¿Qué fue lo que pasó exactamente en el Palacio de Justicia los días 6 y 7 de noviembre de 1985? La pregunta tiene unas respuestas generales claras que no admiten refutación (como que fue el M-19 el que asaltó ese templo de la justicia y desató un verdadero holocausto que dejó alrededor de cien víctimas mortales). Pero también está anegada de dudas, por ejemplo, sobre cómo murieron varias personas y qué pasó con los desaparecidos. Cuarenta años después, la verdad sigue siendo una elusiva quimera difícil de precisar por efectos de la política.
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“Cada acción de la justicia por recobrar su deber respecto a la verdad de lo sucedido y reclamar responsabilidades naufragó en la marea de la política”, concluyó en 2022 la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. “El fantasma del holocausto regresa del pasado y se reencaucha en la política porque la responsabilidad del M-19 en el ataque al Palacio de Justicia también quedó disuelta en uno de los atajos creados en el país para apaciguar o rendir guerrilleros, paramilitares o narcotraficantes […]”.
También sentenció que “todo lo que se intentó hacer después por castigar a los responsables lo diseminó la política”, y lamentó que “las posibilidades de hacer memoria sobre este sombrío capítulo de violencia extrema en Colombia siguen en espera”. En efecto, sobre el Palacio de Justicia muchos libros se han escrito y otras tantas investigaciones se han llevado a cabo, pero todo se reduce casi siempre a mínimo dos versiones de lo que pasó. El paradigma de esta situación quizá sea Manuel Gaona Cruz, magistrado de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, por cuya forma de muerte el debate sigue encendido.
¿Quién mató a Manuel Gaona en el Palacio de Justicia?
Sobre este magistrado —que impidió declarar inconstitucional la ley que aprobaba el tratado de extradición con Estados Unidos—, el informe final (2010) de la Comisión de la Verdad sobre los hechos del Palacio de Justicia que creó la Corte Suprema de Justicia recoge varios testimonios de personas que estuvieron a su lado al momento de su muerte, entre otros, el del abogado Gabriel Salom, que dijo: “Los que mataron en el baño fueron los guerrilleros; a Gaona lo mata un guerrillero intencionalmente”; y el del conductor Jorge Reina, que aseguró: “Salió entonces el doctor Gaona, y le dijeron: ‘Usted, hágase allá por la orilla de la pared’. Él se hizo por la orilla de la pared y por detrás le disparó en la nuca”.
A esta tesis se suma el trabajo de la familia del magistrado Gaona Cruz, liderado por su hijo Mauricio Gaona, que en el sitio web www.manuelgaonacruz.org hace la reconstrucción forense de la muerte de su padre a manos del M-19, con base también en declaraciones de testigos presenciales y pruebas documentales y periciales (fotografías de la víctima y de la escena del crimen, acta de diligencia de levantamiento, necropsia y estudio de trayectoria espacial y balística). Todo fue analizado por expertos forenses, criminólogos, ingenieros, arquitectos, antropólogos y abogados en Estados Unidos y Colombia para llegar a la conclusión de que el magistrado fue asesinado por el M-19.
Sin embargo, el reconocido investigador del Palacio de Justicia David Marín, que acaba de publicar su libro ‘Perdida en el fuego’, ha llegado a otras conclusiones sobre lo que ocurrió allí y sobre la muerte de Gaona Cruz. En diálogo con Pulzo, explicó que en su investigación el Palacio de Justicia (el edificio) es el protagonista. Su propuesta metodológica considera el concepto matemático de conjuntos discretos o cerrados, a los cuales no entra ningún elemento y de los cuales tampoco salen elementos. “Para entender un suceso como la toma del Palacio de Justica, que ocurre dentro de cuatro paredes, se tiene que entender que eso es un universo discreto, y el primer conjunto de variables, que son invariables, es la arquitectura del edificio”, dijo.
Para Marín, la ventaja de hacer un ejercicio con el Palacio de Justicia es que las variables “son absolutamente finitas, y ese finito lo define el edificio”. Por eso, el protagonista es el edificio. “El edificio es el único testigo objetivo. El único que puede decir: ‘Esto fue lo que pasó: a través de este muro no se veía, a través de este muro no pasaban las balas, por debajo de este muro no se podía incendiar’”.
“‘Matamos’ una y otra y otra vez” al magistrado Manuel Gaona
A partir de esa idea, Marín colige: “Las balas no giran en las esquinas, por lo que se puede definir: si yo tengo un soldado parado en este muro, hasta dónde puede él disparar, y si pudo o no dispararle a fulano o a zutano. Si usted no incluye el edificio en la consideración de toda la otra información que contiene un expediente judicial (los testimonios, las necropsias, los levantamientos, etc.), pues usted básicamente está poniendo a flotar esa información en un vacío en el que las variables son infinitas, y por simple necesidad usted tiene que agotar las variables, pero si son infinitas, pues no se va a acabar”.
