Hubo furia en el Camino. Así como cuando tu vida te revuelca de un día para otro, sin consultarte. Sin mostrarte señas. Sin tú presentirlo. Así fue el día de hoy. Pasamos de 35 a 7 grados, con aguacero incluido. Un sacudón que por poco nos manda al abismo de una hipotermia.

Hacía un frío inclemente. La sensación térmica era de 4 grados. En el pronóstico del tiempo no indicaba dicha temperatura, razón por la cual, no contábamos con toda la indumentaria para aguantar esos chaparrones.

Por las condiciones climáticas para el día, y por la ruta que se nos avecinaba, nos sugirieron hacer uso del servicio de traslado de alforjas (maletas donde van nuestras pertenencias y que se soportan en la bicicleta) hasta nuestra siguiente parada. Y menos mal.

Chaqueta impermeable puesta. Guantes que parecían protegernos. Licra casi hasta los tobillos. Y un nuevo reto: el Camino bajo la lluvia. Pero fue más que eso. Fue una odisea.

Salimos de la población y nos embarcamos en el sendero del Camino. Y ahí, consagrados, sin falta, estaban los peregrinos. La lluvia no podía ser una razón para renunciar a la misión. Cielo gris. Lluvia que entorpecía la velocidad. Ropa que empezaba a pesar. Ruedas que salpicaban charcos y goteras directo al rostro. Gafas empañadas.

Sufríamos el frío del Monte de Oca, territorio que cruzábamos y que contaba con una cuesta abrupta y empinada que nos esperaba: Alto de La Pedraja. Bosque frondoso de camino ancho.

Ascenso en el Camino a Santiago
Ascenso en el Camino a Santiago / Cortesía Mónica Toro de Ferreira

El ascenso comenzó. Caminantes que nos impulsaban a seguirlos. Piedras y lluvia sin cesar. 400 metros empinados, 100 metros más suaves y otros 600 metros de remate. Planicie para recuperar. Área de descanso. Momento para abrazarme con mi esposo, darnos calor. Quitarnos los guantes. Soplarnos los dedos. Éramos dos fríos helados guerreándola, pero en un solo cuerpo. Te amé más Carlos Orlando. Amé tu cuidado. Tu preocupación. Tu valentía.

No hubo deseos de tomar fotografías. Cuerpo engarrotado. Alma en pena. Goteras de agua que caían del casco. Pies helados. Dedos ya congelados. Que ardían. Viento que quemaba. De nuevo 2 kilómetros y medio de subida.

Ya eran 2 horas de lluvia y el cansancio hacía mella. En la oración encontrábamos el refugio perfecto. Mente acelerada implorando que cesara la lluvia. Pero no. Ni una caricia del sol. Queríamos renunciar.

Ascenso en el Camino a Santiago
Ascenso en el Camino a Santiago / Cortesía Mónica Toro de Ferreira

De nuevo, en el plano, un descanso. En el Monumento a los fusilados en la guerra civil por sus ideales políticos y por defender la libertad. Lo comprobamos. A ambos el helaje nos pone melancólicos. Somos poco tolerantes al frío. Pero debíamos agarrar fuerzas. Llenarnos de pensamientos positivos. Aún nos quedaban dos tramos. Un fuerte descenso y un duro ascenso de 600 metros. Pendientes en las que si las bicicletas pudieran, llorarían.

Se viene a la mente la historia de Encarni y su grupo de 9 mujeres pink, GrupIris, de la Asociación de Empoderadas afectadas de Cáncer de Mama de Figueras, ciudad española, quienes realizan anualmente la Carrera de la Mujer con fines benéficos pro cáncer de mama.

GrupIris
GrupIris, de la Asociación de Empoderadas afectadas de Cáncer de Mama de Figueras. / Cortesía Mónica Toro de Ferreira

Ella es una sobreviviente al cáncer de seno. Viene a hacer el Camino de Santiago porque en él siempre ha encontrado lo que nunca tuvo antes de la enfermedad: la vida. Dice que antes del cáncer sobrevivía. Ahora, vive, goza, hace lo que la hace feliz.

Es activista, soñadora, impulsadora. Lidera este grupo de mujeres a quienes les da todos los días ejemplos de superación, de ganas. Todas son peregrinas caminantes que inspiran. Durante el camino conversan, rescatan lo mejor de todas y, también, se dan su tiempo a solas.

Regreso al sendero. Caminantes con rostros templados y con goteras de lluvia. Seguíamos tiritando de frío. Caras achantadas. Cuerpo ya casi sin control. Me sentía a punto de hipotermia. Ruedas de la bicicleta que se enterraban. Choque de dientes entre sí alrededor de 240 veces por minuto, dicen los expertos.

