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“Íbamos en una recta y de la nada sentí un cambio impresionante en la dirección, fue ahí cuando todos los que estaban dormidos, al sentir el vacío, empezaron a gritar. Yo en ese instante lo único que hice fue cerrar los ojos y pensar que me iba a morir, que ya era todo. Después del impacto los abrí y me di cuenta que de milagro estaba vivo, pero tenía encima de mí tres palos grandes que me impedían moverme. Sentía la sangre que me corría por la cara, miré mi camiseta y estaba roja, y del dolor y la adrenalina me quedé quieto”.
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El relato es de Nicolás Ochoa Vahos, uno de los sobrevivientes del fatídico accidente de un bus que de regresó a Medellín, después de una excursión de grados en Tolú, se precipitó a un abismo de 40 metros de profundidad y dejó un saldo de 16 estudiantes y uno de los conductores del vehículo fallecidos.
Dice que se salvó porque mientras otros estudiantes —incluido Mateo Castaño, quien era uno de sus mejores amigos— se sentaron en las bancas traseras del bus, él prefirió quedarse adelante, una decisión que cambió su suerte.
Son 15 los estudiantes que aún permanecen en centros médicos asistenciales recuperándose del siniestro. En la noche del domingo 14 de diciembre se realizó una velatón en la Institución Educativa Liceo Antioqueño en honor a los egresados fallecidos, mientras que se espera la fecha y hora de las exequias que serían colectivas.
Nicolás cumplió 18 años el pasado 3 de octubre, pero dice que volvió a nacer. Es una de las 37 personas que viajaban en el bus involucrado en el siniestro tras disfrutar de un merecido paseo de grados, un viaje que, según él, empezaron a pagar desde inicios de 2024.
“Una empresa fue a presentarnos todo el paquete de viaje cuando empezamos décimo, y nos dijeron que mes a mes se podía ir pagando. Eso incluía varias fiestas, una ese mismo año, y este año otras tres: una a mediados, otra que se hizo el 5 de diciembre, y ya la excursión como tal hacia la que salimos en la noche del 10 de diciembre”, aclaró.
Una vez llegaron en la mañana del jueves 11 de diciembre al Hotel LOA, que está ubicado entre Tolú y Coveñas, todo fue diversión. Aquello por lo que esperaron tanto tiempo por fin se hacía realidad, y no había mejor ocasión y lugar que ese para festejar por sus grados de bachillerato.
Fueron tres días y dos noches en los que, junto con estudiantes de otras dos instituciones educativas de Bello, los egresados del Liceo Antioqueño la pasaron bien, se divirtieron y compartieron momentos memorables.
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La salida de nuevo a casa estaba programada para las 5:00 p.m. del sábado 13 de diciembre, con el fin de llegar en la madrugada del domingo a Parque Fabricato, que fue el mismo punto de encuentro para la partida. No obstante, una vez los estudiantes del Liceo Antioqueño estaban en el bus, los hicieron descender, supuestamente por un problema de la batería que se solucionó casi una hora después.
Arrancaron casi a las 6:00 p.m., y Mateo Castaño, uno de los 17 fallecidos y gran amigo de Nicolás, se sentó junto a él para seguir viendo el partido de la final de Copa entre Nacional y Medellín. Pasó el tiempo y Mateo se fue hacia las bancas de atrás, mientras que el joven sobreviviente decidió quedarse donde inicialmente se había ubicado.
Era casi medianoche cuando los pasajeros del bus se bajaron a comprar algo de comer a un estadero. Lo hicieron y minutos después se subieron de nuevo al vehículo para continuar la ruta. Atrás de ellos venían otros dos buses con los demás estudiantes de las dos instituciones educativas que participaron de la excursión, sin embargo, dijo Nicolás que llegadas las 2:00 a.m. sintió que el conductor iba rápido, tanto que al ir al baño se tuvo que sostener muy fuerte de los asientos para no caerse. Minutos después de que regresara a su puesto, sucedió la tragedia.
