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Bogotá ha dado un paso sin precedentes al presentar el Índice de Seguridad Alimentaria de Bogotá (ISAB), una herramienta que mide con precisión cómo funciona su sistema alimentario y qué tan preparado está para asegurar alimentos seguros, nutritivos y suficientes a sus más de ocho millones de habitantes. Esta medición integral surge de la necesidad de contar con evidencia concreta sobre la capacidad de la ciudad para garantizar la seguridad alimentaria, especialmente considerando que Bogotá depende en un 80 % de productos llegados de otras regiones, lo que la hace vulnerable a diferentes riesgos.
El ISAB se construyó a partir de 13 variables agrupadas en cinco dimensiones claves: disponibilidad, acceso, consumo, sostenibilidad e inocuidad. Esta metodología responde a estándares internacionales y se adapta al monitoreo territorial específico de la ciudad, integrando las prioridades de la estrategia “Bogotá, mi Ciudad, mi Casa”. Para el año 2023, el índice arrojó un resultado de 76,8 puntos, lo que, según la Secretaría de Desarrollo Económico, representa un desempeño estable que pone en evidencia tanto los logros alcanzados como las áreas en las que se requiere mejorar.
De acuerdo con los datos recopilados, Bogotá muestra avances en cuanto al acceso a los alimentos y la calidad del consumo. Ello se evidencia en indicadores relacionados con la reducción de la pobreza monetaria, tasas más altas de lactancia materna exclusiva y una disminución en los casos de desnutrición aguda infantil. En cuanto a la disponibilidad, el abastecimiento diario de frutas, verduras y cárnicos provenientes de las regiones productoras sostiene la oferta alimentaria, lo que constituye una fortaleza fundamental para la ciudad.
Sin embargo, la herramienta también expone desafíos relevantes. El índice indica que existen amenazas en sostenibilidad y adaptación, como lo son los delitos ambientales, afectaciones a los corredores logísticos y riesgos climáticos relacionados con las fluctuaciones de temperatura. Así mismo, en la dimensión de calidad e inocuidad, se destaca la prevalencia de enfermedades transmitidas por alimentos y ciertas tensiones en la cadena de frío, lo cual subraya la urgencia de mejorar la vigilancia sanitaria y las condiciones de manejo alimentario.
Sobre la importancia de esta novedad, Gabriel Angarita, director de Estudios Económicos de la Secretaría de Desarrollo Económico, enfatizó que el ISAB permite “ver las fortalezas y detectar las urgencias”, lo que facilita tomar acciones tempranas para proteger a las familias más vulnerables y asegurar que los alimentos sigan siendo seguros y de calidad. Esta visión se traduce en un diagnóstico útil para anticipar riesgos y orientar acciones públicas.
La publicación del ISAB marca un avance decisivo para Bogotá. Ahora, la ciudad dispone de una base sólida para diseñar políticas alimentarias informadas, coordinar mejor con las regiones proveedoras y fortalecer la resiliencia de su sistema frente a retos climáticos, sociales y logísticos, consolidando así el derecho a la alimentación para todos sus habitantes.
¿Qué implica la inocuidad en el contexto de la seguridad alimentaria?
La inocuidad hace referencia a la calidad sanitaria de los alimentos: implica que estos no representen riesgos para la salud y estén libres de contaminantes y patógenos. En el ISAB, la inocuidad es una de las cinco dimensiones analizadas y adquiere relevancia por los datos que muestran todavía la presencia de enfermedades transmitidas por alimentos en Bogotá y desafíos en la cadena de frío.
Esta dimensión es fundamental, ya que sin condiciones adecuadas de manejo y control sanitario podría comprometerse la salud pública, especialmente en una ciudad como Bogotá que depende en gran medida del transporte y almacenamiento de productos alimenticios provenientes de otras regiones del país. Fortalecer la inocuidad es, por tanto, esencial para asegurar confianza y bienestar a la población.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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