El cuerpo tiene estas reacciones para lograr calentarse. Cuanto más tiritemos, más calor vuelve a alcanzar el organismo.

Ya no podía hablar. Eran 3 horas bajo ese helaje. Quería pedir un carro a domicilio que incluyera cobija térmica hiper-calórica y aguapanela con queso. De nuevo paramos. No sentíamos los dedos. Mi esposo me miraba. Se angustiaba. Me esperaba. Ni una palabra. Hablar era un gasto calórico más en un cuerpo exhausto. Él, a mi lado, queriendo darme el poco calor de su reserva. Y qué más me daba, si ya tengo todo su amor.

Pero como dice Michelle Obama: ¨Si se puede hacer, tú lo puedes hacer¨. Debíamos resistir. No duraría para toda la vida ese ardor penetrante. Para eso estaba también el camino, para sufrirlo, si era el caso. Para suplicar por las necesidades. Para añorar los cambios. Para implorar por las plegarias. Traemos oraciones de nosotros, de nuestros 5 hijos, familiares, amigos, conocidos. Pero las cosas no llegan solas si no haces nada para conseguirlo. Necesitas del esfuerzo y de la fe intacta.

Seguimos. Y después de 3 horas, paramos en el bar de San Juan de Ortega. Chocolate caliente. Manos en la taza. Quemaban. 45 minutos para que se regulara el cuerpo. Caminantes escurriendo medias, sacudiendo zapatos. Guantes de los que estilaban agua. Nos sentamos. Poco hablamos. Nos miramos.

Recuperamos y de nuevo al Camino. Nos esperan 40 kilómetros más. Seguía la lluvia. Sufridos 18 kilómetros hasta la siguiente población, Burgos, donde una caricia del sol de 30 minutos, una parada a comprar guantes calentadores y capa impermeable calmaron el frío externo.

Camino a Santiago
Jesus María, Carlos Orlando y Mónica Toro / Cortesía Mónica Toro de Ferreira

El interno nos lo había calmado una señora de 84 años a quien nos cruzamos antes de llegar al almacén. Risueña y curiosa. Reparaba las bicicletas sucias. Al final, nos dijo que oráramos por ella en Santiago de Compostela, porque sentía soledad tras la muerte de su esposo, hace 12 años. Adiós. Dios me los bendiga. ¨Me llamo Jesús María¨, dijo.

El nombre perfecto para calentar nuestra alma en el momento en que más lo necesitábamos. Jesús María.

Visitamos la preciosa Santa Iglesia Catedral Basílica de Burgos y comimos morcilla, la mejor que me he comido en el mundo. Aunque hizo falta la arepa. La lluvia no cesaba. Salimos de allí, ingresamos de nuevo al Camino. Estábamos con más confort. 4:30 de la tarde y nos quedaba 1 hora para llegar al hotel. Seríamos los últimos peregrinos. Usualmente los caminantes finalizan su jornada a las 2 p.m.

Itan y su hermano
Itan y su hermano / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira

Es tarde para estar ya en el Camino. Pero justo cuando faltaban 5 kilómetros para llegar al hotel, vimos a lo lejos lo que parecía una silla de ruedas, en medio de una vía paralela pavimentada al sendero del Camino de Santiago. Nos acercamos. Oh sorpresa y felicidad. Itan, italiano de 34 años. 3 años atrás sufrió un accidente que lo dejó parapléjico, inmóvil de piernas, pero no de espíritu. Lo acompaña su hermano, quien es su apoyo incondicional.

Al igual que nosotros, salieron de Pamplona. Ruedan 50 kilómetros diarios y gastan 9 horas por trayecto.

Un ejemplo de vida, de tenacidad. Quiere curar sus heridas espirituales tras el accidente. Buscar un nuevo sendero de vida. Se siente feliz y cada día mejor. Ha encontrado felicidad interna. Apoyo. Admiración por parte de los peregrinos. Aliento y acogida. Y eso, le levanta el ánimo.

Lo felicitamos y el Camino me responde con otro momento grato. Que me anima. Me exige. Me reseña que el tiempo de Dios es perfecto. Que pese a la lluvia, al cansancio, a las dificultades, a los imposibles, solo queda el querer y el creer. Eso que tanto Él nos reclama. La fe. Fe en Él, en la oración, en nosotros mismos. Fe en que un día que empezó mal puede terminar bien. Fe en que el tiempo de Él es diferente al nuestro tiempo.

Para mí íbamos. Para Dios, el momento perfecto para conocer esta historia que engrandeció nuestro día. Gracias Camino de Santiago. 

Espera mañana la historia de la Etapa 5.

Para ver más fotos, visita mi Instagram @montorferreira

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