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Sergio Rivera, ingeniero agrónomo con amplia experiencia en el manejo de cultivos de flores y palmas en regiones como la Sabana de Bogotá y los Llanos Orientales, alcanzó uno de sus más grandes logros profesionales al integrarse al equipo de jardinería de la Subdirección Técnica Operativa del Jardín Botánico de Bogotá José Celestino Mutis. Este jardín, que representa un pulmón verde de 20 hectáreas y siete décadas de existencia en la capital, es referencia en conservación y embellecimiento urbano, según información del propio Jardín Botánico de Bogotá.
Asignado al mantenimiento de las áreas ajardinadas de las avenidas principales, Rivera y su equipo de siete operarios asumieron una tarea crucial: restaurar las 42 jardineras que, tras más de una década de su construcción, se hallaban gravemente deterioradas, especialmente en la emblemática calle 26, también conocida como avenida Jorge Eliecer Gaitán o El Dorado. Esta vía, de 13,3 kilómetros y poblada por más de 12.000 árboles y arbustos, conecta el centro con el occidente de la ciudad, atravesando las localidades de Santa Fe, Los Mártires, Teusaquillo, Engativá y Fontibón.
Durante el recorrido inicial, Rivera encontró que la mayoría de las jardineras solo tenían tíbar, un arbusto que en varias zonas sobrepasaba los tres metros, mientras que el interior de las coberturas vegetales presentaba una situación precaria. De acuerdo con la información compartida por el Jardín Botánico de Bogotá, el principal problema residía en el impacto de los habitantes en condición de calle, que transformaron los jardines en refugios y depósitos de basura y objetos voluminosos. Esta situación obligó a emprender primero una poda drástica, tras lo cual emergieron enormes cantidades de residuos sólidos: plásticos, mobiliario, ropa y basura, acumulando un total de 134 metros cúbicos retirados entre material vegetal y desechos.
Con la limpieza terminada y los tíbares podados a una altura manejable de 80 centímetros, se planteó un rediseño de los jardines. Rivera, enfocado en la diversidad y recuperación, seleccionó dos jardineras deterioradas cerca al Portal ElDorado y una triangular próxima a la estación Modelia de TransMilenio. En estos espacios, junto a su equipo, introdujo especies como anigozanto (pata de canguro), sietecueros mexicano, bella a las once, clavel chino, lirio iris, llamas, hiedra y Salvia microphylla –esta última inédita en la calle 26–, propiciando así un renacimiento vegetal y estético en áreas antes dominadas por el abandono.
El trabajo continuó con la intervención de otras avenidas y sectores, como el triángulo frente a la Dirección de Investigación Criminal e Interpol (DIJIN), para el cual se utilizaron 30 bultos de compost y 830 plantas nuevas. El impacto positivo fue reconocido, incluso por la policía, y más tardes en los separadores centrales entre las avenidas Boyacá y Rojas se instalaron 2.020 plantas adicionales, logrando transformar jardines lineales y triangulares antes vacíos o degradados. Las labores de riego, fertilización y mantenimiento se mantuvieron como una prioridad, con la expectativa de generar floraciones sostenidas.
Hacia el cierre del año, el equipo de Rivera contemplaba nuevas intervenciones, en particular en los sectores de monumentos y espacios simbólicos de la ciudad, evidenciando cómo el compromiso y la planeación estratégica pueden revertir el deterioro urbano. Según los datos del Jardín Botánico de Bogotá, la labor de 2025 deja un saldo de ocho jardineras restauradas en la calle 26, abarcando 633 metros cuadrados y más de 5.850 nuevas plantas en plena floración.
¿Qué implica para Bogotá la recuperación de espacios verdes como las jardineras de la calle 26?
La recuperación de espacios verdes urbanos, como los jardines de la calle 26 mencionados en el texto, constituye un avance significativo tanto para la biodiversidad local como para el bienestar de los ciudadanos. Según la experiencia relatada por el personal del Jardín Botánico de Bogotá, restaurar estos sectores degradados contribuye no solo a mejorar el entorno visual y ecológico de la ciudad, sino también a la percepción de seguridad y apropiación del espacio público.
Con la intervención y el rediseño de áreas ajardinadas, los habitantes y transeúntes pueden disfrutar de ambientes revitalizados, ricos en colores y especies vegetales nativas o adaptadas como el anigozanto y la Salvia microphylla. Estas acciones favorecen la conservación y consolidan a Bogotá como una ciudad comprometida con sus paisajes urbanos y la calidad de vida de su población.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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