
Lanzada en 2013, esta iniciativa busca fortalecer la influencia global de China mediante la construcción de puertos, ferrocarriles, autopistas, redes digitales y corredores logísticos que faciliten el flujo comercial.
En 2025, la ‘Ruta de la Seda’ ha evolucionado no solo como un proyecto físico, sino también como una ‘Ruta de la Seda Digital’, promoviendo inversiones en tecnología, telecomunicaciones y plataformas de comercio electrónico.
(Vea también: Petro pide vender negocio de Ecopetrol en Estados Unidos para invertir en energías limpias).
Más de 140 países participan activamente en esta red global. América Latina, por ejemplo, ha visto un aumento en la inversión china en sectores como energía, minería, infraestructura y tecnología.
Hacer negocios con China en este contexto requiere comprender su cultura empresarial, que valora la construcción de relaciones a largo plazo (guanxi), el respeto a la jerarquía y la negociación paciente.




También es clave adaptarse a su sistema legal, entender las políticas de control estatal y los marcos regulatorios cambiantes. China prioriza proyectos estratégicos que estén alineados con sus intereses geoeconómicos y ambientales, lo que significa que la sostenibilidad y la innovación tecnológica son cada vez más relevantes.
Para las empresas extranjeras, integrarse en la ‘Ruta de la Seda’ representa una oportunidad significativa de expansión, pero también exige preparación, socios locales confiables y un conocimiento profundo del entorno chino.
La transparencia, el cumplimiento legal y la adaptación cultural son esenciales para lograr acuerdos exitosos y sostenibles en este escenario global liderado por China.
‘Ruta de la Seda’ y por qué es buena o mala para Colombia
La posible adhesión de Colombia a la ‘Ruta de la Seda’ impulsada por China puede tener implicaciones tanto positivas como negativas, dependiendo del enfoque estratégico que adopte el país y de cómo se gestionen los riesgos asociados.
En términos positivos, participar en esta iniciativa podría abrir nuevas oportunidades de inversión en infraestructura, tecnología, energía y logística, sectores donde Colombia aún enfrenta importantes desafíos. China, como potencia económica global, cuenta con los recursos financieros y técnicos para desarrollar grandes proyectos que podrían modernizar puertos, carreteras, ferrocarriles y redes digitales en el país. Esto no solo mejoraría la competitividad regional de Colombia, sino que también facilitaría la integración con mercados internacionales, especialmente en Asia, Europa y África. Asimismo, el acceso a nuevos financiamientos y alianzas estratégicas con empresas chinas podría dinamizar sectores productivos como el agroindustrial, el minero y el energético, fortaleciendo la diversificación económica.
No obstante, también existen preocupaciones legítimas sobre los posibles efectos negativos de un acercamiento estrecho con China bajo la ‘Ruta de la Seda’. Uno de los principales riesgos es el endeudamiento excesivo con condiciones poco transparentes, como ha ocurrido en algunos países africanos y asiáticos que se han visto atrapados en la llamada “trampa de la deuda” china.
Además, los estándares laborales, ambientales y sociales que algunas empresas chinas aplican en el extranjero no siempre se alinean con los principios de sostenibilidad y derechos humanos que Colombia busca promover. También se teme una pérdida de soberanía económica si sectores estratégicos quedan bajo control de capital chino sin regulaciones claras. Otro aspecto crítico es la geopolítica: un mayor alineamiento con China podría generar tensiones con Estados Unidos, tradicional socio comercial y político de Colombia, en un momento en que las rivalidades globales entre ambas potencias se intensifican.
Qué se debe tener en cuenta con la ‘Ruta de la Seda’
La adhesión de Colombia a la ‘Ruta de la Seda’ puede ser beneficiosa si se negocia con inteligencia estratégica, se establecen límites claros, y se asegura la transparencia en los acuerdos.
El país debe priorizar su desarrollo nacional, proteger su autonomía y fortalecer sus instituciones para evitar impactos negativos. Con una política exterior equilibrada y una visión de largo plazo, Colombia podría aprovechar esta iniciativa para impulsar su crecimiento sin comprometer su estabilidad ni su soberanía.
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