
En medio de revelaciones sobre hábitos muy comunes, hay una inesperada receta que se divulgó después de investigaciones que llegaron a resultados más que llamativos a nivel mundial.
Unos expertos aprovecharon para retomar una práctica que fue muy común en el pasado al utilizar como parte de la preparación a insectos en la elaboración de un producto muy común como es el yogur.
Lo interesante es que se encontraron algunos beneficios gracias a este paso que parece curioso, pero que la ciencia demuestra que ofrece oportunidades de las que poco se hablan.
¿Cómo se prepara yogur con hormigas vivas para fermentar?
Un equipo de científicos europeos recientemente reavivó una práctica ancestral poco conocida: elaborar yogur usando hormigas vivas como agente fermentador. Así lo mostró el trabajo hecho desde la Universidad de Dinamarca y publicado en la revista iScience de Cell Press.




Inspirados por costumbres tradicionales de los Balcanes y Turquía, los investigadores replicaron la técnica poniendo 40 hormigas del bosque (especie Formica) en un frasco con leche tibia y dejándolo fermentar dentro de un hormiguero durante la noche. Al amanecer, la leche mostraba signos de transformación: espesor, acidez leve y una textura similar a un yogur primitivo.
El estudio reveló que estos insectos portan bacterias lácticas y acéticas capaces de acidificar la leche y provocar la coagulación. Además, las hormigas liberan ácido fórmico como parte de su defensa biológica, lo que contribuye a alterar el pH del líquido y favorecer el desarrollo microbiano típico del yogur. Asimismo, se conserva una red enzymática en el insecto que facilita la descomposición de las proteínas lácteas.
Los investigadores comprobaron que solo las hormigas vivas desencadenaban una fermentación adecuada. Las variantes congeladas o deshidratadas no lograron generar comunidades microbianas estables, y en algunos casos favorecieron proliferación de bacterias no deseadas.
Este hallazgo no solo valida una costumbre casi olvidada, sino que sugiere un puente entre tradición y ciencia. Por ejemplo, el equipo colaboró con chefs del restaurante Alchemist (Copenhague) para reinterpretar esta técnica en platos creativos: helados con forma de hormiga, quesos tipo mascarpone fermentados y cócteles lácticos inspirados en la receta ancestral.
Sin embargo, los científicos advierten que esta metodología no está lista para aplicación casera general: las hormigas pueden albergar parásitos o bacterias nocivas, por lo cual cualquier uso alimentario debe ser cuidadosamente regulado y validado para garantizar seguridad.
¿Qué tan sano para los humanos es comer insectos?
Comer insectos, también llamado entomofagia, puede ser bastante saludable para los humanos, siempre que se haga con medidas adecuadas de control, higiene y conocimiento de los riesgos. La evidencia científica reciente lo sugiere.
Los insectos comestibles son fuentes ricas en proteínas completas, que incluyen todos los aminoácidos esenciales. Ofrecen además micronutrientes importantes como hierro, zinc, vitaminas del complejo B (incluyendo la B12), minerales como el magnesio, y fibra, especialmente quitina, que puede tener efectos prebióticos en el intestino. También se han documentado propiedades antioxidantes, antimicrobianas e inmunomoduladoras en algunas especies.
Pero no todo es beneficio: existen riesgos que se deben tener muy presentes. Uno de los riesgos más importantes es la alergia. Personas con sensibilidad a crustáceos, ácaros del polvo u otros artrópodos pueden tener reacciones cruzadas al consumir insectos, debido a alérgenos como la tropomiosina o la arginina quinasa.
También se ha detectado que insectos criados en ambientes contaminados pueden acumular metales pesados, pesticidas o microorganismos patógenos si no se manejan adecuadamente.
Otro punto crítico es cómo se procesan y cocinan los insectos. El tratamiento térmico, la hora de limpieza, la alimentación de los insectos y las condiciones de cría afectan directamente su seguridad y valor nutricional.
Además, los estudios muestran que los grupos más vulnerables como niños y personas mayores pueden presentar mayor probabilidad de reacciones adversas.
¿Qué platillos con insectos son populares?
En muchas culturas del mundo los insectos no sólo se comen, sino que forman parte de platos tradicionales o snacks muy populares, como es el caso de las hormigas culonas en Colombia.
En México los chapulines (saltamontes) son muy famosos; se venden fritos o tostados, sazonados con limón, chile y ajo, y se usan como botana o como topping para tacos. En Ciudad de México o regiones como Oaxaca, los chapulines tienen una gran aceptación culinaria.
En Corea del Sur, los silkworm pupae (puparios de gusano de seda) forman parte de la comida callejera bajo el nombre beondegi. Se hierven o cocinan al vapor, y se ofrecen en vasos con palillos para picar. Tienen un sabor descrito como nuez o maíz.
Japón tiene platos como Inago no tsukudani, que consiste en saltamontes (langostas) cocinadas con salsa de soja y azúcar, una receta tradicional de regiones montañosas. En África austral, los mopane worms son orugas grandes que se recolectan, secan, fritan o se preparan en guisos, siendo un alimento rico en proteínas.
* Pulzo.com se escribe con Z
LO ÚLTIMO