Lo bueno

  • Dependemos de nosotros mismos. A pesar del empate, nos sigue favoreciendo el punto invisible: ganando en Bogotá y en Bucaramanga estamos en la final.

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  • La defensa. Volvió la solidez, Llinas y Cuenú hicieron un buen partido y Montero no fue protagonista. Hay que mantener el cero a como de lugar en estos dos partidos restantes.

Lo malo

  • Sin margen de error. Solo sirve ganar y a este Millonarios del profesor Gamero los momentos de presión le cuestan. Sigue haciendo falta la jerarquía en los momentos claves.

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  • La contra táctica no funciona. Cuando el rival se cierra en su propia área el equipo no encuentra variantes para atacar, se vuelve predecible y sin dinámica adelante. Ni Gamero, ni las individualidades solucionan.
  • El banco de suplentes. Faltaron piezas para abrir las bandas, darle velocidad y gambeta al equipo. Increíble que entre Celis, Guerra y Quiñones no se haya escogido a uno para ser suplente.
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  • Eduardo Sosa. La primera solución del profesor Gamero ni fu ni fa en estas finales. No es determinante, conduce demasiado, corre mal la cancha y anda peleado colectivamente.

Lo feo

  • Quemar tiempo y plata. El equipo con la nómina más costosa del país vino a dar cátedra de anti fútbol. Se dedicó a pegar, a quemar indiscriminadamente tiempo y a olvidarse del balón. Ni La Equidad sale a proponer ese juego tan bochornoso.
  • Alexander Ospina. El señor juez dejó pegar al Junior y no expulsó a Pacheco. Permitió que el visitante quemara tiempo con Viera como gran promotor y al final solo dio 6 minutos de adición. En el FPC no hay ningún árbitro con autoridad.