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Escrito por:  Fredy Moreno
Editor jefe     Jul 16, 2025 - 9:35 am

En comunicación política (como en prácticamente todo tipo de comunicaciones) la claridad, la sencillez, el orden y la concisión son determinantes. Si un mensaje no fluye con base en estos criterios, llegará a los destinatarios alterado, incluso distorsionado, cuando no incompleto. En el caso del presidente Gustavo Petro, sus pronunciamientos parecen anegarse en confusión debido a sus farragosas digresiones, costosas no solo por el esfuerzo que deben hacer los colombianos para entenderlo, sino porque afectan gravemente su imagen y les dan municiones a sus detractores.

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En su alocución televisada de este lunes 15 de julio, lo que sí quedó claro es que en los discursos del mandatario se sigue una estructura inicial, un plan comunicativo, que sucumbe a sus propios incisos en los que incluye todo tipo de temas, que van desde aspectos de la realidad hasta las más fantasiosas ideas, como traer la Estatua de la Libertad de Nueva York a Cartagena. Un discurso escrito o el siempre valioso apoyo del ‘teleprompter’ (o apuntador electrónico) le harían más fácil la tarea el jefe de Estado.

El tema de esta intervención era mostrarles a los colombianos las millonarias deudas que tienen las EPS con las IPS, e informar el dramático panorama de la salud en el país, para llegar a la conclusión, en palabras del presidente Petro, de que “se debe aprobar la reforma a la salud o esto se hunde, y los que se mueren son los colombianos y las colombianas”.

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Sin embargo, sin haber abordado ese tema, comenzó con una digresión dedicada a criticar el hecho de que, según él, sus consejos de ministros son censurados “cuando la ciudadanía tiene derecho de saber cómo se le gobierna, sin mentiras”, y a los canales privados de televisión, a los “grandes capitales, poderosos, que se han adueñado de Colombia y de su democracia y le han quitado el alma”. También responsabilizó a los canales privados de condenar a la sociedad colombiana “a una de las mayores desigualdades, a que no se cumpla la Constitución del 91 y a una violencia extrema”.

Consciente de la dimensión del tema central que iba a abordar (las millonarias deudas que tienen las EPS con las IPS), el presidente Petro anticipó que se iban a “transmitir muchos cuadros” y que lo que iba a decir sería “algo largo”, pero casi no despega por insistir en sus señalamientos no ya contra los canales privados, sino contra la prensa: “La prensa del gran capital, con mucho poder informativo, aquí ha cometido las peores atrocidades respecto al derecho de información de los colombianos y las colombianas. Es salvaje lo que han hecho”. Para el mandatario, los medios “cogieron el informe de la Contraloría y lo volvieron al revés”.

Como un avión con sobrepeso, el jefe de Estado no conseguía levantar el vuelo discursivo. No era claro si estaba más cargado de rabia contra los medios o contra los que señala de haberse robado los recursos. “Cuando se afecta la salud robándose los dineros públicos, que es lo que han hecho, y algunos dueños de medios son socios de estos rateros, es que se ha vulnerado no solo el derecho a la salud que debe existir, sino el derecho a la vida. Han matado millones de colombianos, más que el paramilitarismo, más que el Estado mismo, más que las guerrillas insurgentes, más que la mafia […]”.

Incluso, sin haberse metido de lleno en el tema central de su alocución, el mandatario aprovechó para sugerir el tema de la reelección, sin especificar si de su propia persona o de su proyecto político. “Por eso estamos aquí. Denunciando y cambiando las cosas hasta donde los señores magistrados y los señores políticos nos dejan. Pero pelearemos hasta el final. Y ojalá el pueblo colombiano decida, ese será su gran decisión. Una democracia decide el pueblo libremente si continuamos o no, y volvemos a que los rateros gobiernen a Colombia”, dijo.

