El actor que interpretó a Mateíto en ‘Pandillas Guerra y Paz’, John Alexander Ortiz, protagonizó una historia de vida que va mucho más allá de la televisión. Su relato, contado por su hermano, el actor Jorge Soto, reveló en entrevista en la emisora ‘La kalle, cómo un incidente trágico cambió por completo el rumbo de su existencia, llevándolo a un profundo viaje de transformación personal y espiritual.
(Vea también: Freddy Ordóñez, ‘Javi’ en ‘Pandillas, guerra y paz’, no tiene recuerdos gratos de la serie)
John, en su juventud, estaba decidido a romper con la “burbuja” de la fama que le brindaba su carrera como actor. A pesar de ser reconocido por su papel de Mateíto, un personaje que representaba al “malo” en la famosa serie, él no quería ser identificado únicamente por eso. Quería conectarse con sus raíces, con el barrio, con la realidad de la calle.
Así, comenzó a asistir a fiestas de rap y hip-hop en lugares como Villas de Granada y el centro de la ciudad, buscando estar más cerca de su entorno original y escapar del mundo glamoroso de la televisión.
Fue en una de esas fiestas donde ocurrió el suceso que marcaría su vida para siempre. En esa época, era común que los jóvenes, sobre todo en las fiestas, se robaran las gorras unos a otros. Un día, mientras estaba en una rumba, un joven le robó la gorra a John. Sin pensarlo, él lo enfrentó, como le había enseñado su primo, y le advirtió que no le robara.
El ladrón intentó justificar su acción, diciendo que también le habían robado a él, pero John no lo aceptó. Esto desató la ira del agresor, un joven de apenas 15 años, quien, influenciado por el alcohol y las drogas, se enfureció aún más.
El ataque ocurrió cuando John se dirigía a tomar un taxi. De repente, otro vehículo se cruzó frente al que iba a tomar. El agresor descendió del auto, abrió el baúl y, antes de disparar, le lanzó una frase escalofriante: “Los actores también se mueren”.
Influenciado por el personaje de Mateíto, quien en la serie representaba a un delincuente violento, el joven vio en John una figura a la que debía hacer pagar. Acto seguido, le disparó tres veces. Fue un acto de ignorancia que confundió la realidad con la ficción, algo que John, como actor, conocía bien.
Los médicos diagnosticaron que John nunca volvería a caminar. Además, le dijeron que no podría tener hijos y que dependería de una sonda para orinar y de pañales para el resto de su vida. Sin embargo, lo que parecía el final de su vida fue, en realidad, el comienzo de un proceso de sanación mucho más profundo.
La madre de John, quien había estado ausente en su vida y a quien Jorge había resentido por su abandono, comenzó a orar fervientemente por su hijo. A pesar de la rabia que sentía por su madre, Jorge comenzó a observar cómo, poco a poco, las cosas cambiaban.
En su momento de dolor y desesperación, John comenzó a pedir perdón a su madre y a confrontar su fe. Fue entonces cuando, contra todo pronóstico médico, los milagros comenzaron a ocurrir. No solo comenzó a recuperar la movilidad, sino que, años después, tuvo dos hijos, desafiando todas las predicciones científicas.
Para Jorge, este hecho fue una clara demostración de que lo imposible para los seres humanos es posible para Dios. Él vio cómo su hermano, a pesar de las dificultades, encontró una paz y tranquilidad profundas gracias a su relación con la fe.
Esta paz fue algo que Jorge envidió, ya que, debido al abandono de sus padres, él mismo se sentía vacío y perdido, buscando llenar ese hueco con fiestas y mujeres. Pero al ver la calma y serenidad de su hermano, comenzó a buscar algo más profundo y duradero: la paz que solo se puede encontrar a través de una conexión verdadera con Dios.
Hoy en día, John Alexander Ortiz ha decidido alejarse de la televisión y viajar por todo el país contando su testimonio. Su historia, que muchos desconocen, es un mensaje de esperanza y fe, un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay luz.
Por su parte, Jorge Soto, con su propia experiencia personal, comparte este mensaje a través de charlas inspiradoras bajo el nombre Génesis mi ADN, enfatizando la importancia de contar nuestra historia desde lo más profundo de nuestro ser, con autenticidad y sin máscaras.
La vida de John, desde su accidente hasta su proceso de sanación, demuestra que, aunque las circunstancias puedan parecer insuperables, siempre hay espacio para los milagros, para el cambio y para la paz interior. Su historia no solo inspira a quienes lo conocen, sino que también nos invita a reflexionar sobre el poder transformador de la fe, la perseverancia y el amor.
* Pulzo.com se escribe con Z
LO ÚLTIMO