Él y su equipo situaron en la maqueta digital del edificio un maniquí que simulaba el cuerpo del magistrado Gaona Cruz en el lugar que él cayó. “Y esto suena horrible, [pero] lo ‘matamos’ una y otra y otra y otra vez de mil formas diferentes para tratar de decir esta es la circunstancia que no tiene más opciones, que agota todas las variables”, dijo. “No pudimos”, admitió, y aseguró que eso representó una dificultad técnica, metodológica. Con todo, tiene sus propias conclusiones. En oposición a lo que plantean la Comisión de la Verdad y la investigación de la familia Gaona, Marín desestima que Gaona Cruz haya sido ejecutado por el M-19 con un disparo por detrás a 30 centímetros de distancia.
“En balística forense se considera que de cero a 150 centímetros hay residuos de pólvora que quedan en la herida”, precisó el investigador en este medio. “La necropsia del señor Gaona marca para todas sus heridas, incluyendo la que es un proyectil de bala (porque hay proyectiles de arma de fuego que no son necesariamente balas, por ejemplo, esquirlas de granada), la del cerebro que le atraviesa su cráneo, esa herida no tiene residuos de pólvora. Por lo tanto, fue enviado ese proyectil a más de 150 centímetros de distancia”.
“Por otro lado, detrás del magistrado Gaona (detrás es pegadito en una fila india de personas que venían pegadas unas con otras) había otro funcionario de la Corte que está con vida, que jamás disparó y, por supuesto, no le disparó a su colega Gaona”, agregó Marín, y concluyó: “Si a Gaona le hubieran disparado 30 centímetros por detrás, o le habría disparado esta persona que le digo o tendrían que haber disparado a través de esta persona. Eso es un imposible forense. No es una conclusión mía; es una conclusión de Medicina Legal en el año 1985”.
“La verdad es una entidad política”
Al nutrido inventario de teorías se suma hasta la del presidente Gustavo Petro, exmiembro del M-19 que no tuvo nada que ver con la toma. La semana pasada, el mandatario, que defiende a ese grupo armado y exalta sus símbolos, escribió en X que Gaona Cruz salió junto con el también magistrado Carlos Horacio Urán del baño donde los tenía como rehenes Andrés Almarales, jefe de la toma, y que “recibieron disparos de quienes estaban al frente”, es decir, del Ejército. Agregó que “ningún magistrado de acuerdo al exámen [sic] forense que hizo la justicia [no precisó cuál] tiene disparos provenientes de las armas, que eran del M19 que tenían marcas diferentes a las de la fuerza pública, en sus cuerpos”.
Esos comentarios del mandatario, sin embargo, se deben entender en otro contexto: buscan exculpar de toda responsabilidad al M-19 y se produjeron, a pocos días de la conmemoración de los cuarenta años del holocausto del Palacio de Justicia, como un arponazo —que zahiere la memoria del magistrado Gaona Cruz y a su familia— contra Mauricio Gaona, que ha desmontado uno a uno los argumentos sobre los cuales el jefe de Estado ha apuntalado su idea de una asamblea constituyente. En una constituyente como la que propone Petro, dijo Mauricio Gaona hace pocos días, “no hay democracia; solo dictadura constitucional”. Y agregó: “Cuando un presidente quiere cambiar la Constitución porque no le permite hacer lo que desea, al que hay que cambiar es a él”.
Por eso, le asiste la razón al investigador Marín, que le dijo a Pulzo, comentando su investigación, que “la verdad es un bien político, una entidad política. La verdad científica, por el rigor metodológico, no es una verdad política. La verdad política es la verdad del consenso. Si yo tengo una plataforma suficientemente poderosa y digo que lo que pasó en Palacio fue A, B, C o D, y la gente lo apropia como que eso fue lo que pasó, pues esa es la verdad. Construir la verdad en términos políticos es construir una plataforma y que al otro lado haya fe, una audiencia que cree. Ese no es mi ejercicio, porque yo ni tengo la plataforma y me sentiría muy mal porque mi trabajo fuera evaluado solamente porque el que leyó mi libro o escuchó la serie [‘Arcanos y reyes’] cree en mí y entonces considera que lo que yo digo es la verdad”.
De Marín también se puede recoger la expresión “‘Matamos’ una y otra y otra y otra vez de mil formas diferentes” al magistrado Gaona Cruz, pero esta vez aplicada a sectores interesados en imponer su narrativa sobre el holocausto, que revictimizan una y otra y otra y otra vez a todas las víctimas del Palacio de Justicia porque, como advirtió en 2022 la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, cada acción de la justicia por recobrar su deber respecto a la verdad de lo sucedido y reclamar responsabilidades naufraga “en la marea de la política”.
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