Fue ahí cuando en un abrir y cerrar de ojos estaba cubierto por inmensos troncos, tan pesados que le impedían moverse. Nicolás voló y quedó más arriba de donde estaba el bus, escuchaba los gritos de auxilio de sus compañeros y veía entre la sangre que corría por su rostro, unas luces moviéndose como señal de auxilio para que los sacarán lo más pronto posible.
Este joven, quien apenas cumplió su mayoría de edad, dice que no sabe de dónde sacó fuerzas para quitarse los troncos de encima y empezar a ascender en medio de la maleza y la neblina, sosteniéndose de un tubo de desagüe, esto después de que dos de sus compañeros, quienes no resultaron con heridas de gravedad pero estaban igual de consternados, subieran primero hacia la carretera en busca de ayuda.
Ochoa Vahos, casi desmayado y muy adolorido, llegó a la cima como un escalador a punta de roca, se recostó en una pequeña manga pero a causa de la sangre que emanaba de su cabeza y las laceraciones en sus manos y piernas, quedó tendido ahí, esperando que uno de los conductores que pasara por la vía lo ayudará a él y a los otros dos chicos que previamente habían subido (entre ellos Daniel Rúa, quien fue el primer en avisar del accidente) y a los demás pasajeros del bus que estaban en el fondo del precipicio.
“Yo le pedía a Dios y a mi papá que no me dejaran morir. A él lo mataron hace cuatro años, y desde entonces siento que él me ha ayudado con muchas cosas a pesar de ya no estar aquí presente. Creo que pasaron más de dos horas y nada que nos ayudaban. Incluso había gente que iba en carros o en motos y sólo se tomaban la cabeza pero seguían, eso me dolió mucho”, precisó.
Fue hasta casi las 5:00 a.m., según Nicolás, que empezaron a llegar las ambulancias. A él lo subieron a una y lo primero que pidió fue llamar a su mamá, Leidy Tatiana Vahos, quien angustiada, al no saber nada de su hijo durante varias horas ni obtener respuesta de la empresa encargada, volvió a la vida.
“A todos los papás nos metieron en un grupo de WhatsApp donde nos iban informando todo, pero llegó un momento de la madrugada en el que perdimos toda comunicación. Pasaron una, dos y hasta tres horas y yo me imaginaba lo peor. A mi hijo no le entraban los mensajes y desde la empresa no nos decían nada. Luego una mamá, que al parecer fue la primera en enterarse que los muchachos se habían accidentado, envió un audio llorando y a los gritos diciendo lo que había pasado”, dijo Leidy.
Nicolás fue remitido al Hospital de Remedios. Fue uno de los primeros que llegó teniendo en cuenta que ya estaba a borde de carretera después de haber subido, como pudo, por el abismo. Tenía varias heridas abiertas en su cabeza y en su brazo derecho, allí le hicieron las curaciones, lo suturaron y lo estabilizaron mientras las noticias de las muertes llegaban al centro médico.
“De siete que íbamos de mi salón, sólo nos salvamos dos, Ximena y yo. Murieron Laura, Mafe, Mariana, Paulina y Mateo. Me dolió mucho perderlos porque compartíamos todos los días, nos veíamos, más que todo con Mateo. Me acuerdo incluso que le dije que cuando el bus nos dejara en Fabricato pidiéramos un carro para subirnos juntos hasta la casa, porque el vive allí abajo en una unidad cerca a la mía”, agregó Nicolás, devastado por la pérdida de sus amigos.
Ochoa Vahos fue remitido desde Remedios al Hospital Pablo Tobón Uribe en la tarde del domingo, y en la noche de ese mismo día le dieron de alta al no presentar, sorpresivamente, ninguna fractura.
Su madre agradece a Dios y dice que “es su hija elegida”, al permitir que ella volviera a ver a Nicolás, después de que muchos padres no corrieron con la misma suerte.
Después del accidente y a pesar de lo doloroso de la situación, Nicolás aspira estudiar Mercadeo a partir del segundo semestre del próximo año, será esa la forma de lidiar con una tragedia de tal magnitud, agradeciéndole a Dios y a la vida por una segunda oportunidad para cumplir sus sueños.
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