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Nuevos hallazgos toxicológicos y conexiones telefónicas están reconfigurando el caso del envenenamiento con talio que estremeció a Bogotá en abril de 2025. Mientras la empresaria Zulma Guzmán Castro es buscada con circular roja de Interpol en varios países, se conoció que otros miembros —que no tuvieron contacto con las frambuesas contaminadas que mató a las dos niñas— también presentan rastros del metal en la sangre. El descubrimiento abre un capítulo más inquietante: la posibilidad de que la intoxicación haya comenzado años atrás.
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Mientras las autoridades de Colombia, Brasil, España, Argentina y Reino Unido cooperan para localizar a Guzmán Castro, la empresaria de 54 años señalada como principal implicada en la muerte de las dos niñas estudiantes del colegio Los Nogales tras consumir frambuesas contaminadas con talio, el penalista Fabio Humar, abogado de la familia De Bedout, confirmó que la colaboración del domiciliario que entregó el frasco de frutas fue determinante para reconstruir el camino que siguió el envío.
El rastreo a su celular condujo hasta un edificio desde el cual recibió varias llamadas, y desde allí al número telefónico asociado a Guzmán Castro. También se identificaron comunicaciones provenientes de la oficina de un hombre que ofrece asesorías de mentalismo y apoyo espiritual, un círculo donde el nombre de la empresaria vuelve a aparecer. Incluso, hay registro de una llamada proveniente de una línea utilizada en Argentina, uno de los países por donde se movió la sospechosa después del crimen.
La Fiscalía ya tiene confirmada la trazabilidad de las compras de frambuesas congeladas —realizadas por internet los días 25 y 26 de marzo, días antes del envío de las frutas contaminadas— y sus conexiones con el celular de Guzmán. Pese a ello, la empresaria ha negado cualquier relación con el doble homicidio a través de mensajes enviados a conocidos.
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Pero los indicios no se quedaron solo en los rastreos telefónicos. Humar reveló en entrevista con El Tiempo que dos integrantes de la familia De Bedout —Juan, padre de una de las menores fallecidas, y uno de sus hijos— presentan rastros de talio en la sangre, aunque ninguno de ellos tuvo contacto con las frambuesas envenenadas. Ambos estaban fuera del apartamento en Rosales la tarde del 4 de abril, cuando el mensajero insistió en dejar un paquete que nadie esperaba.
“Juan de Bedout y otro de sus hijos, que no tuvieron contacto con las frambuesas envenenadas, presentan rastro de talio en sangre”, le dijo Humar a El Tiempo.
La revelación profundiza las dudas sobre la dimensión temporal del envenenamiento. “Esto significa que la intoxicación viene desde mucho antes de los hechos de abril”, explicó el abogado. A ello se suma otro dato: la esposa de De Bedout -y madre de una de las niñas-, fallecida años atrás por un cáncer diagnosticado como causa oficial de muerte, también tenía presencia de talio en su cuerpo. Por esa razón, la familia pedirá a la Fiscalía reabrir el análisis sobre ese deceso y revisar si pudo estar relacionado con el mismo patrón.
A partir de múltiples testimonios, registros de mensajería, dictámenes toxicológicos y seguimientos digitales, la Fiscalía formuló una hipótesis que mezcla relaciones personales, premeditación y una sustancia letal cuyos efectos solo se manifiestan horas después de ser ingerida. Según esa línea investigativa, Guzmán habría contaminado las frambuesas antes de enviarlas bajo el pretexto de un obsequio.
El móvil, indican investigadores, podría estar relacionado con un romance oculto entre Guzmán y Juan de Bedout, confirmado después por la propia empresaria, a través de un mensaje de WhasApp que se le atribuye y que posiblemente envió desde Argentina. Pero más allá de tensiones sentimentales, otro hecho alimenta la sospecha de un plan que pudo extenderse por años: la muerte de la esposa del empresario, que hoy es objeto de revisión por parte de las autoridades.
Tras conocerse la muerte de las niñas, Guzmán salió del país hacia Argentina. Luego se registraron movimientos en Brasil, España y Reino Unido. Para octubre de 2025, con evidencia suficiente, un juez emitió orden de captura y se solicitó una Circular Roja de Interpol para lograr su detención en cualquier país donde sea localizada.
La investigación en Colombia continúa bajo estricta reserva, con un expediente que incluye análisis toxicológicos, movimientos migratorios y la confirmación forense de que la concentración de talio consumida por las menores era “impresionante”.
(Vea también: Zulma Guzmán se defiende desde Argentina: “Me acusan porque tuve una relación clandestina con el papá de una de las niñas”)
El 5 de diciembre se conoció un mensaje de WhatsApp que Guzmán habría enviado a personas cercanas. Allí aseguró que vive una “situación gravísima” desde que fue señalada como responsable del crimen, negó haber huido y dijo estar en Argentina “por estudios”. También admitió haber sostenido una relación sentimental con el padre de una de las niñas, pero insistió en que nunca fue notificada formalmente de una investigación en su contra.
El rastro de las frambuesas que llevaron a Zulma Guzmán: así se habría planeado el envenenamiento de las niñas en Bogotáhttps://t.co/9JcOusWL2W
— El Colombiano (@elcolombiano) December 5, 2025
“Los que me conocen saben que no huí a ninguna parte”, escribió. Y agregó que la Fiscalía nunca la contactó para informarle de acusaciones. El mensaje finaliza con un pedido: que quienes la conocen la apoyen públicamente.
El 4 de abril de 2025, tres estudiantes del colegio Los Nogales se reunieron en un apartamento del norte de Bogotá para pasar la tarde. Preparaban galletas cuando llegó un domicilio con un frasco de frambuesas achocolatadas que, según el mensajero, era un regalo. Aunque las menores dudaron, el entregador insistió en que debía ser recibido tal cual estaba instruido. Las niñas comieron algunas de las frutas. También lo hizo un joven de 21 años, hermano de una de ellas. De madrugada, todos presentaban síntomas repentinos: vómito, náuseas, dolor abdominal.
Fueron llevados a la Fundación Santa Fe. A pesar de la atención urgente, las adolescentes Inés de Bedout y Emilia Forero murieron con pocos días de diferencia. Los demás sobrevivieron, pero con afectaciones que aún están en evaluación. Las autoridades detectaron la presencia de un elemento insospechado: talio.
El hallazgo de talio —un metal prohibido en Colombia y casi indetectable por su falta de olor y sabor— marcó la dirección de la investigación. La Secretaría de Salud confirmó que desde los primeros análisis se sospechó de una sustancia no accidental. El caso pasó entonces a manos del CTI y la Fiscalía, que comenzó a reconstruir cómo había llegado el paquete a la vivienda.
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