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Escrito por:  Claudia Sterling
Columnista     Jun 4, 2025 - 9:58 am

María Dueñas… Su nombre evoca historias de mujeres fuertes, envueltas en aromas de tiempos pasados y geografías exóticas. Pero antes de sumergirnos en las arenas de “Por si un día volvemos”, detengámonos un instante en la artífice de este tapiz narrativo.

María, nacida en Puertollano, esa tierra manchega de sol y esfuerzo, no siempre tuvo la pluma como destino manifiesto. Doctora en Filología Inglesa, dedicó años a la academia antes de que la escritura la reclamara con la fuerza de un viento del desierto. Y aquí viene un pequeño secreto a voces, algo que quizás no encuentren en las solapas de sus libros: su fascinación por las historias orales de mujeres de su familia, relatos de resiliencia y secretos susurrados al oído, ese algo que fue la verdadera semilla de sus novelas. Esas voces femeninas, curtidas por la vida, resonaron en su interior hasta que encontraron su cauce en personajes inolvidables.

El alumbramiento de “Por si un día volvemos” (Planeta, 2025) debió ser un proceso íntimo y apasionado. Imagino a María, inmersa en documentos históricos, mapas polvorientos de Argelia y testimonios de una época convulsa. Debió sentir el peso de la historia sobre sus hombros, la responsabilidad de dar voz a un tiempo silenciado. Dicen que, durante la escritura, su casa se convirtió en un pequeño Argel, con aromas de especias y el eco lejano de las revueltas.

Ahora, adentrémonos en la trama, como quien descorre una cortina para revelar un paisaje fascinante. La protagonista, una mujer de nombre que resuena con fuerza y misterio, se ve abocada a un viaje iniciático marcado por la pérdida y la búsqueda de identidad. Su vida, tejida con los hilos del abandono familiar  y la pobreza, da un vuelco brutal tras ser víctima de una violación. Un acto de defensa propia la convierte, a sus propios ojos y a los de una sociedad implacable, en asesina de su agresor. Este sentimiento de culpa, como una sombra persistente, la acompañará en su periplo vital.

En su camino, se cruzan mujeres que se erigen como faros en la oscuridad. Mentoras que le ofrecen refugio, sabiduría y la fuerza para reconstruirse. Son figuras femeninas complejas, cada una con sus propias cicatrices, pero unidas por un lazo de sororidad tácito. En cuanto a los hombres… aparecen y desaparecen como espejismos en el desierto, algunos ofreciendo apoyo, otros sembrando aún más dolor. Las relaciones masculinas en la vida de nuestra protagonista son un reflejo de la época, marcadas por la desigualdad y las expectativas sociales.

Argelia, la tierra que la acoge y la marca para siempre, se convierte en un personaje más de la novela. Orán, con su atmósfera cosmopolita y sus tensiones latentes; los paisajes áridos del interior, testigos silenciosos de luchas ancestrales; los cafés bulliciosos donde se fraguan sueños de independencia… Dueñas nos transporta a estos escenarios con una prosa evocadora, donde la luz del Mediterráneo contrasta con las sombras de la opresión colonial.

El aprendizaje que emana de estas páginas es profundo y dolorosamente vigente. La Argelia de entonces, bajo el yugo colonial francés, clama por justicia y libertad, un eco que resuena con las luchas por la autodeterminación que aún persisten en tantos rincones del mundo. La novela nos invita a reflexionar sobre el precio de la injusticia, la resiliencia frente a la adversidad y la búsqueda incansable de la dignidad humana.

¿Y por qué jamás regresó la protagonista a Argelia? Terminamos sin saberlo. “Por si un día volvemos” no es solo una novela; es un testimonio de la fuerza del espíritu humano y un recordatorio de que las heridas, aunque no se vean, siempre dejan una huella profunda en el alma.

Un libro sobrecogedor, que no da un respiro. No se pierdan el placer inmenso de leerlo. 

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