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El aumento de los suicidios en el Eje Cafetero colombiano ha puesto en evidencia una crisis de salud pública que afecta especialmente a la población joven. Según datos presentados en el Encuentro Nacional del Colegio Colombiano de Psicólogos y recopilados por LA PATRIA, el 48,5 % de las muertes autoinfligidas ocurrieron en personas entre 15 y 24 años, lo que subraya la magnitud de este problema en la región. El Dr. Pablo César González, de la Universidad del Quindío, atribuyó el fenómeno a un conjunto complejo de factores, entre los que destacan la caída en los precios del café, la migración masiva, el consumo de alucinógenos y una profunda crisis de esperanza, propias de las transformaciones socioculturales y económicas que enfrenta el Eje Cafetero.
Esta situación adquiere especial gravedad debido a que las tasas de suicidio consumado en la región oscilan entre 7 y 9 casos por cada 100.000 habitantes, superando el promedio nacional según los reportes oficiales citados en LA PATRIA. Un análisis demográfico revela diferencias significativas por género y edad: mientras que las mujeres jóvenes entre 12 y 28 años presentan más intentos de suicidio, los hombres jóvenes consuman más muertes y utilizan generalmente métodos más letales, además de buscar menos ayuda psicológica. Dicho patrón también ha sido documentado por el Instituto Nacional de Salud de Colombia (INS) y coincide con estudios internacionales de la Organización Mundial de la Salud (OMS, por sus siglas), que han establecido la relación entre métodos empleados y el acceso a redes de apoyo.
Estos intentos y muertes generan un profundo impacto psicosocial, extendiendo sus consecuencias más allá de los afectados directos. La carga recae tanto en los sistemas de salud como en las familias y comunidades. Ciudades como Manizales, Pereira y Armenia concentran casi la mitad de los intentos de suicidio de la región, registrando en algunos municipios tasas superiores a 140 intentos por cada 100.000 habitantes, cifra que representa casi un 50 % más que el promedio nacional, de acuerdo con la Región Administrativa y de Planeación (RAP) Eje Cafetero.
La dimensión social y estructural del fenómeno está respaldada por estudios de la Universidad de Antioquia y reportes de la OMS, que relacionan la inestabilidad económica, la migración y el consumo de sustancias psicoactivas con un mayor riesgo de suicidio en jóvenes. Estos factores deterioran la salud mental y agravan la sensación de incertidumbre y desarraigo. Además, la falta de acceso a servicios psicológicos constituye una barrera crucial: Medicina Legal Colombia reportó que, en el primer semestre de 2025, se registraron 1.352 suicidios en el país, principalmente en hombres jóvenes, y que más del 90 % de los estudiantes universitarios enfrentan obstáculos para acceder a atención psicológica.




Frente a este panorama, tanto expertos locales como organizaciones internacionales recomiendan fortalecer la red de salud mental con estrategias de detección temprana, programas preventivos en instituciones educativas y campañas de sensibilización para derribar el estigma. El Ministerio de Salud y la OMS insisten en la necesidad de integrar acciones interinstitucionales que sumen a los sectores salud, educación y organizaciones sociales, con políticas públicas eficaces construidas a partir de datos fiables y sostenibles en el tiempo. El desafío, como concluyen expertos y fuentes consultadas, es abordar la crisis desde una perspectiva integral que contemple tanto el sufrimiento individual como los factores estructurales que la originan, en busca de soluciones que refuercen el tejido social y devuelvan la esperanza a las nuevas generaciones.
¿Cuáles son las principales barreras que enfrentan los jóvenes para acceder a servicios de salud mental en el Eje Cafetero? La dificultad de acceso a servicios psicológicos entre los jóvenes, especialmente universitarios, es una de las preocupaciones señaladas en los estudios consultados, como el realizado por la Universidad Nacional de Colombia. Las barreras más recurrentes incluyen insuficiencia en la oferta de atención, falta de recursos económicos, estigmatización social y demoras en la atención especializada. Esta problemática limita la intervención temprana ante situaciones de riesgo e incrementa la vulnerabilidad de los jóvenes ante episodios de crisis emocional. La identificación y superación de estos obstáculos han sido resaltadas como prioridades en documentos técnicos y en las recomendaciones del Ministerio de Salud.
Su relevancia radica en que la falta de acceso oportuno a la salud mental perpetúa ciclos de sufrimiento y contribuye al aumento de intentos de suicidio, como ocurre en ciudades del Eje Cafetero con altos índices de casos. Mejorar la atención implica ampliar los recursos disponibles, reducir el estigma vinculado a la búsqueda de ayuda psicológica y fortalecer la articulación entre instituciones educativas, servicios de salud y la comunidad.
¿Qué papel juega el consumo de sustancias psicoactivas en la crisis suicida juvenil del Eje Cafetero? Según estudios de la Universidad de Antioquia y la propia OMS, el consumo de sustancias psicoactivas —como alucinógenos— actúa como un factor agravante del riesgo suicida en los jóvenes de la región. El uso de estas sustancias puede intensificar la impulsividad, agravar estados depresivos preexistentes y reducir la capacidad para afrontar situaciones de crisis. Estos hallazgos confirman la necesidad de enfocar la prevención tanto en el acceso a salud mental como en la reducción del consumo de sustancias.
Este aspecto es especialmente relevante porque el consumo de drogas ilegales o no reguladas no solo compromete la salud física de los jóvenes, sino que interfiere en su estabilidad emocional y social. Abordar simultáneamente la prevención del consumo y la promoción del bienestar mental es considerado por los expertos como una estrategia clave para frenar el avance del fenómeno suicida en el Eje Cafetero de Colombia.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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