El Espectador es el periódico más antiguo del país, fundado el 22 de marzo de 1887 y, bajo la dirección de Fidel Cano, es considerado uno de los periódicos más serios y profesionales por su independencia, credibilidad y objetividad.
El gobierno colombiano atraviesa un momento determinante en su apuesta por la “paz total”, impulsando medidas que deben concretarse antes de marzo, cuando inicia la dinámica preelectoral de cara a los comicios legislativos y presidenciales de 2026. De acuerdo con información oficial, el Ejecutivo acelera el respaldo financiero y contractual para implementar los acuerdos en marcha, ejemplificado en el reciente convenio firmado con la empresa 4-72 por un valor de COP 10.000 millones. Esta inversión se orienta a consolidar los distintos frentes abiertos en los procesos de paz, bajo una estrategia que busca aprovechar la actual ventana política para propiciar avances verificables.
El restablecimiento de la mesa de diálogo con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) representa uno de los mayores retos del gobierno. Aunque el presidente Gustavo Petro ha mostrado públicamente su disposición a retomar contactos, incluso con apoyo de mediadores internacionales como Qatar, persisten interrogantes sobre el momento, el lugar y las condiciones bajo las cuales se formalizará esta reactivación. El pronunciamiento del jefe del ELN, Pablo Beltrán, ha sido especialmente ambiguo, generando escepticismo sobre el grado de compromiso de esta guerrilla, especialmente tras su giro reciente respecto a la renuncia al secuestro, un punto críticamente observado por la sociedad y los analistas de conflicto.
Para mitigar los riesgos asociados a antiguos fracasos en procesos de paz, el gobierno ha definido una política de exigencia y transparencia, comprometiendo avances solo en tanto los grupos armados sostengan promesas concretas y verificables. Así lo señalan especialistas citados en el Latin America Studies Journal, subrayando la importancia de mantener controles y acompañamiento internacional sólido. Documentos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) también insisten en la necesidad de garantizar seguridad jurídica y monitoreo sostenido como elementos que eviten la repetición de dinámicas fallidas del pasado.
Paralelo a esto, el Congreso discute un proyecto de ley clave sobre el sometimiento a la justicia de grupos armados, eje fundamental para traducir en hechos las intenciones gubernamentales. Voceros del Ejecutivo resaltan la existencia de tres rutas de trabajo: insistir en la aprobación del proyecto, reformular el proceso en caso de rechazo, o continuar bajo el marco legal vigente. Esta flexibilidad normativa fue confirmada en entrevistas recientes con los ministros del Interior y de Justicia, quienes insisten en la importancia del diálogo político fluido y el involucramiento ciudadano para evitar bloqueos legislativos que frenen el avance de la paz.




La articulación constante con el Congreso y las alianzas con la sociedad civil han sido destacados como piezas esenciales para construir consensos y mantener coherencia entre las distintas ramas del Estado, especialmente de cara al periodo electoral cercano. Este aspecto se ha reiterado tanto en los informes oficiales del Ejecutivo como en los análisis publicados por medios de referencia como El Espectador y la Agencia Anadolu.
Los antecedentes históricos demuestran que los procesos de paz en Colombia han requerido no solo acuerdos escritos, sino también respaldo institucional duradero y amplia legitimidad social. Investigaciones del Instituto Kroc para Estudios de Paz reflejan que la implementación sostenible de la paz está atada a tres factores clave: la voluntad política, la capacidad legislativa para traducir compromisos en leyes efectivas, y la garantía de derechos fundamentales en todo el territorio. El actual desafío radica, entonces, en dejar sentadas bases que sobrevivan al cambio de gobierno y no se vean vulneradas por la coyuntura electoral.
Las recientes alertas de la Defensoría del Pueblo y de la Misión de Verificación de la ONU subrayan el impacto directo que tienen los avances y retrocesos en la agenda de paz sobre la seguridad de las comunidades y la legitimidad de las instituciones estatales. De esta manera, el margen temporal para alcanzar resultados concretos deja en evidencia un difícil equilibrio entre pragmatismo político, garantías jurídicas y necesidades inmediatas de paz y estabilidad en zonas afectadas por actores armados ilegales.
A medida que el proceso avanza, el país entero observa cómo los próximos meses serán definitivos: la consolidación de la paz depende de la capacidad de crear acuerdos sólidos, verificables y sostenibles, de tal modo que trasciendan voluntades individuales y marcos políticos temporales, garantizando así un camino de reconciliación nacional.
¿Qué implica la renuncia al secuestro por parte del ELN en el marco de los diálogos de paz?
Este tema ha surgido como una de las condiciones más observadas tanto por el propio gobierno como por la sociedad. Históricamente, el compromiso del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de cesar el secuestro ha sido interpretado como un gesto fundamental de voluntad política y respeto por los derechos humanos. La reciente incertidumbre sobre la postura oficial del ELN en este asunto refleja la fragilidad de las negociaciones y las dificultades a las que se enfrenta el Ejecutivo para garantizar que tales compromisos sean duraderos y verificables. Sin una renuncia clara y sostenida a esta práctica, la credibilidad del proceso y la confianza ciudadana pueden sufrir un golpe importante.
En consecuencia, el seguimiento a este punto se ha vuelto uno de los indicadores centrales del avance de los diálogos. La exigencia gubernamental de transparencia y cumplimiento verificable en torno al secuestro representa no solo una estrategia para proteger a la población civil, sino también una salvaguarda frente a eventuales retrocesos que puedan poner en riesgo la estabilidad negociada hasta ahora.
¿Por qué es fundamental la aprobación de la ley de sometimiento a la justicia para la implementación de la paz?
La discusión legislativa sobre el sometimiento de grupos armados a la justicia es considerada esencial para garantizar la viabilidad e implementación práctica de los acuerdos de paz. Sin una base legal clara, los compromisos firmados con estos actores no tendrían un marco de respaldo y podrían quedar desprovistos de mecanismos eficaces de control y sanción. La variedad de estrategias manejadas por el gobierno –que incluyen tanto la aprobación de una nueva ley como posibles reformas o la utilización de instrumentos normativos existentes– busca asegurar que el proceso no dependa exclusivamente de decisiones políticas coyunturales.
Este debate cobra mayor importancia en la coyuntura actual, donde el tiempo político es limitado y la presión por mostrar resultados es alta. Lograr consensos en el Congreso sobre este proyecto garantizaría reglas claras tanto para las autoridades como para los grupos armados involucrados, facilitando una transición más ordenada hacia condiciones de convivencia y legalidad dentro del territorio nacional.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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