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Escrito por:  Fabián Ramírez
Subeditor     Nov 4, 2025 - 11:33 am

El 6 de noviembre de 1985, mientras el país presenciaba con horror el asalto del Palacio de Justicia por parte de la guerrilla del M-19, la justicia colombiana sumaba otra víctima, esta vez lejos del fuego cruzado: el magistrado Dante Luis Fiorillo Porras. Su fallecimiento, ocurrido en un centro médico de Bogotá, no fue consecuencia directa de las balas, sino de la conmoción fatal que le produjo el conocimiento de la tragedia.

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Dante Luis Fiorillo Porras, nacido en Mompós en 1924, era al momento de los hechos un respetado jurista que se desempeñaba como Magistrado de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia. Su trayectoria en la rama judicial era extensa, habiendo ocupado cargos como juez penal en Barranquilla y magistrado de la Sala Penal del Tribunal Superior del Atlántico, antes de ser confirmado como magistrado de la Corte Suprema en 1980.

Fiorillo no se encontraba dentro del Palacio de Justicia en el momento de la irrupción violenta. Sin embargo, al enterarse de la toma de la sede judicial, lugar donde se ubicaba su oficina y donde se encontraban once de sus colegas, sufrió un infarto agudo de miocardio. Aunque fue trasladado rápidamente a una clínica de Bogotá, el impacto emocional y la gravedad del colapso cardiaco le causaron la muerte ese mismo día, a la edad de 61 años, como informó Noticias RCN.

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La magnitud del asalto, que resultó en la muerte de una decena de magistrados y cerca de un centenar de personas, trascendió los límites del Palacio y afectó profundamente a quienes formaban parte de la judicatura. El caso del magistrado Fiorillo ilustra el profundo trauma que la violencia armada de ese día provocó en el corazón del poder judicial colombiano. Su deceso ha sido reconocido en la historia judicial como una muerte indirectamente asociada al holocausto que vivió la institución.

La Comisión de la Verdad, en años posteriores, ha enfatizado la importancia de recordar a todas las víctimas de la tragedia de 1985, incluyendo aquellas que, sin estar físicamente presentes en el edificio, sufrieron consecuencias fatales debido a la inmensa presión y la gravedad de los hechos.

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