Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por Marizol Gómez   Ago 25, 2023 - 5:00 pm
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En la cotidianidad, las groserías han sido durante mucho tiempo miradas con desaprobación. Sin embargo, estudios indican que el acto de decir groserías podría estar relacionado con la inteligencia, la capacidad para manejar el dolor y otros beneficios.

En el lenguaje, ciertas palabras han sido relegadas al territorio de lo tabú y lo inapropiado. Sin embargo, el decir malas palabras, lejos de ser simplemente una muestra de rebeldía, podría estimular ciertas áreas del cerebro y obtener múltiples beneficios.

Contrariamente a la creencia popular, el uso ocasional de palabras ofensivas no necesariamente indica una falta de control emocional o educación. Según expertos en el tema, la habilidad para emplear groserías de manera ingeniosa podría ser un signo de inteligencia emocional y verbal.

El estudio Fluidez de palabras tabú y conocimiento de insultos y peyorativos generales: deconstruyendo el mito de la pobreza de vocabulario, recomiendan que aquellos capaces de expresar sus emociones de manera precisa y efectiva, incluso mediante el lenguaje vulgar, pueden poseer un dominio del idioma y un entendimiento del lenguaje.

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En el experimento, los investigadores pidieron a los participantes que nombraran palabras que comienzan con ciertas letras, revelando que aquellos con una mayor habilidad para generar palabras no solo demostraron su destreza en el lenguaje convencional, sino que también mostraron una notable capacidad para crear palabrotas.

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Expresarse de manera franca y auténtica podría también tener implicaciones terapéuticas. Algunas formas de terapia, como la terapia de aceptación y compromiso, alientan a las personas a abrazar sus emociones, incluso las más intensas. En este contexto, el uso controlado de groserías podría ser una forma de liberar tensiones y promover la autenticidad emocional.

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El lenguaje soez no solo libera emociones, sino que también podría aliviar el dolor. Investigaciones revelan cómo las malas palabras, pronunciadas en momentos de malestar, desencadenan una respuesta fisiológica que podría ofrecer alivio.

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Esta señalización activa la liberación de adrenalina, una hormona que moviliza al cuerpo para enfrentar desafíos. Esta cascada hormonal no solo aumenta la frecuencia cardíaca, sino que también produce una respuesta eléctrica en la piel, lo que puede considerarse un indicador de excitación emocional.

La neurocientífica e investigadora Emma Byrne, autora del estudio, ha profundizado en este fenómeno. Según Byrne, el efecto del lenguaje soez se refleja en cambios medibles en la salud del cuerpo. “Decir malas palabras desencadena un componente de excitación emocional”, dijo la investigadora a The Phsychiatrist

Debido a que las malas palabras se procesan en tantas partes diferentes del cerebro a la vez, son un distractor más eficaz que casi cualquier otra cosa”, explicó Byrne a ese medio.

Los participantes involucrados en el estudio demostraron que pronunciar malas palabras no solo liberaba emociones, sino que también les permitía mantenerse en el agua durante períodos más largos a comparación de aquellos que no las decían. Este estudio reveló que la expresión de groserías puede elevar la tolerancia al dolor de una persona en hasta un 33%.

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Decir malas palabras puede activar un tipo de pensamiento lateral, una forma de abordar los problemas desde ángulos inusuales. El uso de palabras prohibidas rompe con las estructuras lingüísticas convencionales, liberando la mente de las restricciones habituales. Esto puede resultar en ideas y soluciones más originales y frescas.

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Las investigaciones sobre los efectos positivos de decir groserías, desafiando las convenciones culturales y lingüísticas, revelan que las palabras ‘prohibidas’ podrían estar vinculadas con la inteligencia emocional, la habilidad lingüística y el manejo del dolor.

 

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