Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por pulzo   Dic 22, 2025 - 2:10 pm
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La vida personal y profesional de la congresista Saray Robayo se encuentra nuevamente en el centro del debate público debido a su vínculo con el empresario Emilio Tapia, quien ha sido condenado en dos de los casos de corrupción más notorios del país. No es la primera vez que la relación entre ambos genera cuestionamientos, pero en esta ocasión las repercusiones han trascendido la esfera política para alcanzar asuntos patrimoniales. Según confirmó la Fiscalía General de la Nación, en el marco de la investigación por el desfalco en el contrato de conectividad rural del Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC)—caso en el que se condenó a Tapia—se decretaron medidas cautelares sobre 23 bienes pertenecientes a los implicados, entre ellos cinco propiedades a nombre de la congresista Robayo, tal como reveló Blu Radio.

Los activos intervenidos incluyen un lote en San Bernardo del Viento y el predio identificado como El Chinchorro en Montería, ambos ubicados en el departamento de Córdoba, así como tres apartamentos en Coveñas, Sucre, uno de los cuales corresponde a un penthouse. La Fiscalía sostiene que estos inmuebles podrían estar conectados con recursos desviados en el entramado de corrupción de Centros Poblados, por lo que recayeron sobre ellos medidas cautelares mientras se desarrolla el proceso de extinción de dominio.

La decisión de las autoridades se apoya en la sospecha de que el patrimonio cuestionado habría sido adquirido o aumentado utilizando fondos de origen ilícito. De manera relevante, la investigación no solo apunta a los condenados directos como Tapia, sino que también evalúa el alcance de los beneficios obtenidos por terceros, en este caso aquellos allegados o titulares de bienes presuntamente relacionados con los hechos investigados.

El hecho de que Robayo figure entre las personas afectadas por la extinción de dominio reaviva el debate sobre la frontera entre lo político, lo personal y lo legal. El nombre de Tapia ha estado vinculado a escándalos tan mediáticos como el carrusel de la contratación en Bogotá y, más reciente, el multimillonario fraude de Centros Poblados. Si bien la extinción de dominio tiene naturaleza patrimonial, el golpe político y de imagen es significativo, dada la prominencia pública de los involucrados y las dudas sobre el manejo de los recursos públicos.

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Por otro lado, recientemente Emilio Tapia recobró su libertad mediante decisión judicial, lo que motivó críticas y reacciones adversas en distintos sectores. Tras su excarcelación, se le ha observado frecuentando lugares públicos, desplazándose en vehículos asignados por la Unidad Nacional de Protección (UNP). Este punto ha generado debate, ya que Tapia utiliza las camionetas de protección oficiales por su relación marital con Robayo, quien legítimamente cuenta con un esquema de seguridad como miembro del Congreso. La normativa permite que un cónyuge protegido comparta vehículos oficiales, pero la situación adquiere notoriedad debido al pasado judicial de Tapia y el escrutinio sobre los actuales procesos en su contra.

En medio de las medidas cautelares patrimoniales y el retorno a la vida pública de Tapia, las circunstancias obligan a preguntarse hasta dónde llega la responsabilidad de quienes rodean a protagonistas de escándalos judiciales y qué límites tienen los beneficios derivados de su posición o vínculos familiares.

¿Qué implica la extinción de dominio y cómo afecta a los propietarios de bienes involucrados?

La extinción de dominio es una figura jurídica que permite al Estado tomar el control de bienes cuyo origen o destinación se relaciona con actividades ilícitas, aún si sus propietarios no han sido condenados penalmente. En el contexto colombiano, esta herramienta se usa para combatir la corrupción, el narcotráfico y el lavado de activos, reprendiendo el patrimonio adquirido de manera ilegal o utilizado para facilitar delitos. Los procesos, como en el caso de Saray Robayo, buscan determinar si los activos fueron obtenidos con recursos ilícitos antes de que pasen a poder del Estado.

La relevancia de la extinción de dominio radica en que, aun sin sentencia penal en firme contra los propietarios, el Estado puede restringir el acceso, disfrute o disposición de los bienes cuestionados. Esto tiene implicaciones directas para los afectados, quienes deben demostrar la legalidad de sus activos. La medida también contribuye a la reparación colectiva y la prevención de nuevas conductas delictivas, al privar a los involucrados y sus allegados de beneficios económicos derivados de actividades ilegales.


* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.

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