El algoritmo de Youtube, por mi historial de videos, supone que me gusta el rock y que soy papá (o que me fascina la música infantil, una de dos). Y el otro día me sugirió algo que poco había visto hasta ahora: una versión de una canción de rock clásico reinterpretada especialmente para bebés.

Le di clic y descubrí un mundo nuevo: el del los arreglos estilo “canción de cuna”, todo un género musical al que ninguna composición le queda grande.

El truco es sencillo y siempre el mismo: se elimina la percusión y la estridencia, se reduce el tempo y se toca la melodía con campanitas, flauta o cualquier otro instrumento sintetizado. Es algo así como una versión sinfónica, pero en organeta.

Aunque se encuentra de todo, desde Bob Marley hasta Joaquín Sabina, en este universo predomina el rock, lo que confirma que, en efecto, es una música de papás. Toda la familia extendida de este género está disponible en versión “para bebés”: Iron Maiden, Soda Stereo e incluso Shakira pelinegra.

Porque, según parece, como amante del rock, lo único que quiero es un pequeño rockero en casa. No me basta la abundante cantidad de ropa y accesorios del mercado, ahora puedo someter a mi hijo a las canciones de rebeldía y depresión que convirtieron a su padre en adulto. La parafernalia rockera no solo me permite inflar el ego sino sublimar mi anhelo secreto de vivir la vida de excesos del rockstar. Visto a mi bebé de negro con calaveras con el deseo de que termine en una moto, vagabundeando por las calles, lejos de la vida con hijos.

Y ahora, mientras toma en su tetero Motörhead con su babero punk y su bodi Sid y Nancy (que lo hubieran abortado a él, pero no importa), puede oír la música de sus ídolos futuros sin que se le dañe la cabeza.

Sin embargo, muchas veces esta papilla auditiva se prepara en vano. En vez de cumplir una tarea educativa y ser garantía de buen gusto, este “arru-rock” corre el riesgo de ser contraproducente. Para muchos de nosotros, las guitarras y las baterías encontraron un lugar en nuestras vidas precisamente porque no sonaban como la música de nuestros padres.

El rock es la música que guardamos en el corazón y en las entrañas rebeldes. Y como tarde o temprano se rechaza a los papás, si soy yo quien le muestra a mi hijo esta música tal vez lo estoy alejando de ella en realidad. Si le pongo David Bowie, tal vez lo convierta en, digamos, Roberto Carlos (que hoy en día me gusta, pero de adolescente me parecía fatal).

Pero peor aún: por venir de mí, puede que el rock lo espante y lo lleve hacia aguas aún más turbias, como la Tigresa del Oriente, el Country Rap o, toco madera, el tropipop. Entonces, ¿qué tanto debería proyectar mis gustos en él?

En cualquier caso y como para zanjar la discusión, me tomé la molestia de elaborar una clasificación arbitraria de las 5 (buenas) canciones de rock en versión “de cuna” más inapropiadas para cantar. Aquí van, con sus respectivas razones :

5. Time, de Pink Floyd. Es una canción sobre el paso del tiempo y lo poco que hacemos con él (el último problema de los bebés).

  1. Du Hast, de Rammstein. El 25% por ciento de la letra es la palabra ‘odio’.

  1. Sober, de Tool. Una canción que no para de preguntarse por qué no se puede estar sobrio.

  1. Lithium, de Nirvana. Sobre el litio.

  1. Closer, de Nine Inch Nails. El coro insiste en que quiere “fuck you like an animal”.

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