
La mentira está inextricablemente unida a la política y tiene efectos nocivos. Hay mentiras que dicen políticos como candidatos y otras que sueltan esos mismos políticos como gobernantes después de ser elegidos. Ambos, en todo caso, encuentran un terreno abonado en debilidades de quienes los escuchan, una condición humana que ya había advertido Maquiavelo: “Los hombres son tan simples, y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes, que quien engaña encontrará siempre quién se deje engañar”.
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Con base en esa consideración se podría decir que todos los presidentes de Colombia han mentido. Para no ir tan lejos basta el caso de Iván Duque: mintió cuando dijo que no haría trizas la paz, pero apenas se posesionó empezó a tratar de modificar la JEP; cuando dijo que era el candidato el que debía responder por la financiación de su campaña, pero calló al estallar el escándalo de dineros del narco ‘Ñeñe’ Hernández; cuando dijo que su gobierno sería austero, pero en pandemia gastó 10.000 millones de pesos en camionetas blindadas y 3.350 millones para mejorar su imagen, y creó ministerios; y cuando dijo airado que “a la dictadura de Venezuela le quedan muy pocas horas”.
Gustavo Petro señala a los demás de mentirosos
Igual le ha pasado al presidente Gustavo Petro, cuyo tercer año de gobierno ofrece suficientes ejemplos de cómo su discurso se mueve, cuando no sobre costosas divagaciones discursivas, por sinuosidades mendaces, por lo que muchas de sus afirmaciones lo siguen situando en la lista de esos presidentes. Es decir que en este campo el cambio ha sido nulo, pues en su caso hay una recurrente tendencia a apartarse de la verdad, a no ser preciso.




Al mandatario le resbalan los reclamos, así tengan fundamento, como el que le han hecho a lo largo de su mandato —y que lo marcará no solo como candidato, sino como presidente— por haber dicho, incluso escribiéndolo en piedra, que no modificaría la Constitución, pero como mandatario busque reformarla. En esto también sigue a Maquiavelo: “Un príncipe prudente no puede ni debe mantener fidelidad en las promesas, cuando tal fidelidad redunda en perjuicio propio, y cuando las razones que la hicieron prometer ya no existen”.
El presidente Gustavo Petro ha tratado de tomar distancia de sus antecesores (como lo han hecho ellos también con sus predecesores), y en septiembre de 2024 afirmó: “Tan mal estaban acostumbrados [los colombianos] a los discursos de los presidentes de antes, creyéndoles sus mentiras, que ahora les parece una bofetada que un presidente pueda decir la verdad”. La fijación que tiene por asegurar que él dice la verdad y que los otros mienten quedó probada este miércoles 5 de agosto, vísperas de su tercer aniversario de gobierno, cuando en su alocución televisada comenzó su balance afirmando que se dirigía a los colombianos, “sobre todo para mostrar verdades”. Y, efectivamente, dijo una: “El derecho constitucional de cualquier ciudadana o ciudadano en un país democrático es el derecho a la verdad”.
Y así como comenzó su intervención la cerró: atacando a la prensa. Alzando su dedo acusador, literalmente, dijo: “La prensa viene diciendo que tenemos uno de los mejores sistemas de salud en Colombia. ¡Mentirosos! Tenemos uno de los peores sistemas de salud del mundo. ¡Digan la verdad! ¡No engañen al pueblo! […] No tienen el derecho a mentir. […] Dejen que el pueblo decida libremente. No lo manipulen en su conciencia. Se lo digo, compañero trabajador: la prensa tradicional de Colombia está mintiendo para manipular el pueblo para que un candidato de los dueños de la prensa de los más ricos de Colombia sea el nuevo presidente de Colombia. No lo permita, compañero”.
Pero si, como dice el presidente Petro, la prensa miente, la realidad muestra que el jefe de Estado también deriva o pendula con demasiada frecuencia entre distorsiones de la realidad, falacias abiertas y difusión de informaciones imprecisas a través de la red social X. Sus seguidores no le ven ningún problema a eso, mientras que sus detractores lo acusan de distorsionar y mentir para manipular.
