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Escrito por:  Fredy Moreno
Editor jefe     Dic 10, 2025 - 10:26 pm

El régimen de Nicolás Maduro se quedó con un palmo de narices y recibió un nuevo y muy duro golpe al no lograr el cometido de evitar que María Corina Machado llegara a Oslo, en donde su hija Ana Corina Sosa Machado recibió por ella el Premio Nobel de Paz que le fue otorgado hace dos meses. La líder opositora pudo salir de Venezuela, pese a que, para atraparla a ella, lo mismo que para perseguir a otros integrantes de la resistencia democrática, ese país fue convertido en un enorme coto de caza por el aparato represor, manejado por la inteligencia cubana, que también pierde en esto.

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La presencia de Machado en la capital noruega, un poco tardía por las dificultades que debió sortear, le debe dar al régimen más escozor que el que le provocaron las palabras de Jørgen Watne Frydnes, presidente del Comité del Nobel, cuando se dirigió directamente a la cabeza del régimen en la ceremonia de entrega del galardón: “Señor Maduro, debe aceptar los resultados electorales y renunciar a su cargo. Retírese”, dijo Frydnes, y fue interrumpido por un cerrado aplauso del público en el Ayuntamiento de Oslo, en el que una imagen de Machado dominaba el recinto solemnemente engalanado.

Eso también debe producirle irritación al régimen: ¿Cómo pudo destacarse así a esa “diabla”, “demonia”, “terrorista”, “cobarde” o “zayona” que ven en María Corina Machado los dos principales jefes del chavismo en Venezuela: Maduro y su segundo al mando, Diosdado Cabello? Pero, sobre todo, ¿cómo pudo Oslo recibir de brazos abiertos a la líder de la oposición, obligada a vivir en la clandestinidad en su propio país?

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María Corina Machado cumplió y llegó a Oslo

Es tal el grado de represión y el nivel de las amenazas contra Machado, acusada por el régimen de decenas de crímenes, que su vida transcurre en refugios secretos. Por no haber dado con ella, y ahora por verla en Oslo, seguramente los generales Javier Marcano Tábata y Alexis Rodríguez Cabello, responsables respectivamente de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM) y el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), tendrán serios problemas con sus jefes. Ambos organismos son señalados por defensores de derechos fundamentales, víctimas e instancias como la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos sobre Venezuela de ser parte de la “maquinaria represiva del Estado”.

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Ellos no pudieron impedir la salida de Machado de Venezuela, y tampoco la disuadieron las intimidaciones ni los insultos de la cúpula del régimen. Los detalles de la evasión tardarán en conocerse (o quizá nunca se descubran), como no se sabe a plenitud cómo fue que Estados Unidos extrajo en mayo pasado al grupo de opositores que estuvieron asilados en la embajada de Argentina en Caracas.

El hecho concreto es que Machado, como lo venía evidenciando su círculo, está en Oslo. De eso estaban seguros sus familiares (madre, hermanas e hijos) que la esperaron en la capital de Noruega, lo mismo que los presidentes de Argentina, Javier Milei; Ecuador, Daniel Noboa; Paraguay, Santiago Peña; y Panamá, José Raúl Mulino, que, además, reveló que él mismo llevó desde su país el vestido que Machado luciría si llegaba a tiempo a la ceremonia. Pero la confianza en Mulino va más allá del encargo del traje. El panameño también es depositario de las actas verdaderas que dan cuenta de la derrota de Maduro en las elecciones del 28 de julio de 2024.

 

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Mirada en conjunto, la presencia de Machado en Oslo revela un plan milimétricamente concebido y ejecutado en las narices de los organismos de seguridad del régimen venezolano, que no fueron capaces de detectarlo y menos de impedirlo. Se trata de un duro golpe que deja en evidencia a Maduro y su séquito, justo cuando necesita demostrar capacidades frente a la operación que adelanta Estados Unidos en su contra en el Caribe. Este hecho no solo tendrá un fuerte impacto positivo en la psiquis de los venezolanos que siguen a Machado, que ven a su líder conseguir objetivos y cumplir lo que dice, sino negativo en la mentalidad y la moral de las tropas, que ven a sus jefes incapaces y burlados.

Ahora, María Corina Machado debe volver a Venezuela

Lo de Machado no es una fuga de Venezuela. No salió para quedarse por fuera. El compromiso con los venezolanos y con sus ideales, es bien sabido, la obligan a volver, así el fiscal del régimen, Tarek William Saab, haya amenazado desde noviembre pasado que sería considerada “prófuga” si abandonaba el país. De ahí que se pueda asegurar que Machado apenas ha hecho la mitad de la tarea. Ahora enfrenta la otra mitad que es regresar de la misma forma en que salió, furtivamente. O quizás no: los opositores más fervorosos piensan con el deseo y creen que Maduro y los suyos ya no estarán para cuando la líder opositora retorne a su país sin ocultarse. Pero de eso no hay certeza. Lo que sí es cierto es que Machado en Oslo ahora es mucho más que la entrega del Premio Nobel de Paz.

Maria Corina Machado, Premio Nobel de Paz / AFP
Maria Corina Machado, Premio Nobel de Paz / AFP

El galardón es el reconocimiento moral más grande que exista en el mundo, lo que eleva la figura de Machado y le confiere una dimensión global, de tal suerte que el espanto que ve en ella el régimen se agigantó hasta llegar a convertirse en pesadilla ecuménica de proporciones bíblicas. Esa victoria moral de Machado conduce a una inobjetable victoria política. El discurso del presidente del Comité del Nobel fue seguido en todo el mundo, y retumbaron como un cañón afirmaciones como esta: “Mientras estamos aquí sentados en el Ayuntamiento de Oslo, hay personas inocentes encerradas en celdas oscuras en Venezuela. No pueden oír los discursos de hoy, solo los gritos de los presos que están siendo torturados. Así es como los poderes autoritarios intentan aplastar a quienes se alzan en defensa de la democracia. […]. Este es el régimen de Nicolás Maduro”.

Por eso, Maduro y los suyos enfrentan hoy al menos tres problemas reales: el primero dentro de Venezuela por un renovado y creciente fervor hacia Machado y la esperanza de cambio y democracia que ella representa para el país. Su nombre ha sonado más y ha captado la atención en estos dos últimos meses como protagonista de una campaña de expectativa que se activó sola, debido a la incertidumbre que hubo sobre su presencia en Oslo.

El segundo es el relanzamiento de la figura de la líder opositora entre la comunidad internacional con la entrega del Premio Nobel de Paz. Hoy el mundo democrático refrenda su respaldo a una transición en Venezuela a partir del reconocimiento de las actas de las elecciones del 28 de julio del 2024. Y el tercer problema para el régimen es el más delicado: la amenaza de una inminente operación militar de Estados Unidos que incrementa paulatinamente su presión conforme suena el tic tac del reloj de una cuenta regresiva.

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El mandatario señaló que la política antidrogas de Estados Unidos, especialmente durante el gobierno de Donald Trump, ha procovado tensiones internacionales y podría tener como consecuencia “una posible invasión a la República de Venezuela”.

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