Hubiera querido empezar por algo más alentador, pero el cansancio no me dejó. Si ustedes desean hacer este Camino a Santiago deben prepararse. Así de sencillo. No es pagar, salir a vacaciones, llegar y empezar. No señores.

En el camino se sufre: por cansancio de piernas, de pies, de espalda, de cabeza. Por agotamiento mental. Así lo haga caminando o en bicicleta. Y aunque el Camino es un recorrido religioso o espiritual, los largos trayectos, el sol y los senderos destapados, hacen exigente físicamente su recorrido.

Pero saben. Creo que para eso precisamente es el Camino. Para demostrarnos, a quienes creemos en Él, cómo Jesús sufrió inigualablemente. Y también, para dejarnos ver cómo este camino que tiene coquetería en sus paisajes y furia en sus montañas, se asemeja a lo que es nuestra vida: cambiante. De sacrificio; de alegrías, pero también de tristezas. De pérdidas, pero también de ganancias. Y, al final, de resucitar a punta de la actitud positiva que se le ponga al caminar.

Mónica Toro de Ferreira
Mónica Toro de Ferreira / Pulzo

Nuestro camino empezó entonces en Pamplona. Contratamos a Aventura BTT para que nos hiciera el plan: etapas, selección de albergues y alquiler alforjas impermeables (maletas que van al lado de la bicicleta con las pertenencias personales) y también rentada de las bicicletas, las cuales vienen completamente equipadas con repuestos y hasta servicio de talleres a domicilio.

Sabíamos entonces cuál era el recorrido que nos esperaba y, por ende, que esta era de una las etapas más temidas por los peregrinos, por su exigencia física. Pero no la imaginábamos de tal magnitud. No nos dejaron ni calentar los músculos. Aunque tampoco a tres ciclistas más y a 8 caminantes que iban cerca de nosotros.

Una pendiente empedrada nos dio la bienvenida. Nos asustó, claro. Pero la vaina se compuso. Aunque solo por dos minutos, tras empezar a subir el Alto del Perdón, un monte con una elevación de 1.037 metros, con exceso de piedras grandes y bajo un sol inclemente, que nos hizo bajarnos de la bicicleta y empujarla cuesta arriba.

Allí, una foto con el Monumento al Peregrino, que representa una comitiva de peregrinos de diferentes épocas que se cruzan con los molinos de viento que hay allí. Un texto dice: “Donde se cruzan el camino del viento con el de las estrellas”.  

Aún quedaban 40 kilómetros más. Así que un descanso. Pedir que con la fatiga fueran perdonados nuestros pecados y continuar con el recorrido. Paisajes preciosos con siembra de girasoles. Cortes perfectos de las montañas, con sus verdes que parecían sacados de una paleta de colores de computador de alta definición. La envidia de Tiger Woods para pegar allí.

Mónica Toro de Ferreira
Mónica Toro de Ferreira / Pulzo

Peregrinos caminantes, en un 95 por ciento. Sin compañía, pero nunca solos. Están con su alma. Meditando. Se les ve. Se les siente. Así como el cansancio. El mismo mío que aumentaba. Piernas que parecían detenerse frente a caminos estrechos donde las alforjas golpeaban con el jardín del sendero. Pero allí estaba la recompensa.  

Pueblos que saben que estamos de peregrinación, donde el silencio predomina. Vienen a mí olores a incienso. Hay regocijo en mi mente. Momentos difíciles que vivimos pero que, aunque no vemos, siempre está la luz presente, como ese sol que nos acompañaba, las flores coloridas que derramaban olores dulces y hasta mariposas que brincaban de lado a otro.

Pensamientos de gratitud, recuerdos de niñez. Ofrezco perdón y vuelvo a la realidad. El calor retumba mi cabeza. Son 33 grados centígrados. Respiración profunda y constante.

Ya son 5 horas en bicicleta y lo que en circuitos planos de 55 kilómetros gastamos 1 hora y 45 minutos, acá fueron más de 8. Descansos oportunos. Baño, onces, fotos. Piernas engranadas, pero un corazón empoderado para continuar.

Cruzamos 14 poblaciones. Hubo tiempo, entre el cansancio, hasta de probar vino. En Irache, una de esas poblaciones, existe el Museo del Vino, y con él una fuente de degustación que dice que quien no tome vino de esta no tendrá fuerzas para llegar hasta Santiago. Carlos lo aceptó. Yo no. Amanecerá y veremos.

También hubo tiempo de dar gracias. De pedir. De escucharme. De reclamarme. De recordar mis hijos. También de anhelar tenerlos allí conmigo. Sigo con mi esposo al lado, alentándonos, compartiendo el agua que el otro ya no tiene, impulsándonos a finalizar, pero en silencio. Nos respetamos el momento.

Mónica Toro de Ferreira
Mónica Toro de Ferreira / Pulzo

Vine dispuesta espiritualmente a recibir la magia de este camino del que muchas personas hablan. No sé si me la dará, pero lo único que sé acabamos de llegar al albergue y es hora de descansar. Gracias Dios. Villamayor de Monjardín, aunque ni es Villa, ni es Mayor, ni tiene Jardín.

Son las 6:20 de la tarde y el sol cae. Así como mis piernas. Quiere esconderse, como mi cuerpo. Rendirnos es la fácil. Pero seguir adelante, así el sol haya desaparecido y la noche con la luna lleguen, valdrá más la pena.

Mónica Toro de Ferreira

Espera mañana la segunda etapa de este recorrido.

Encuentra fotos del recorrido en mi Instagram @montorferreira, o sígueme en Twiter.

Tips de #SuperMamiBoss

  • Para recibir la Compostela, es decir, el certificado de que usted llegó a Santiago de Compostela hay unos requisitos:

Caminando: cubrir los últimos 100 kilómetros mínimo.

Ciclistas: cubrir los últimos 200 kilómetros, mínimo.

  • Usted puede organizar sus etapas de acuerdo a su capacidad y tiempo disponible.
  • El Certificado se solicita en las iglesias, museos y albergues y debe ser sellado dos veces al día por recorrido en cualquier establecimiento que usted visite en su camino.
  • Mayo y Septiembre son los meses más apropiados para hacer el camino, por su clima. Justo antes de empezar el verano y de su finalización.

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.