La desobediencia, la indiferencia, la irracionalidad, la indecisión y hasta el pensamiento mágico retrasan peligrosamente la acción de gobiernos que toman medidas, basados en conceptos técnicos, para combatir al COVID-19. Y el costo de esas actitudes puede ser devastador. Los ciudadanos conscientes y colaboradores pueden pagar los platos rotos por los irresponsables.

Con unos primeros botones de muestra se puede entender lo que pasa: en Francia, donde la gente tiene que quedarse tanto como pueda en sus casas desde el 17 de marzo, el presidente Emmanuel Macron advirtió que el confinamiento se está tomando “a la ligera”. Poco antes del anuncio de estas medidas, ya circulaban en redes imágenes de los parques llenos de parisinos tomando el sol. Desde la imposición del aislamiento, siguen viéndose videos con los mercados de la capital francesa repletos de gente.

En Alemania, las autoridades se plantean pasar a un confinamiento obligatorio, puesto que muchos alemanes, sobre todo jóvenes, hacen caso omiso de las consignas de quedarse en casa. Los españoles, por su parte, tienen que respetar un estricto confinamiento que no les permite ni salir a estirar las piernas o tomar aire, a diferencia de Italia o Francia. Como sí se autoriza sacar brevemente al perro para que haga sus necesidades, algunos han sido sorprendidos paseando peluches.

¿Está el mundo dividido en dos, entre las personas que respetan las normas por el bien de todos y las que solo piensan en sus propios intereses? No, hay una parte de indecisos, que suele ser mayoritaria en este tipo de situaciones, responde Angela Sutan, profesora de economía del comportamiento en el centro francés Burgundy School of Business.

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“El problema es que esta gente indecisa es a la vez la más importante y la más peligrosa”, explica a la AFP. “Si se dan cuenta que los otros no cooperan, ellos tampoco cooperan”. Estas conclusiones se fundamentan en investigaciones en economía del comportamiento. Esta disciplina, a caballo entre la economía y la psicología, busca explicar por qué emergen comportamientos irracionales desde un punto de vista económico.

Uno de los principales investigadores en este campo, el austriaco Ernst Fehr, hizo un estudio hacia el año 2000 que muestra, aunque con un panel reducido de 40 personas, qué actitudes siguen las personas. Una cuarta parte del grupo contribuye al interés general, pase lo que pase; otra cuarta parte solo piensa en sí mismo y la mitad son los famosos “contribuyentes condicionales”, es decir, esperan a ver cómo se comporta la mayoría.

Presión social necesaria

En este contexto, las redes sociales tienen “tendencia a mostrar demasiados malos ejemplos, lo que da la impresión que solo hay polizones”, lamenta Sutan. “Esto crea un círculo vicioso”.

Sin embargo, también puede tener un efecto beneficioso ya que permiten que las personas indignadas difundan su desaprobación en las redes sociales y hagan que las más egoístas reflexionen sobre su actitud.

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“Piensan obtener un beneficio si van al parque porque han mostrado un acto de valentía”, precisa Sutan. Pero si pesa sobre ellos la amenaza de la desaprobación en las redes sociales, la osadía “sale muy cara, porque (el reconocimiento en las redes sociales) es todo lo que tenemos en este momento”, agrega.

¿Cuál es entonces la mejor estrategia para que se respete el confinamiento? ¿Reforzar las medidas y multiplicar las multas, como en España o Italia, o bien, hacer un llamado a la responsabilidad de los ciudadanos, como hizo Macron?

Una mezcla entre los dos, según varios economistas, que consideran que es positivo el hecho de que las autoridades francesas exijan a quien sale a la calle un formulario en el que se explique la razón que justifica su desplazamiento excepcional.

“Cuando pones tu firma en un papel, hay un mecanismo que hace que la gente, si ya eran personas dispuestas a respetar las reglas, deseen también respetar este compromiso”, dice a la AFP el investigador Thierry Aimar, que enseña neuroeconomía en el Instituto de Ciencias Políticas de París.

“Esta firma creará mecanismos mentales que consistirán en respetar el compromiso para evitar una forma de disonancia cognitiva”, prosigue. “Y en el caso de la mayoría de personas que ya respetaban las normas sociales, el cerebro reforzará la autodisciplina”, explica.

Pero el efecto puede diluirse a largo plazo, en función de lo que hagan unos y otros.

“Si los comportamientos oportunistas se desarrollan, la actitud de la gente naturalmente respetuosa con las normas puede evolucionar hacia la otra dirección”, concluye Aimar, para quien, de todas formas, en este contexto inédito, cualquier pronóstico es una aventura arriesgada.

Casos de desobediencia en el mundo

El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, elevó el tono este lunes al dirigirse a los ciudadanos que continúan reuniéndose a pesar de las prohibiciones para tratar de contener la pandemia de coronavirus.

“Todos hemos visto en Internet fotos de personas que parecen pensar que son invencibles”, dijo el jefe de gobierno en una conferencia de prensa, en momentos en que Canadá registra más de 2.000 casos identificados en su territorio y 24 muertes, según informes. “Ya es suficiente”, agregó. “Mantenga dos metros entre usted y la otra persona”, “evite grupos”, “quédese en casa tanto como sea posible”, recomendó nuevamente Trudeau.

Entre tanto, la policía de Bruselas sancionó a casi 600 personas por no respetar las restricciones adoptadas en Bélgica para contener la propagación del coronavirus, como “tomar el aire, pero en su barrio”. Según Ilse Van de Keere, vocera de la policía de la capital, los agentes impusieron 288 multas el domingo, sobre todo en parques, ya sea porque las personas se alejaron mucho de sus barrios o por no respetar la prohibición de reunirse.

En Rusia, la policía abrió una investigación a una especialista de epidemias que incumplió la cuarentena obligatoria y siguió trabajando tras un viaje al extranjero, y dio positivo al coronavirus. El Comité de Investigación ruso indicó en un comunicado que la mujer había estado del 6 al 9 de marzo en España, uno de los principales focos del coronavirus en Europa, sin avisar a sus superiores.

Pero este no es un problema exclusivo de ese lado del mundo. A la salida masiva de ciudadanos de Bogotá luego de que la alcaldesa Claudia López anunciara cuatro días de aislamiento voluntario para la capital se suman otros casos en Latinoamérica.

En Guatemala, más de 900 personas fueron arrestadas por desacatar un toque de queda parcial ordenado por el gobierno. Entre los detenidos se encuentran un hombre de 46 años y su hijo de 22, que fueron arrestados “ingiriendo bebidas embriagantes” y portando armas de fuego en un sector popular al este de la capital. La prensa local informó de la detención por unas horas, en el departamento occidental de Quetzaltenango, del diputado Guillermo Cifuentes, del partido oficialista Vamos (derecha), quien presuntamente conducía ebrio un vehículo pequeño.

Y en Ecuador, el presidente Lenín Moreno exigió “más disciplina” para frenar el aumento de casos de coronavirus en la costera provincia de Guayas (suroeste), controlada por militares ante el incumplimiento de normas sanitarias. “Requerimos de ustedes mayor esfuerzo y disciplina, más disciplina”, dijo Moreno en una cadena nacional, al mencionar que firmó un decreto que autoriza a las Fuerzas Armadas a tomar el control de Guayas, que concentra la mayor cantidad de contagiados.