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Este artículo fue curado por pulzo   Ago 26, 2025 - 11:43 am
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El Festival Luna de Locos emerge como uno de los eventos culturales más relevantes en el Área Metropolitana y el departamento de Risaralda al traspasar los límites tradicionales de la poesía. Más que limitarse a auditorios, este festival tiene como propósito acercar la expresión poética a comunidades escolares frecuentemente vulnerables. De acuerdo con la Secretaría de Educación Municipal de Dosquebradas, la iniciativa busca sembrar sensibilidad literaria y artística entre niños y jóvenes, estimulando la creatividad en quienes, por sus contextos sociales, suelen estar alejados de estos espacios culturales.

En sus primeros cinco días, el festival llegó a trece instituciones educativas, entre ellas el Colegio Nueva Granada, situado en la comuna 8 de Dosquebradas, una zona históricamente afectada por altos niveles de violencia y criminalidad. Esta presencia constituye una intervención cultural y educativa, orientada a ofrecer alternativas para la convivencia y el desarrollo personal. Según análisis de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), programas similares en contextos vulnerables han demostrado ser efectivos en la construcción de ciudadanía y cohesión social.

Uno de los elementos más potentes de la propuesta es la interacción entre poetas y estudiantes. Gustavo Osorio de Itá, poeta mexicano invitado, destaca la importancia de acercar la poesía a los jóvenes no solo como arte, sino como herramienta para expandir sus horizontes de pensamiento y sensibilidad cultural. Osorio, en diálogo durante el festival, expresó: “es nuestra esperanza contagiar esta idea de la poesía a una edad temprana para generar un vínculo duradero con la palabra y la creatividad”. Este enfoque encuentra respaldo en diversos estudios pedagógicos, como los publicados en el Journal of Educational Psychology, que sustentan el impacto positivo de las artes en la empatía y el pensamiento crítico de adolescentes en contextos complejos.

Por otro lado, la poeta colombiana Luz Mary Giraldo reflexionó sobre la calurosa recepción de los estudiantes y remarcó el papel de la cultura en la promoción de valores como el respeto y la solidaridad en entornos difíciles. Un momento destacado fue la interpretación musical de “Moliendo café” por los propios estudiantes, quienes, pese a un corte eléctrico, continuaron a capela, demostrando un compromiso simbólico con su identidad cultural y una muestra de resistencia ante las adversidades, según análisis de la antropóloga cultural Claudia Hernández.

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El festival también evidencia una distancia entre los compromisos oficiales y su cumplimiento. La ausencia del secretario de educación municipal, pese a haber confirmado su presencia, reabre el debate sobre el nivel de respaldo institucional en políticas culturales dirigidas a contextos vulnerables. Diferentes reportajes de El Espectador han señalado repetidas veces cómo el limitado apoyo estatal puede restringir el alcance de estos proyectos, lo que pone en riesgo su continuidad y su verdadero impacto en las comunidades.

Posterior a los recitales, los talleres permiten afianzar la experiencia artística. Bajo la guía de poetas como Daniel Mirot Caballero, los estudiantes exploran la escritura creativa, lo que enriquece la alfabetización emocional y fortalece la identidad cultural juvenil. Para la rectora Alba Lucía Correa, el arte transforma y ofrece oportunidades de cambio real en zonas que requieren intervención social permanente.

De acuerdo con la UNESCO, iniciativas como el Festival Luna de Locos fomentan la “voz de esperanza” en comunidades marginadas, contribuyendo a que construyan sus propias narrativas y refuercen el tejido social desde la creatividad y la palabra. Así, la poesía se convierte en un motor de resiliencia colectiva y transformación, capaz de enfrentar las adversidades propias de contextos urbanos difíciles.

En síntesis, el Festival Luna de Locos representa un modelo ejemplar de cómo la cultura y la educación artística pueden incidir en la vida de los jóvenes más allá de lo estético, generando procesos de inclusión, empatía y reconstrucción social a partir del poder de la palabra.

Preguntas frecuentes relacionadas

¿Qué impacto tiene la educación artística en la prevención de la violencia en contextos escolares vulnerables?

El papel de la educación artística en la prevención de la violencia dentro de contextos escolares vulnerables es un asunto ampliamente abordado por la UNESCO y estudios pedagógicos nacionales. La presencia de programas artísticos y culturales permite a los estudiantes canalizar emociones, fortalecer habilidades sociales y desarrollar sentido de pertenencia, factores que, según investigaciones de la Universidad Nacional de Colombia, contribuyen a disminuir conductas violentas y fortalecer la convivencia pacífica.

La experiencia del Festival Luna de Locos ejemplifica este impacto: actividades como talleres de poesía y música motivan a los jóvenes a encontrar formas creativas de expresión, lo que va de la mano con la generación de espacios seguros para el diálogo y la construcción de comunidad. De esta forma, la educación artística se convierte en una estrategia efectiva para transformar dinámicas negativas y promover ambientes escolares más inclusivos y saludables.

¿Por qué la co-creación y el diálogo generacional en la educación artística son relevantes para el desarrollo juvenil?

La co-creación y el diálogo generacional en la educación artística constituyen pilares fundamentales para el desarrollo integral de los jóvenes, especialmente en ambientes de vulnerabilidad. Según estudios publicados en la Revista de Antropología Cultural, estas dinámicas permiten a los estudiantes descubrir la fuerza de su propia voz, afianzar su identidad cultural y establecer vínculos afectivos significativos con sus pares y mentores.

Al compartir experiencias y saberes entre generaciones, los talleres fomentan la empatía, la colaboración y el sentido de continuidad cultural. De esta manera, la co-creación en espacios escolares no solo robustece los procesos de alfabetización emocional, sino que siembra bases para una ciudadanía más crítica y participativa, como lo evidencia la rectora Alba Lucía Correa y diversos análisis de impacto realizados por la UNESCO.

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