El Espectador es el periódico más antiguo del país, fundado el 22 de marzo de 1887 y, bajo la dirección de Fidel Cano, es considerado uno de los periódicos más serios y profesionales por su independencia, credibilidad y objetividad.
La reciente iniciativa del gobierno colombiano de presentar una nueva ley de financiamiento ha atraído la atención no solo de los sectores económicos y legislativos, sino también de la sociedad en general. Lidio García, presidente del Senado, expresó dudas sobre la viabilidad de que esta ley sea aprobada en el Congreso, principalmente por el entorno político adverso y el impacto potencial que tendría sobre la percepción pública en época electoral. La propuesta fue radicada por el ministro de Hacienda, Germán Ávila, y contempla recaudar COP 26 billones para el presupuesto de 2026, lo que equivale al 1,4% del presupuesto total aprobado de COP 546 billones, según cifras oficiales.
Uno de los puntos más controversiales es la modificación del Impuesto al Valor Agregado (IVA) para la venta de combustibles líquidos, una medida diseñada para incrementar los ingresos estatales. Sin embargo, el contexto político actual, marcado por próximas elecciones, añade una tensión adicional a la discusión: las reformas fiscales han resultado históricamente impopulares y podrían deteriorar la credibilidad del actual gobierno en caso de incrementarse los impuestos básicos. Según reportes recogidos por fuentes legislativas, este factor ha complicado las posibilidades de que la reforma tributaria encuentre respaldo suficiente dentro del Congreso, y especialmente entre quienes buscan reelegirse o mantener su capital político intacto.
El debate sobre la reforma no solo gira en torno a la posible subida de impuestos para toda la población, sino también a la percepción de justicia en la distribución de la carga tributaria. Voces opositoras han señalado que el aumento en el precio de bienes como la gasolina impactaría negativamente a sectores vulnerables como campesinos y motociclistas. Aunque el gobierno subraya que la reforma es progresiva y no afectará la canasta familiar, dichos argumentos no han logrado disipar la desconfianza de amplios sectores políticos y sociales, como se desprende de discusiones recogidas en medios como El Espectador y El Tiempo.
Adicionalmente, la coyuntura internacional de desaceleración económica y tensiones geopolíticas puede dificultar la tarea de recaudar los fondos previstos. El ministro Ávila insiste en que las medidas buscan preservar el crecimiento económico y la creación de empleo, enfocando la mayor carga tributaria en quienes cuentan con mayores ingresos. Sin embargo, la incertidumbre electoral y económica sigue alimentando la preocupación de que las reformas puedan agravar el clima social y caer de manera desigual sobre grupos menos favorecidos.




En definitiva, la aprobación de la ley de financiamiento constituye un desafío que trasciende el mero ajuste fiscal. El éxito dependerá de la capacidad del gobierno y del Congreso para construir consensos y diseñar mecanismos tributarios percibidos como justos y adecuados. Esta reforma debe navegar entre la urgencia de sostener el presupuesto nacional y la necesidad de evitar medidas que se perciban como onerosas o inequitativas, especialmente en el contexto electoral actual.
¿Qué significa que una reforma tributaria sea progresiva?La pregunta es relevante porque el gobierno ha insistido en que la reforma propuesta tiene un enfoque progresivo. Una reforma tributaria es considerada progresiva cuando incrementa en mayor proporción los impuestos a quienes tienen más capacidad de pago, es decir, los sectores de altos ingresos, mientras busca proteger a las clases populares de nuevas cargas fiscales directas. Dicha progresividad intentaría garantizar una mayor equidad en la contribución fiscal, aunque su implementación efectiva es motivo constante de debate en los escenarios políticos y sociales, como lo evidencia el caso colombiano.
Sin embargo, incluso con un enfoque progresivo declarado, permanece la preocupación de amplios sectores sociales sobre el posible efecto indirecto de algunos impuestos –como el de los combustibles– sobre las personas de bajos ingresos. La desconfianza en la distribución efectiva de los recursos y los beneficios esperados subraya la importancia de continuar informando y discutiendo los alcances reales de las reformas fiscales.
¿Por qué las reformas tributarias suelen generar resistencia en época electoral?Este interrogante surge a partir de la vinculación que los analistas políticos hacen entre el momento de las reformas y el calendario electoral. Las reformas tributarias suelen interpretarse como decisiones impopulares porque implican aumentos o ajustes en los impuestos, lo que puede generar descontento en la ciudadanía. En periodo electoral, los partidos y candidatos tienden a evitar medidas que disminuyan su respaldo político, como señalan los reportes analizados del Congreso.
La preocupación central radica en el impacto que un cambio en la política tributaria podría tener en la intención de voto de la población. Esto lleva a que, en muchas ocasiones, reformas profundas se posterguen o enfrenten mayores obstáculos, como ocurre en la actual discusión sobre la ley de financiamiento en Colombia, en la que los riesgos políticos pesan considerablemente para todos los actores involucrados.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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