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El reciente anuncio del ministro de Hacienda, Germán Ávila, respecto a una nueva reforma tributaria que se implementará en Colombia en 2026, marca un hito clave en la estrategia del Gobierno para restablecer el orden fiscal. Según lo expuesto por el Ministerio de Hacienda, esta reforma prevé modificaciones en el Impuesto al Valor Agregado (IVA), una mayor progresividad en los impuestos a la renta y al patrimonio, y la incorporación de gravámenes específicos a productos como tabaco y alcohol, aunque excluyendo la canasta básica familiar, con el fin de salvaguardar a los hogares de menores ingresos (Artículo original).
El contexto fiscal es particularmente restrictivo. El presupuesto nacional proyectado para 2026 asciende a $557 billones, de los cuales el 91,4% ya está atado a obligaciones inflexibles como el servicio de la deuda, pensiones y gastos en salud y seguridad, tal como lo señala el propio gobierno. Esta estructura presupuestal reduce la capacidad de maniobra financiera del Estado y hace imprescindible la activación de la "cláusula de escape" de la regla fiscal, pues un recorte del 3,6% del Producto Interno Bruto (PIB) a través de impuestos podría poner en riesgo tanto el crecimiento económico como la estabilidad de precios.
Los planteamientos del ministro Ávila incluyen gravar con IVA bienes y servicios consumidos mayoritariamente por los sectores de mayores ingresos, sin afectar los productos esenciales. Paralelamente, se incrementarán los impuestos a la renta y al patrimonio sobre quienes detentan mayores recursos, atendiendo recomendaciones de entidades como el Banco Mundial sobre progresividad tributaria (BM, 2024). Además, se añadirán impuestos a tabaco y alcohol para desalentar su consumo, y se revisarán tributos ambientales (como el impuesto al carbono) en consonancia con la tendencia internacional a vincular la política fiscal con objetivos ecológicos.
La rigidez del presupuesto nacional se explica, en parte, por el elevado gasto en subsidios. Entre 2022 y 2025, el Fondo de Estabilización asumió $79,6 billones en apoyos a los combustibles, mientras que los subsidios a energía y gas sumaron otros $18,2 billones. A esto se agregan obligaciones derivadas del crédito flexible del Fondo Monetario Internacional (FMI) tomado durante la pandemia. Según la Universidad Javeriana (2025), mejorar la focalización de estos subsidios podría liberar recursos y reducir la dependencia de la deuda externa, aunque esto plantea desafíos tanto técnicos como políticos significativos.




El Gobierno proyecta un crecimiento económico del 2,7% en 2025 y del 3,0% en 2026, junto con una inflación esperada en torno al 4,5% para 2025 y 3,2% para 2026, previsiones que influyen directamente en la planeación del ingreso fiscal y de las inversiones. En este escenario, se planean aumentos tanto en gastos de funcionamiento como en inversión pública, con la esperanza de que la nueva arquitectura tributaria provea los recursos necesarios para avanzar en condiciones de sostenibilidad fiscal.
La reforma pretende alcanzar un pacto fiscal multianual, orientado no solo a equilibrar las finanzas públicas, sino también a permitir un gasto social e inversión estratégicamente dirigidos hacia educación, salud, infraestructura y la transición energética. Los organismos multilaterales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el FMI respaldan la combinación de reformas fiscales y de gasto como un camino efectivo para la sostenibilidad financiera en países con alta inflexibilidad presupuestal.
Sin embargo, la posibilidad de éxito dependerá de la capacidad del Ejecutivo para gestionar consensos sociales, fortalecer la lucha contra la evasión, afrontar la informalidad laboral y garantizar que las nuevas cargas impositivas no recaigan desproporcionadamente sobre los más vulnerables. Las señales están puestas en un equilibrio delicado: avanzar en la disciplina fiscal teniendo presente la equidad y el crecimiento, en sintonía con lo recomendado por entidades internacionales y expertos locales (OCDE 2023, FMI 2025, Universidad Javeriana 2025).
Preguntas frecuentes relacionadas
¿Cómo puede afectar la reforma tributaria a los estratos medios y bajos en Colombia?
Esta pregunta es fundamental porque el temor principal en cualquier ajuste tributario es el impacto sobre los hogares de menores recursos. Según lo anunciado por el ministro Ávila, la reforma buscará no gravar la canasta básica familiar y focalizar los cambios sobre consumos y patrimonios de los sectores más pudientes. Sin embargo, la forma en que se definan "bienes esenciales" y los mecanismos de implementación serán determinantes para evitar efectos colaterales sobre la población vulnerable.
El contexto regional y los informes técnicos reflejan que, en América Latina, solo reformas cuidadosamente calibradas logran mantener la equidad social, mientras se asegura la recaudación necesaria para servicios clave. Por ello, la vigilancia ciudadana y el debate informado serán esenciales para garantizar que la protección prometida a los estratos medios y bajos sea realmente efectiva y sostenible.
¿A qué se refiere la cláusula de escape de la regla fiscal y por qué es necesaria en este contexto?
La regla fiscal es una herramienta que limita el déficit del Estado para asegurar sostenibilidad financiera a mediano plazo. La cláusula de escape es una excepción que permite sobrepasar esos límites en circunstancias extraordinarias, como choques económicos o pandemias, para que el Gobierno pueda responder a necesidades urgentes sin violar la ley.
En el caso colombiano, la activación de la cláusula de escape se justifica por la rigidez presupuestal actual y la dificultad de financiar el gasto con los ingresos previstos. Así, se evita un ajuste extremadamente fuerte (vía aumento de impuestos o recorte de gasto) que podría lesionar la recuperación económica y el bienestar social, dando tiempo al país para implementar reformas gradualmente y de forma más controlada.
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