Escrito por:  Redacción Economía
Ago 17, 2025 - 8:22 am

Sin lugar a dudas, esa compañía es un verdadero templo para los amantes de la popular comida tolimense, pues en sus locales se reúnen cientos de personas a diario que buscan deleitarse con los remontados, mezcla de tamal y lechona que son un verdadero reto para los comensales, entre otros productos.

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Procesadora de Alimentos El Gordo nació del espíritu emprendedor de Fideligno Supelano, quien llegó a Bogotá desde Gachantivá, en Boyacá, en 1950, en plena recuperación de la ciudad luego del magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán. Su impulso por dar un futuro a su familia lo llevó a apostar por una panadería que surtía tiendas locales; fue ahí donde dio los primeros pasos hacia la creación de una marca propia, según expresó el Diario La Economía.

Los primeros logros llegaron con las famosas mogollas chicharronas, que se convirtieron en un sello distintivo gracias a su sabor y calidad. Sin embargo, la llegada de nueva competencia –incluida la Iglesia– obligó a Supelano a replantear su negocio. Fue cuando respondió a la petición de un amigo: asar un cerdo. El resultado le dio el empujón decisivo hacia la producción de lechona gourmet.

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El primer día, don Fideligno organizó su venta de forma casera, preparando dos lechonas: una para la plaza de El Restrepo y otra para La Zulca. Mientras él repartía porciones, su familia –su hijo, esposa y hermano– se encargaron de recibir el pago en distintos puntos. Esa estrategia familiar consolidó rápidamente una base de clientes fieles.

Con escasos recursos, pero con gran perseverancia, la empresa siguió creciendo, desde encargos en reuniones familiares hasta pedidos de la Policía, el Ejército y grandes eventos. Entre 1970 y 1975, los herederos legalizaron el negocio: inscribieron la organización en la Cámara de Comercio, registraron la marca y obtuvieron certificación del Invima.

A finales de los ochenta y principios de los noventa, la innovación impulsada por su hijo Luis Eduardo Supelano: lanzaron lechona en lata, tamal enlatado y versiones en sachet para el Ejército. Esta diversificación marcó la consolidación industrial de la marca. Gracias al acompañamiento de Proexport y la Universidad de La Sabana, la empresa se expandió a mercados internacionales, llegando a España, Costa Rica y Estados Unidos.

La historia también refleja las dificultades: falta de apoyo institucional, riesgos de robo de propiedad intelectual y problemas en la cadena de maquila. A pesar de eso, El Gordo superó obstáculos y encontró oportunidades en eventos masivos –desde el estadio Metropolitano en Barranquilla hasta celebraciones del sector construcción, distribución aérea de lechona y atención de hasta 36.000 platos en un solo evento.

La familia Supelano Casallas –compuesta por siete de los diez hijos del fundador– mantiene roles específicos dentro de la sociedad. Dos mujeres clave, su madre Vicenta Casallas y su abuela Josefina Torres, fueron las pilares emocionales del legado, tal como lo recordó Luis Eduardo.

Este camino demuestra que hacer empresa en Colombia implica perseverancia, capacidad de adaptación y visión. El Gordo es una historia de emprendimiento que convirtió una humilde panadería en un referente gastronómico nacional con proyección internacional.

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