Con Gustavo Petro, las campanas doblan por la verdad
Un exhaustivo y necesario estudio histórico dirá si a lo largo de sus cuatro años de mandato el presidente Petro tuvo una trayectoria creciente o decreciente en lo relativo a faltar a la verdad. Por ahora, unos casos en diferentes contextos muestran que, por lo menos en su tercer año de administración, la actitud mendaz resulta una constante. Hay que conceder que puede hacerlo de manera inconsciente algunas veces, sobre todo cuando parece perder el control de sí mismo al sucumbir a la efervescencia de los discursos que pronuncia ante sus fervientes seguidores, pero también ocurre frente a otros auditorios más formados. Ante todos, eso sí, asume una postura de erudición.
En sus intervenciones, dice verdades, claro, pero por ahí mismo filtra invenciones. Como cuando, recién comenzaba su tercer año, en septiembre de 2024, en la clausura de la cumbre de alcaldes rumbo a la COP16, en Florencia (Caquetá), hizo referencia a la muerte de delfines rosados en la Amazonía como un signo de desastre para la humanidad. Eso puede ser verdad, pero la mató al meterle literatura. “Ese animalito, cuando muere por centenares […] es porque anuncia nuestra muerte”, dijo. “Es como en el libro de Ernest Hemingway ‘Por quién doblan las campanas’, [que] en su último párrafo, al final del libro dice: ‘Por quién doblan las campanas. Están doblando por ti’. Punto. Se acaba el libro”.
Pero eso no es así. El último párrafo de ese libro dice textualmente (con algunas variaciones según editorial): “El teniente Berrendo, siguiendo el rastro de los caballos, subía la cuesta al trote, y en su rostro había una expresión seria y grave. Su ametralladora reposaba cruzada sobre la montura, apoyada en su antebrazo izquierdo. Robert Jordan [el protagonista] estaba tumbado boca abajo detrás de un árbol [gravemente herido al haber caído con su caballo encima por un cañonazo], conteniéndose con todo cuidado para que no le temblaran las manos [pues tenía a Barrendo justo en la mira y con el dedo en el gatillo]. Esperaba a que el oficial [fascista] alcanzase el lugar alumbrado por el sol, donde los primeros pinos del bosque llegaban a la verde ladera cubierta de hierba. Podía sentir los latidos de su corazón golpeando contra el suelo cubierto de agujas de pino”.
Así termina la novela. Y ni ahí ni en ninguna otra parte del libro, salvo en el título, Hemingway usa la expresión “Por quién doblan las campanas”. No acaba con esas palabras su obra magistral, como aseguró el presidente Petro. El escritor norteamericano las tomó del poeta inglés John Donne y su famosa ‘Meditación XVII’ donde reflexiona sobre la mortalidad y la interconexión de la humanidad y dice “Nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”, que ha inspirado la cavilación sobre la unidad indivisible entre los seres humanos. Hemingway cierra su narración así (con el protagonista de bruces) porque se trata de una novela circular: en esa misma postura, con Robert Jordan boca abajo y con el pecho sobre agujas de pino, comienza su apasionante aventura en la sierra de Guadarrama con una banda de guerrilleros republicanos.
Se podría decir que un análisis que comienza con esta anécdota literaria (el presidente Petro alude con frecuencia a esta obra, incluso en la ONU) sin mayor trascendencia no puede dar para hacer señalamientos al jefe de Estado sobre una conducta infundiosa (muchos, para exculpar al mandatario, pueden calificarla de simple lapsus). Pero varias de sus intervenciones provocan una analogía con el poema del gran John Donne en la que no se diga ya que el tañer de las campanas anuncia la muerte de alguien, lo cual disminuye a la humanidad, sino, por acción del mandatario, la muerte de la verdad, lo cual menoscaba la democracia.
Algunas faltas a la verdad de Gustavo Petro
Porque, así como no se ciñe a la verdad en la literatura, el presidente Petro tampoco lo hace en otros ámbitos más delicados para el país, como cuando dijo que no había podido firmar la reforma laboral porque el presidente del Senado, Efraín Cepeda, se había escapado a su periodo vacacional para no suscribir esa iniciativa.
“Espero que vuelva de sus vacaciones el día martes para firmar el decreto”, dijo el presidente. Pero Cepeda lo desmintió: “No he tomado vacaciones ni he eludido mis obligaciones legales y constitucionales […]. El documento que usted menciona debe ser remitido por el Presidente de la Cámara de Representantes al Senado de la República, y aún no lo he recibido; estoy a la espera de dicho envío para actuar en consecuencia. […] Sus asesores lo guían frecuentemente por un camino de inexactitudes. No es la primera vez que ocurre”.
