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Escrito por:  Fredy Moreno
Editor jefe     Ago 7, 2025 - 8:53 am

Dos días antes de la fecha en que el país conmemora la Batalla de Boyacá, el presidente Gustavo Petro informó que Perú “ha copado un territorio que es de Colombia”, y por eso decidió celebrar la fiesta patria en Leticia, capital del Amazonas, como un acto de soberanía. Se refería a la presencia peruana de ciudadanos, autoridades y fuerza pública peruanas en la isla de Santa Rosa, cuya ubicación se calcula en el medio del río, pero cargada del lado colombiano. La decisión coincide con varios factores que hacen pensar que otras razones pudieron mover al mandatario a sacar la ceremonia del Puente de Boyacá donde se celebra la épica batalla tradicionalmente.

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La primera, atribuida a una versión periodística, y por la cual el jefe de Estado decidió contar lo que pasaba, es que, como el departamento de Boyacá está bloqueado por las protestas de campesinos y mineros, no se podía hacer en el Puente de Boyacá. Primero porque el mandatario se vería abocado a encontrarse con los protestantes y exponerse a sus reclamos, segundo porque iba a ser materialmente imposible que llegara hasta el emblemático lugar, y tercero porque se podrían visibilizar los puntos de concentración. Pero el mandatario advirtió que la ceremonia “no se traslada a Leticia por los bloqueos”.

El río Amazonas se manda solo

También dijo que “el gobierno usará antes que nada, los pasos diplomáticos para defender la soberanía nacional”, y que la acción de Perú “puede hacer desaparecer a Leticia como puerto amazónico quitandole [sic] su vida comercial”, un hecho que, de todas maneras, ocurrirá dentro de cinco años, de acuerdo con un reciente informe de la Universidad Nacional, no por lo que esté haciendo el país vecino, sino porque el río Amazonas está vivo y decide sobre su propio curso.

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Según la Agencia de Noticias de la UNAL, en 1993, un estudio del Laboratorio de Estudios Hidráulicos de esa institución de educación superior Sede Bogotá ya había determinado que el mayor flujo de agua del río se concentraba en la frontera colombo-peruana, en donde ese país cuenta con un único canal que captaba cerca del 70 % del caudal, mientras que del lado colombiano —conectado a través de dos canales desde las islas de Ronda y Rondiña, en la Chinería— recibía apenas el 30 % del flujo.

Hoy la UNAL dice sin ambages que en el año 2030 Colombia se quedará sin su río más importante, el más caudaloso y extenso del mundo, hogar de miles de especies de peces y sustento de comunidades indígenas, y lanza un llamado al Gobierno para que se tomen en serio el problema, pues ya solo queda el 19,5 % del flujo de agua en los dos principales canales que conectan el Amazonas en nuestro territorio, eso durante invierno, porque en verano es todavía más bajo. Desde hace treinta años ya se sabía que el caudal seguiría disminuyendo y que era urgente tomar medidas, pero las advertencias y recomendaciones han sido ignoradas, incluso por el actual Gobierno.

¿Estrategia de distracción de Gustavo Petro?

Y si no es la acción unilateral de Perú la que, como dice el presidente Petro, “puede hacer desaparecer a Leticia como puerto amazónico” —algo que no se resolverá con una ceremonia de soberanía, sino invirtiendo dinero para construir espolones (grandes estructuras de roca o tierra en el fondo del Amazonas) y limpiar los sedimentos acumulados para que el agua pueda circular nuevamente sin ningún problema, como recomendó el profesor Santiago Duque, de la UNAL Sede Amazonia, que lleva más de 35 años monitoreando el caudal—, ¿entonces qué más motiva el reclamo a Perú y celebrar la Batalla de Boyacá en Leticia?

En este punto cobra más fuerza el contexto de la decisión presidencial si se quiere encontrar una explicación razonable para el reclamo por la isla Santa Rosa, que lleva varios años ocupada por el país vecino y no se había abocado antes la solución a este problema bilateral: el mandatario comienza su último año de gobierno con una fuerte polarización política en medio de la cual debe impulsar a como dé lugar la reelección de su proyecto político. Además, enfrenta una fuerte arremetida de la oposición por el atentado contra el precandidato Miguel Uribe Turbay y la condena al expresidente Álvaro Uribe.

Él mismo ha endurecido su discurso y sus formas (impresiona la manera en que manoteó, vociferó y esgrimió su lápiz en la alocución de este martes), por lo que el acto de soberanía en Leticia no deja de tener un tufillo desafiante, propio del talante del mandatario. Alejandro Santos, de Caracol Radio, recordó que los dos países van a tener elecciones en menos de un año; Dina Boluarte y Petro son presidentes impopulares (ella cuenta con el 4 % de aprobación, mientras que el colombiano ronda el 30 %); los dos gobiernos están, desgastados, en su fase de salida; y las relaciones entre los dos no son buenas.

“Hay que pedir mesura y responsabilidad y que se apele a la diplomacia. No estamos para que estos presidentes empiecen a jugar con candela y a hacer política con la frontera, porque en ese escenario, sin duda, todos vamos a perder”, dijo Santos en la emisora. “Estos temas fronterizos son muy delicados, muy sensibles, y es muy peligroso hacer política para buscar apoyos internos, buscando un enemigo común”.

La academia explora la teoría de la distracción

Esta reflexión de Santos hace dirigir la mirada a los anaqueles académicos en los que se encuentran trabajos como la ponencia de Raúl Daniel Niño Buitrago en el congreso de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política (Alacip) de 2013 en el marco del proyecto de investigación ‘Teoría de la distracción para los líderes de estilo populista en América Latina’, con el apoyo de la Universidad Militar Nueva Granada. El autor consultó a pensadores como Jack S. Levy, que considera cómo la teoría del grupo intrínseco/grupo extrínseco ve al conflicto externo como generador de cohesión, y T. Clifton Morgan y Kenneth N. Bickers, que parten de tres supuestos: 1) los líderes creen que una política internacional hostil creará la percepción de enemigo externo; 2) el enemigo externo genera cohesión y apoyo; y 3) los líderes políticos valoran el apoyo político y si este se ve amenazado actuarán para protegerlo.

Otra forma de entender los conflictos interestatales como herramienta distractora —escribe Niño Buitrago— es utilizando como lente analítico el dilema de mandante-mandatario, que describe la dicotomía en la que se encuentra el mandatario en el proceso de toma decisiones, y los dos caminos que se le presentan: por un lado, puede basar su accionar pensando en el bienestar del mandante, o por el contrario, puede determinar su comportamiento en relación con lo que le dé mayor beneficio. “Este dilema ayuda a entender la motivación que puede tener el líder para utilizar estrategias distractoras para asegurar su reelección, sin importar que esto conlleve altos costos para el pueblo o mandantes”, precisa.

Finalmente, Niño Buitrago cita, entre otros más, a Joe D. Hagan, que encuentra cinco razones de las instituciones y los tomadores decisiones centrales para explicar el conflicto externo desde las causas internas. De esas cinco, dos pueden explicar la situación planteada por el presidente Petro con Perú y la conmemoración de la Batalla de Boyacá en Leticia: 1) La supervivencia de la élite y las estrategias de distracción; en esta razón, el gobierno utiliza las relaciones internacionales para distraer los problemas que se tiene con la oposición. 2) Mantenimiento de la coalición, con intercambio de favores e hipernacionalismo.

 

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