Por: Más allá del silencio

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Este artículo fue curado por Andrea Castillo   Ago 15, 2025 - 11:29 am
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Un episodio de horror sacudió la vereda San Andrés, en Chinchiná, Caldas, cuando una joven logró escapar de las manos de su padrastro, José Ramírez, pastor de la Iglesia Misterio Apostólica del Reino. El hombre, quien gozaba de reconocimiento en la comunidad religiosa, fue señalado por la menor como su agresor y perseguidor en la noche que rompió su tranquilidad.

La víctima, cuyo nombre se reserva por seguridad, relató que la tensión comenzó dentro de su vivienda, donde Ramírez la agredió física y verbalmente. En medio del pánico, la joven vio una oportunidad para huir y corrió por las calles de la vereda, buscando ayuda desesperadamente.

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En ese momento, el destino puso en su camino a Diego Osorio, un vecino que se encontraba en una tienda cercana. “Yo estaba conversando con el dueño del lugar cuando escuché los gritos. Al salir, vi a la muchacha corriendo, llorando, con la ropa desordenada y llena de miedo. Detrás venía el pastor gritándole que regresara. Ahí supe que algo no estaba bien. Corría como si huyera de la muerte”, contó Osorio.

Sin dudarlo, el hombre se interpuso entre la menor y su padrastro. “Le dije que se calmara, que yo no iba a dejar que se la llevara. Él trató de justificarse, pero la niña estaba temblando y pidiéndome que no la dejara sola. Entonces la metimos a la tienda y cerramos la puerta mientras llamábamos a la Policía”, añadió.

Las autoridades llegaron minutos después y trasladaron a la víctima a un centro asistencial para recibir atención médica y psicológica. José Ramírez fue retenido mientras se adelantaban las investigaciones, que ahora están en manos de la Fiscalía.

El hecho ha causado un profundo impacto en la comunidad, que conocía al pastor como un líder espiritual. Sin embargo, vecinos y feligreses expresaron sentimientos encontrados. Algunos, incrédulos, defendieron su trayectoria religiosa, mientras que otros recordaron comportamientos autoritarios y actitudes violentas que antes habían pasado desapercibidas o se habían silenciado.

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Organizaciones de derechos humanos en Caldas han reiterado la necesidad de proteger a las víctimas de violencia intrafamiliar y sexual, así como de fortalecer las redes de apoyo en zonas rurales, donde la dependencia económica y social de los agresores suele impedir que las víctimas denuncien.

Hoy, la menor se encuentra bajo custodia de las autoridades, recibiendo acompañamiento para superar el trauma. El caso de Chinchiná no solo destapa una tragedia familiar, sino que pone sobre la mesa una dura realidad: los abusos pueden esconderse detrás de figuras de poder y de fe, y romper ese silencio requiere tanto valentía como apoyo comunitario.

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