El presidente Petro también aseguró que un juez había tutelado el derecho a la consulta popular y sostuvo que el operador judicial “determinó que hubo fraude en el Senado y ordena repetir la votación del Senado en las próximas 48 horas”. El fallo de tutela, sin embargo, si bien amparaba el derecho fundamental al debido proceso de que es titular la senadora María José Pizarro, lo que hacía era ordenar al presidente del Senado, Efraín Cepeda, que en el término de 48 horas siguientes a la notificación de la providencia resolviera el recurso interpuesto por Pizarro relacionado con el cierre de la votación para la aprobación o no de una consulta popular. En ninguna parte el juez menciona la palabra fraude y mucho menos ordenaba repetir la votación.
En referencia a la compra de un predio en Sabaneta, área metropolitana de Medellín, para la construcción del megaproyecto de la Arena Primavera, el jefe de Estado afirmó: “Este es un regalo del gobierno nacional al pueblo de Medellín”. El alcalde de Sabaneta, Alder Cruz, respondió: “El Arena Primavera […] ha sido producto de la articulación entre el sector privado y la Alcaldía de Sabaneta […]. Nada ha tenido que ver el Gobierno Nacional, ni el presidente Petro con la estructuración de este importante proyecto […]. Presidente @petrogustavo, deje de mentirle a Colombia. Usted y su gobierno no pondrán un solo peso en este proyecto, y tampoco tendrán nada que ver con su construcción. No se adjudique lo que no le corresponde”.
Y también faltó a la verdad cuando se refirió al viaje que hizo la joven e inexperta jefa de gabinete del Ministerio del Interior, Juliana Andrea Guerrero Jiménez, entre Bogotá y Valledupar en un avión de la Policía. El mandatario aseguró que ella iba a cumplir una tarea en beneficio del país: “Critican a una niña porque el ministro la mandó a hacer un mandado que no era para él, sino para Colombia”, dijo, aunque después se supo que Guerrero Jiménez en realidad se había desplazado hasta la capital del Cesar para hacer diligencias personales en la Universidad Popular del Cesar (UPC), y asistir al Festival Vallenato.
Más alarmante fue lo que dijo el jefe de Estado en el fuerte militar de Larandia (Caquetá), en donde advirtió el riesgo inminente de que Bogotá, sometida a un racionamiento desde el 11 de abril de 2024, se quedara sin agua en marzo de 2025, por lo que los capitalinos deberían ser evacuados, proceso en el cual participarían activamente los militares. “¿Ustedes se imaginan qué tendremos que hacer con una ciudad de millones de habitantes sin agua? Esa realidad que nos puede colocar en una emergencia, hasta nos tocaría llevar a muchos de ustedes allá, a ver cómo hacemos para sacar población, para racionalizar el agua, para ver dónde conseguimos agua”, dijo en octubre.
Llegó marzo de 2025 y el apocalíptico panorama ya se evaporaba. Por el contrario, en julio pasado el alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, anunció la entrada en operación del último tren (corredor de tratamiento de agua) de los siete que tiene la planta de Tibitoc, que abastece de agua a la capital. Así, esa planta triplicó su capacidad al pasar de tratar 3,6 metros cúbicos por segundo a 10,5. Además, la CAR le amplió a la ciudad la capacidad de captación de agua del río Bogotá durante seis meses al año a 9,56 metros cúbicos de agua por segundo. Con todo esto se eliminó para Bogotá el riesgo de desabastecimiento de agua para las próximas tres décadas y no será necesario el envío de militares para evacuar a los capitalinos.
El otro escenario en el que el presidente Petro hace tañer de vez en cuando las campanas por la verdad es la red social X. El mes pasado compartió la imagen de un submarino incautado por la Armada, retocada con inteligencia artificial, y escribió: “Trajeron misiles tierra/aire Sam16, nunca había existido tal armamento en Colombia, lo apuntan al presidente, ahora vemos la última tecnología aplicada al traqueteo. Detritus del capitalismo con máxima tecnología, ante lo cual se debe responder”. La misma semana publicó un video en el que mostraba una supuesta obra que hizo su Gobierno en La Guajira. Fue corregido por los ciudadanos que le aclararon que lo que mostraba correspondía al puente Keeper of the Plains, en Wichita (Kansas, Estados Unidos). El mandatario eliminó el trino, pero las campanas siguen doblando.
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