Escrito por:  Redacción Vivir Bien
Jul 18, 2025 - 11:47 am

Durante años se ha culpado al sedentarismo del alarmante aumento de la obesidad en el mundo. Sin embargo, un nuevo estudio internacional acaba de voltear esa teoría y señalar a otro gran responsable: la comida que consumimos, su calidad y, sobre todo, sus porciones.

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La investigación, publicada por la prestigiosa revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’ (PNAS), indica que el aumento del sobrepeso en países desarrollados está mucho más relacionado con el exceso de alimentos ultraprocesados que con la falta de ejercicio físico.

Los datos, recolectados entre más de 4.200 adultos de 34 países, revelaron que personas que viven en entornos rurales o que llevan estilos de vida físicamente exigentes —como cazadores o agricultores— no queman muchas más calorías al día que quienes trabajan en una oficina en países como Estados Unidos o Alemania.

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Esto se debe, según los expertos, a una capacidad del cuerpo humano para autorregular su consumo energético. Es decir, si usamos más energía en actividad física, nuestro organismo compensa reduciendo el gasto en otras funciones biológicas, como la inflamación o la fertilidad. A este fenómeno lo llaman el “modelo de gasto energético restringido”.

“Más ejercicio no necesariamente significa una mayor quema de calorías”, aseguró el antropólogo Herman Pontzer, de la Universidad de Duke y autor principal del estudio. “El cuerpo ajusta internamente cómo usa la energía. Por eso, la raíz del problema no está en movernos poco, sino en lo que comemos y cuánto”.

El estudio encontró una clara correlación entre el consumo de productos ultraprocesados —aquellos con cinco o más ingredientes artificiales— y los niveles más altos de grasa corporal. Estos alimentos, comunes en la dieta occidental, incluyen desde cereales azucarados y bebidas gaseosas, hasta embutidos y comidas congeladas.

Comida chatarra / Getty
Comida chatarra / Getty

Además, se determinó que las personas en países desarrollados ingieren muchas más calorías que quienes viven en zonas menos industrializadas. Según los investigadores, este consumo elevado tiene un peso diez veces mayor en el desarrollo de la obesidad que la cantidad de energía que se gasta a diario.

Eso no significa que el ejercicio no sea importante. Pontzer enfatiza que sigue siendo clave para la salud cardiovascular, metabólica y mental, pero advierte que las políticas públicas enfocadas exclusivamente en promover la actividad física están perdiendo el foco.

“Necesitamos medidas urgentes para reducir el consumo de ultraprocesados, mejorar la educación alimentaria y facilitar el acceso a comida fresca y nutritiva. Esa es la verdadera vía para combatir la epidemia de obesidad”, sentenció.

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Este hallazgo representa un llamado de atención para los gobiernos y sistemas de salud: si se quiere frenar el avance del sobrepeso, hay que mirar menos las caminadoras y más los platos.

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