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La genialidad, ese misterio que ha intrigado a la humanidad por generaciones, encontró en José María Villa uno de sus exponentes más notables en Colombia. Nacido en una vereda de Sopetrán, Villa sorprendió desde niño por su facilidad para los números, superando sin esfuerzo a adultos que lo rodeaban. No era solo un prodigio: su historia revela cómo la naturaleza excepcional del genio desafía los límites del conocimiento ordinario y plantea interrogantes profundos sobre el talento y su desarrollo. Así lo recuerdan sus familiares, en especial el arquitecto Juan Villa, quien aquí aporta un relato íntimo sobre el legado familiar y la formidable figura de su ancestro.
En el entorno doméstico de los Villa, las anécdotas sobre José María eran familiares. Desde temprana edad, Juan preguntó si heredaría esa chispa de genialidad, y su padre le explicó que el esfuerzo y la disciplina serían su camino, porque el genio no se transmitía mecánicamente. Desde la niñez, José María se destacó como el alumno más joven admitido en la Universidad de Antioquia y también como el profesor más precoz de la institución. Rápidamente, el departamento y el país le quedaron pequeños: gracias al respaldo de las élites económicas de Antioquia, viajó a los Estados Unidos, donde participó en la construcción del puente de Brooklyn y trabajó al lado del inventor Thomas Alva Edison, antes de regresar por compromiso con su tierra.
Ese vínculo con Antioquia fue determinante. El Pontífice, como a veces se le denominaba, regresó a Colombia para encarar uno de los retos de ingeniería más ambiciosos del siglo XIX: el Puente de Occidente. Entre 1887 y 1895, Villa lideró la creación de esta estructura suspendida de casi 300 metros sobre el río Cauca, enfrentando limitaciones técnicas y materiales inusuales, como la ausencia de madera adecuada para torres de gran altura. Gracias a cálculos originales e ideas inéditas —por ejemplo, el uso de péndolas oblicuas en vez de perpendiculares para aportar mayor rigidez a la estructura— el puente logró superar obstáculos y aportar soluciones sin precedentes a la ingeniería mundial.
Comparativamente, Juan Villa narra que la construcción del Puente de Occidente coincidió en fechas con la de la Torre Eiffel, dos obras marcadas por la genialidad de sus creadores, aunque destinadas a usos y trayectorias distintas. Mientras la torre se volvió un emblema ornamental de París, el puente colombiano sigue siendo un elemento vital, utilizado cotidianamente por habitantes de la región, simbolizando la lucha histórica de Antioquia por conectar su territorio y alcanzar el mar, un anhelo que continúa vigente a través de la infraestructura moderna.
No obstante, el valor del Puente de Occidente va más allá de lo técnico. Ha sido testigo y motor de hitos históricos, como el nacimiento de la electricidad en el departamento. En 1895, José María Villa calculó los datos para la primera generadora eléctrica de Antioquia, un hecho que, tres años después, posibilitó iluminar Medellín y marcó el origen de su desarrollo energético, como destaca Juan Villa en sus testimonios. A pesar de estas contribuciones invaluables, el puente solo ha recibido reparaciones eventuales y carece actualmente de una política oficial de conservación.
El Puente de Occidente todavía espera el reconocimiento global como Patrimonio de la Humanidad ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), pues en la historia de Colombia no existe ningún bien constructivo republicano incluido en esa lista. Según El Colombiano, la iniciativa para su postulación, que fue incluida en la lista indicativa en 2012, aún requiere consolidarse y motivar apoyos institucionales y ciudadanos con el fin de garantizar su preservación y visibilidad nacional e internacional.
La historia de José María Villa y su obra icónica nos invita a reflexionar sobre el lugar que ocupa el genio en la memoria colectiva. Aunque su aporte transformó el paisaje y la vida de innumerables personas, la indiferencia oficial y el olvido amenazan con diluir su huella, vinculando así el destino de los creadores excepcionales con el descuido de sus legados.
¿Qué criterios exige la Unesco para declarar un bien como Patrimonio de la Humanidad?
Frente al propósito de postular el Puente de Occidente como Patrimonio de la Humanidad, surge la pregunta sobre los requisitos que impone la Unesco para dicho reconocimiento. Esta cuestión se vuelve fundamental, ya que la declaratoria no depende solo de la grandeza técnica o histórica de la obra, sino también de la formulación de un expediente sólido respaldado por la documentación y el compromiso institucional necesario.
De acuerdo con los testimonios recogidos por El Colombiano, la arquitectura del puente cumple varias condiciones relacionadas con su autenticidad, innovación y vinculación con procesos sociales relevantes. Sin embargo, el reto está en articular la gestión desde entidades públicas, la participación comunitaria y la elaboración de un expediente técnico y patrimonial que cumpla los lineamientos internacionales. La respuesta a esta pregunta permitiría comprender mejor por qué obras como el Puente de Occidente pueden, o no, alcanzar este estatus y qué esfuerzos son indispensables para lograrlo.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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