Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por Andrea Castillo   May 29, 2025 - 7:49 am
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El balón dejó de rodar hace mucho tiempo para Antony de Ávila, ‘El pitufo´, de 62 años, ya que fue un talentoso delantero que deslumbró en las canchas con la camiseta de la selección Colombia y del club América de Cali.

Actualmente, su realidad es mucho más dura: una condena por tráfico internacional de drogas que lo mantendrá tras las rejas, al menos, hasta 2033, en condiciones calificadas por muchos como inhumanas.

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Desde el pasado 21 de septiembre de 2021, la vida de De Ávila pasa entre los muros de la conocida prisión de Poggioreale, en Nápoles. Este penal italiano, famoso por las múltiples denuncias de tortura y malos tratos, se convirtió en su calvario tras su captura durante unas vacaciones en Italia.

La justicia italiana lo señaló por presunta colaboración con el clan Buonerba, una red de narcotráfico que opera en Nápoles y Génova, razón por la cual ya había sido condenado en ausencia a 12 años de prisión en el año 2004.

En el complejo sistema judicial italiano, la esperanza de reducción de pena es casi nula para los delitos como el que enfrenta De Ávila.

“Normalmente, si un hombre es condenado por este delito en Italia, debe cumplir toda la pena en prisión sin posibilidad de beneficios”, explicó su abogado, Fabrizio de Maio, al diario Extra de Ecuador.

Esta inflexibilidad augura un largo y difícil camino para el exfutbolista, por lo menos hasta 2033, que es cuando se cumple su condena, como se mencionó.

Conocida popularmente como “la cárcel de la Camorra”, Poggioreale no solo carga con una temible reputación, sino que padece un hacinamiento importante. Diseñada en 1914 para 1.680 internos, hoy alberga casi el doble, creando un ambiente de deterioro a simple vista.

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Informes de organizaciones de derechos humanos denunciaron que este centro carcelario es escenario frecuente de maltratos y torturas, una situación que se agrava por la ausencia de sistemas de videovigilancia en el lugar. Dicen que esa cárcel es una verdadera “pesadilla”.

El portal Liberties documentó durante muchos años cómo la Fiscalía de Nápoles investiga los numerosos abusos en Poggioreale: secuestro, lesiones, maltratos, coacción y abuso de poder. Ellos señalaron con preocupación la existencia de la “Sala Cero”, un espacio de aislamiento supuestamente utilizado para torturar a los reclusos.

La desesperación en ese lugar, según contaron, ha llevado a tasas alarmantes de suicidios entre los internos, quienes, de acuerdo con el medio, recurren a esta trágica decisión para escapar de los abusos.

La situación de De Ávila permanece rodeada de incertidumbre. Sus familiares expresaron al medio Las 2 Orillas, su profunda preocupación por su estado físico y emocional dentro del penal internacional, debido la situación conocida del maltrato.

La ausencia de un convenio de extradición o traslado de presos entre Colombia e Italia significa que el exjugador seguirá en Poggioreale, como confirmó su abogado Fabrizio de Maio. Más allá del campo judicial, el caso de “el Pitufo” ha generado opiniones en el deporte y la sociedad.

Tulio Gómez, dueño del club América de Cali, han defendido a De Ávila, por “andar mal acompañado”, recordando un arresto anterior en Italia por estar junto a una persona con antecedentes penales, incidente que en aquel entonces terminó con su liberación.

La vida de quien fue un ídolo del fútbol colombiano se ha transformado en un testimonio de aislamiento y precariedad, según lo que se conoció del penal. La escasez de información sobre su bienestar solo sigue alimentando la “incertidumbre”.

Su familia ha agotado recursos, vendiendo propiedades para financiar su defensa legal y pidiendo, sin éxito, el apoyo de las autoridades colombianas o de los equipos donde De Ávila dejó una huella importante en su época como futbolista profesional.

Poggioreale no es ajena a las críticas. Varias investigaciones entre 2015 y 2016 ya habían expuesto los múltiples abusos, identificándola como una de las cárceles más peligrosas de Europa y quizá, del mundo.

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Las continuas denuncias de torturas hace pensar en las críticas contra un sistema penitenciario italiano que, según varias organizaciones sociales, está al borde del “colapso”, porque no cabe una persona más.

La falta de supervisión y el hacinamiento en un entorno que deteriora los derechos básicos de los prisioneros es solo uno de los problemas en ese lugar, tal y como lo ha señalado Liberties en sus artículos.

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