piedras y nos metemos a un descenso hasta llegar a Manjarín, donde existe un albergue al estilo de la Edad Media. Un repecho fuerte de 2.5 kilómetros nos llevaría hasta los 1.510 metros de altitud, el punto más alto de todo el Camino de Santiago.

Después, un descenso de 22 kilómetros. Frenos bien preparados. Y pecho protegido con papel periódico. El viento golpeaba con entusiasmo. Descenso que realizamos por la carreta y no por el sendero del Camino. Las piedras grandes y amontonadas hacían imposible hasta el paso de los caminantes.

Mentalmente veníamos más fuertes. Vimos la belleza de estos pueblos que conservaban su estilo antiguo, combinado con modernidad. Coloridos. Vistosos. Florecidos. Gente amable. Comienza la región del Bierzo, cruzamos El acebo y más tarde a Ponferrada, donde llegamos a la planicie.

Castillo Medieval
Castillo Medieval / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira

Allí nos encontramos con un Castillo Medieval templario. Imponente. Tiempo para la foto, para la del beso y para admirar. Una ciudad que me sorprendió por ser ejemplo deportivo. No había casa ni establecimiento público de la que no colgara una bandera azul. Al preguntar. Un señor nos contó que era la bandera del equipo de fútbol Ponferrada. Y celebraban la disputa a la clasificación a la segunda división.

Camino a Santiago
Ponferrada / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira

Nos sorprendimos. Una población entera de 65 mil habitantes festejando aquel hecho. Gran ejemplo para los hinchas de nuestros clubes colombianos que no acompañan ni a los equipos que están en primera división.

Descanso de 20 minutos. Estirar. Comernos un bocadillo de jamón ibérico y chorizo con queso manchego y a rodar de nuevo. Al salir de Ponferrada, un arte callejero pintado en una pared que decía: “Lo importante no es la meta, sino el esfuerzo para llegar a ella”. Y así era. Recordé a un señor que nos dijo: “Entre más sufrimiento, más presencia de Jesús encontrarás”. Y no se había equivocado. Hay más ánimo. Más cansancio. Y mucha más fe.

Quedaban 18 kilómetros. Y debíamos apurarnos para que el viento no nos pegara de frente. Eran las 3:30 de la tarde. En pleno sendero de árboles frondosos, nos encontramos con una tienda muy especial llamada La Siesta. Sofás y sillas de cuero, hamacas, comida vegana, música clásica y hasta opción de masaje. Un lugar mágico dentro de lo mágico.

Lo deseábamos, pero no podíamos quedarnos allí. Solo podía ser una siesta soñada. Cuerpo decaído. Pesado. Pensábamos que eran las llantas desinfladas, pero no. Éramos nosotros. Nuestra máquina. Llevaba muchos días revolucionada.

Kilómetros de infarto con caminantes sentados en los senderos, con pies al aire y esparadrapos en dedos y tobillos. Y a 1 kilómetro, por fin, la imponente Iglesia de Villafranca del Bierzo con su Puerta del Perdón.

Puerta del perdón
Puerta del perdón / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira

Cuenta la leyenda que los peregrinos que llegaban sin opción de continuar en el Camino, por cualquiera que fuera la circunstancia, desaparecía al tocarla o entrar por ella. El día había terminado. Frío extenuado. Viento que soplaba. Corazón agradecido y satisfecho con lo conseguido.

Cruzaremos la Puerta del perdón pidiendo que nos permita continuar con la peregrinación y que se nos cure la cola, aunque le hicimos caso a Fabio Parra, la crema no nos funcionó. Seguro es falta de entrenamiento.

Mañana nos espera la etapa 9, la más difícil de todo el Camino Francés. Desde ya, queremos decirle a esa ruta que estamos con el corazón más fuerte, como aquellas piedras que llevamos pisando y que dejamos en la Cruz de Ferro.

Para ver más fotos sigue mi cuenta en Instagram @montorferreira.

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