Escrito por:  Redacción Vivir Bien
Feb 5, 2025 - 7:02 pm

Según el último informe de ANIF-Colombia, para el 2070, casi la mitad de la población en Colombia será mayor de 50 años, lo que invertirá la pirámide poblacional actual y demandará soluciones para mejorar el bienestar de este grupo poblacional. 

  • El bienestar subjetivo está relacionado con la evaluación que hacen las personas sobre diferentes aspectos y experiencias de su vida. Esto incluye aspectos como la salud, los ingresos y el tiempo libre, entre otros.
  • De acuerdo con la Encuesta de Calidad de Vida (2023) del DANE, la satisfacción con la salud es el componente que tiene la caída más pronunciada a lo largo de la vida, pasando de un puntaje promedio de 8,0 (sobre 10) en la población más joven a un puntaje promedio de 6,6 para los adultos mayores de 70 años. 
  • Para el grupo de mayores de 70 años, la satisfacción con el ingreso es la categoría con la puntuación más baja (6,1).
  • Esto evidencia la necesidad de promover estrategias que fomenten un envejecimiento activo y productivo, de modo que se logre mantener o mejorar la calidad de vida de las personas a lo largo de su vida. 

El ensayo “Yo, vieja” (Booket, 2023) de Anna Freixas es un viaje introspectivo y reivindicativo por los derechos humanos de las personas mayores. Este ensayo, estructurado como un canto a la libertad y la dignidad, se convierte en un faro de esperanza para quienes nos acercamos o ya se han adentrado en la tercera edad.

Anna Freixas, con su habitual lucidez y sensibilidad, nos invita a un viaje introspectivo y reivindicativo a través de las páginas de “Yo, vieja”. Este ensayo es una profunda reflexión sobre nuestra sociedad y los cambios que debemos afrontar para construir un futuro más justo y equitativo.

La autora, con una prosa elegante y cercana, desentraña los hilos invisibles que tejen la discriminación por edad, especialmente hacia las mujeres. Con ejemplos cotidianos y anécdotas personales, nos muestra cómo estos prejuicios se infiltran en todos los ámbitos de nuestras vidas, desde la salud hasta las relaciones sociales.

“Yo, vieja” es un espejo que refleja las tensiones y contradicciones de una sociedad que envejece a pasos agigantados. Freixas nos cuestiona sobre nuestro modelo de cuidados, sobre la importancia de la autonomía y la dignidad en la vejez, y sobre la necesidad de redefinir los roles y las expectativas asociadas a esta etapa de la vida.

La obra es especialmente relevante en un contexto marcado por la pandemia, que ha puesto de manifiesto la fragilidad de nuestro sistema de cuidados y la necesidad de repensar nuestras prioridades. Freixas nos invita a construir un nuevo relato sobre la vejez, un relato que celebre la diversidad, la experiencia y la sabiduría de las personas mayores.

Uno de los mayores aciertos de “Yo, vieja” es su capacidad para ir más allá de los estereotipos y las generalizaciones. Freixas nos muestra que la vejez es una experiencia única y diversa, que no puede ser reducida a una única categoría, la de “los abuelitos”. Cada persona envejece de manera diferente, con sus propias fortalezas, debilidades y aspiraciones.

La autora nos invita a celebrar la diversidad de las experiencias vitales y a reconocer que la edad no es un obstáculo para seguir creciendo, aprendiendo y transformándonos. La vejez, lejos de ser una etapa de decadencia, puede ser un momento de gran plenitud y realización personal.

“Yo, vieja” no solo es una obra conmovedora, sino también un manual práctico para vivir una vejez plena y satisfactoria. Freixas nos ofrece una serie de consejos y herramientas para afrontar los desafíos de esta etapa de la vida, como mantener una vida activa, cultivar relaciones sociales significativas y cuidar de nuestra salud física y mental.

Sin embargo, el libro va más allá de los consejos prácticos individuales. Nos trae un manifiesto para envejecimiento confortable y vitalista: ¿Qué queremos? 