Después sí llegó al punto: la deuda de las 29 EPS es de 32,9 billones de pesos a 31 de diciembre de 2024, una cifra que el presidente Petro calificó de “mal hecha”. Además, señaló dos errores metodológicos: en 2020 el peso estaba más desvalorizado, lo mismo que en los años subsiguientes, “luego hay que traer la cifra en pesos constantes del 31 de diciembre del 2024”. Explicó se si se aplica el “factor deflacionario por el de la tasa de cambio, y ya, tenemos el dato: eso va a dar casi 50 billones de pesos de deuda”. El segundo error, según el presidente, es que “la deuda real la hayan liquidado los presidentes dejando que no se pagaran a los hospitales y clínicas” desde 1993. “La deuda es más de 100 billones de pesos”, fue una de sus primeras conclusiones.

Gustavo Petro, de la Estatua de la Libertad a la dialéctica

En realidad, la exposición llena de cifras y cuadros resultaba interesante e informativa. Pero el jefe de Estado se desvió en varias oportunidades para atacar a los medios con afirmaciones difíciles de probar como que “la culpa de la deuda la tiene los dueños de la prensa y sus socios políticos y empresariales” y para hablar del estado de salud del exvicepresidente Germán Vargas Lleras;  de su supuesto patrimonio en La Toscana (Italia), y también hizo varios comentarios sobre su exministro de Salud Alejandro Gaviria, lo que después le daría pie para hablar de la “traición” de varios de los integrantes de su gabinete.

En otros momentos, quizá con el propósito de darle más fuerza retórica a la exposición de sus ideas, atacó de nuevo a Estados Unidos. “Entonces creen que somos inferiores y se creen, por ser de piel blanca, que son raza superior. Eso se lo cree solo Hitler”, dijo muy airado, y en ese punto planteó revisar el concepto de libertad que representa la icónica estatua en Nueva York: “Pongámonos de acuerdo en lo que toca: democracia y libertad. Si no, esa estatua de Nueva York hay que trasladarla a Cartagena”.

También se refirió a los hipopótamos del Magdalena Medio; le dijo “criminal” al dueño de Keralty, casa matriz de Sanitas, y aseguró que tenía que irse de Colombia; habló de los mafiosos italianos, de Florencia (“donde casi muero de covid, y después dicen que estoy en fiesta [risas]”); de la filosofía dialéctica (“la contradicción, la unidad de los contrarios, es el movimiento y por tanto la vida, y sirve para política porque yo la he practicado, y sirve para la vida, y sirve para el universo. Oscuridad y luz”). Hasta dijo que por ser socialista no hablaba con las máquinas (!).

Por supuesto, las reacciones de sus detractores (no de los seguidores del presidente Petro, que encuentran inspirador y motivante todo lo que dice), fueron inmediatas. Por ejemplo, el exministro Gaviria, blanco de ataques en diferentes momentos del discurso del mandatario, dijo que la salud de los colombianos “está en manos de un presidente delirante, fuera de sus cabales y de un grupo de funcionarios pusilánimes, incapaces de reaccionar ante su verborrea televisada”. El representante del Centro Democrático Hernán Cadavid escribió: “¿Qué día llega la Estatua de la Libertad a Cartagena? Absolutamente delirante y desequilibrado”.

Para el precandidato presidencial Sergio Fajardo, “el presidente Petro está dando un espectáculo lamentable, en vivo y en directo por televisión. Patético. Y lo que falta”. El exministro de Defensa Juan Carlos Pinzón sostuvo que el mandatario “dijo cosas llenas de improvisación, imprecisiones y pasiones”, y aseguró que el tono y comportamiento de Petro “son indignos con su cargo, con su deber y la reputación del país en el mundo”. Andrés Forero, otro congresista del Centro Democrático, se preguntó: “¿En qué estado y bajo efectos de qué sustancias, Gustavo Petro dio la alocución presidencial hoy?”. Y, para rematar, Katherine Miranda, congresista de la Alianza Verde, dijo: “Genuinamente estoy preocupada por la salud mental del presidente; lo de hoy (martes) es demencial”.

Una de las preguntas más recurrentes en redes fue “¿Qué le pasó a Gustavo Petro?”, y por ese mismo medio se compartieron videos con el jefe de estado enredado en sus palabras. Es claro que algo está fallando en la planeación y ejecución de la comunicación política del presidente de la República que, si bien tiene cosas importantes qué informarle al país, parece no estar logrando ese objetivo. Esto también puede ser crítico en el propósito de reelegir su proyecto político.

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