“El café de Colombia es el mejor del mundo”, les decía Nathalia Noguera a algunos extranjeros durante su viaje por Suramérica. Ella está segura de que no es la única colombiana en presumir sobre su tierra.

“Lo hacía para alardear sobre las bondades de mi país, o, tal vez, por la necesidad de sacar de su imaginario que Colombia era solo narcotráfico, guerra y dolor”, escribe ella en ‘Manual para Coffee Lovers’.

La verdad es que, como muchos colombianos, Nathalia no estaba segura de lo que decía, pero lo hacía con pasión. Ella no tenía ni idea de si Colombia tenía el mejor café del mundo en ese momento y tampoco se imaginaba, siquiera, por qué el grano colombiano era un referente en el exterior.

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Una rola detrás del café

Edelmira Nathalia Noguera Garzón nació en Bogotá y pasó parte de su infancia en Santa Marta. Aunque es amante de la changua, la chucula, los bollos costeños y el arroz con coco, ha tomado café desde que su nana Lola lo preparaba: “Lola, tinto; Lola, tinto”, le rogaba de niña.

Nathalia es quindiana de corazón, llegó a Armenia cuando tenía 4 años y se quedó para crear su propia historia, una que hoy está escrita con tinta de café.

“La mochileada me conectó con el café”

Su amor por el café, así fuerte como es ahora, no lo era hace más de 8 años. Fue, precisamente, su experiencia en el exterior la que la llevó a interesarse por este mundo cercano, pero desconocido.

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Cuando ya ejercía como fisioterapeuta, profesión que eligió desde niña, Nathalia emprendió un viaje como “mochilera” por Suramérica. Quería seguir los pasos de aquellos extranjeros que veía recorrer el Quindío y que se emocionaban con las novedades de otras tierras.

“Cada vez que ingresaba a una oficina de migración, a un hotel o a una casa de familia, me decían: ¡Colombia, Pablo Escobar, droga, narcotráfico, muertos…! ”, fue entonces cuando Nathalia, en su afán por demostrar que en Colombia había mucho de qué sentirse orgullosa, mencionaba que este era el país con el mejor café del mundo. “Pero, rogaba para que nadie me preguntara por qué. Uno lo dice porque es lo que nos enseñan en el colegio”.

En su viaje se dio cuenta de que, viviendo en una región cafetera como el Quindío, debía aprender sobre café para ayudar a que en Colombia y, en el mundo, se hablara más de aromas que de balas.

Así que, empezó a estudiar en la escuela de gastronomía del Sena y, luego, en la Escuela Nacional de la Calidad del Café. Desde que inició, no ha dejado de capacitarse en todos los eslabones de la cadena productiva. “Yo tomaba café con azúcar y mi primer reto fue dejar de hacerlo una vez terminara el primer curso; la profe Luisa Tobón tuvo que tenerme paciencia”.

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De fisioterapia y café

La sensibilidad que Nathalia tiene por el café es la misma que tiene por sus pacientes. “Quiero estudiar fisioterapia porque el día en que una persona entre a mi consultorio en silla de ruedas y salga caminando, seré la mujer más feliz del planeta”, expresó durante su entrevista de ingreso a la universidad.

Para ella el café rehabilita, así como lo hace el amor. “Como fisioterapeuta tengo la certeza que da la ciencia, pero lo que realmente sana es la interacción con el otro, donde yo entiendo su dolor y pongo todo de mí para que mejore y, así mismo, el otro lo hace. Es una hermosa sinergia”.

El énfasis profesional de Nathalia fue el neurodesarrollo y la integración sensorial, áreas que relacionó con lo sensible del café. “El café tiene una conexión muy importante con los sentidos, lo degustas, lo hueles, lo sientes en el gusto, lo ves… todo es sensorial. Luego lo integras en tu cerebro y das una respuesta”.

Por eso, desarrolló un trabajo con estudiantes de bajo rendimiento académico de la Universidad del Quindío, donde integraba experiencias con café para descubrir si existía alguna falla en los sistemas sensoriales de los jóvenes.

De la misma manera, realizó exhibiciones de café para estudiantes, con el propósito de crear un vínculo entre la integración sensorial, el neurodesarrollo y el café. Al final, los jóvenes aprendían a diferenciar un café de calidad de uno comercial.

La motivación de ese ejercicio fue la misma que tuvo con su publicación Manual para Coffee Lovers: contribuir al aumento del consumo interno para que los productores reciban los beneficios de un fruto que tratan con tanto amor.

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Un libro para Coffee Lovers

“Sentí una tristeza tan grande que necesitaba hacer algo con ella”, dice Nathalia cuando explica el motivo por el cual decidió escribir sobre café. El texto es el resultado de su catarsis, esa que le permitió continuar con la vibra y la sonrisa por la que todos, de cariño, la llaman “loca suelta”.

‘Manual para Coffee Lovers’ es el producto de cinco años de aprendizaje, es la iniciación en el mundo del café en palabras alegres y sencillas de la autora, quien escribió un libro pensando en otros ‘coffee lovers’ que, como ella, sienten el café en sus venas.

“Quiero que más gente tome cafecito delicioso para que los caficultores mejoren su calidad de vida y los emprendimientos de café salgan adelante. Además, no hay nada en el mundo que no se resuelva con una taza de café”, explica.

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Nathalia se hace llamar ‘Una loca suelta tomando café’, pero también es una loca por la vida, una mujer que le da valor a lo nuestro y cree que aún hay mucho que hacer por el café de nuestra tierra; como explica el profesor Henry Patiño en el prólogo de ‘Manual para Coffee Lovers’: el mundo del café necesita consumidores más conscientes.