  • Queremos ser viejas y parecerlo 
  • Queremos ser reconocidas como agentes de nuestra propia vida 
  • Que se respeten todas nuestras y cada una de nuestras voluntades y en especial nuestro testamento vital 
  • Que se cumplan nuestros deseos por extravagantes que parezcan, máxime después de haberlo entregado todo u sacrificado muchos de ellos porque otros cumplieran los suyos 
  • Que se nos valore por lo que somos y fuimos y por lo que seremos pues seguimos vivas: estamos ahí, produciendo, creando y aportando
  • Queremos ser reconocidas como sabias, maestras. Que no se dirijan a nosotras como abuelitas o ancianitas frágiles o infantilizadas 
  • Queremos ser nombradas por nuestros nombres y apellidos pues para eso los tenemos y seguimos teniendo
  • Somos seres individuales, no una comunidad de seres intercambiables, queremos que se reconozcan nuestras diferencias y características particulares y que seamos tratados como tal. No como el conjunto de “abuelos” o “adultos mayores”
  • Consideramos relevante que se valore nuestra enorme contribución a la vida y civilización del planeta con una pensión digna
  • Como viejas libres que somos, queremos gastar nuestro dinero en lo que se nos dé la gana, sin supervisión ajena
  • Lucharemos por legar los bienes a las personas que queramos, más allá de la sangre y lucharemos para desheredar a quienes se hayan desentendido de nuestras obligaciones de cuidado para con nosotras: el abandono es maltrato psicológico 
  • Queremos que se nos mire como seres sexuales y respetar nuestras elecciones 
  • Queremos poder disponer en las tiendas de ropa adecuada a nuestra edad, que no nos haga ver ridículas o miserables y corte de pelo con estilo que nos permitan sentirnos cómodas y que las canas se reconozcan como símbolo de elegancia, sabiduría y libertad
  • Queremos vivir en nuestra casa. Adaptándola si, pero nuestros espacios vitales son eso: la vida para nosotros
  • Queremos que se censure públicamente la “abuelez ambulante”: no queremos ir de casa en casa de cada hijo según su conveniencia, como si sobráramos, salvo situaciones extremas
  • Queremos disponer de un transporte público cómodo y frecuente adaptado a las necesidades de la población mayor
  • Las imágenes mediáticas nos deben representar tal como somos: mujeres mayores orgullosas de serlo, con autoridad, diversas y variopintas 
  • Que el sistema de salud nos dispense una atención emotiva, eficiente, digna y que se dirijan a Nosotros, no a quien nos acompaña, que nos hablen clara y directamente y se negocie con nosotros y no con nuestros acompañantes o familias el diagnóstico, pronóstico y el tratamiento: que la los sistemas de salud tomen en serio nuestro cuerpo y nuestra mente, que respeten nuestra intimidad corporal
  • Queremos disponer de un sistema social de ayuda domiciliaria y de apoyo para las personas mayores que lo necesiten de tal forma que esta labor no recaiga solamente en hijos e hijas 
  • Que se nos suministren cuidados paliativos hasta el último minuto de vida para conservar nuestra dignidad y soberanía
  • Que en la agenda pública se involucre a la mujer mayor como parte de todos sus programas y proyectos y que seamos escuchadas y que se tengan nuestras necesidades como una prioridad política: que esta inclusión sistemática no sea paternalista sino normalizada. Hacer política con nosotras como interlocutoras válidas, hacer políticas con nosotras y no “para” nosotras 
  • Que se revisen políticas de las residencias de ancianos: acceso a medios de comunicación, dinero, sexualidad, trato cálido y empático, que se respete la confidencialidad e intimidad; que la relación se sustente en la ética, en no “puentear” la relación con los hijos por creernos incapaces
  • Fomentar el asociacionismo para contar con redes de apoyo y solidaridad, fomentar el colaboracionismo y la cooperación, que no la beneficencia 
  • Crear espacios culturales o de ciudadanía a donde sea seguro y cómodo ir para las mujeres mayores 
  • Poner en valor las genealogías, los legados históricos y los linajes femeninos 
  • Generar opciones de visibilidad para visibilizar viejas silenciosas y silenciadas, y desde la etapa escolar poner el tema en el centro del asunto 
  • Debemos desde ya crear la infraestructura, los espacios, la mente, la red: convencernos de que este es un tema vital para el que hay que construir un camino para la diversidad de vejeces.  No podemos seguir desde el paternalismo. 

A través de su escritura, pues,  Freixas nos conecta con nuestra propia vulnerabilidad y nos invita a abrazar la finitud como parte de la condición humana. Es ella una de las voces más lúcidas y comprometidas de la literatura contemporánea. Con “Yo, vieja”, la autora reafirma su compromiso con la defensa de los derechos de las mujeres y las personas mayores. Su obra es un llamado a la acción, no exclusivamente del estado, sino de nosotras mismas – aquellas que estamos acercándonos a la tercera edad y aquellas que ya lo están-, una invitación a construir un mundo más justo y equitativo para todas las personas, independientemente de su edad.

A través de su prosa elegante y conmovedora, Anna Freixas nos inspira a vivir una vida plena y significativa hasta el último suspiro. Un libro imperdible en estos tiempos.

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