“Vuélese Catalina, aquí las únicas que pagan cárcel son las miedosas que no tienen cómo defenderse”, le manifestó su abogada. Catalina quedó fría. En esa llamada, su abogada le había confirmado que tenía orden de captura. Miles de cuestionamientos llegaron a su cabeza, pero de lo único que ella estaba segura era de pagar por lo que había cometido; volarse no era una opción.

(Lea también: Colombia, el país cuyos entrenadores de patinaje son deseados en el extranjero)

Catalina Salazar Osorio, una paisa de 38 años. Amante de los atardeceres y de la combinación de las montañas verdes con el cielo azul. Le gusta pasar desapercibida; es inteligente, observadora y descomplicada. Pero su ambición por conseguir más y más, la llevó a escoger el camino equivocado. 

Era un 6 de diciembre del 2015, la mayoría de las personas se preparaban para empezar a celebrar el mes más especial del año, mientras que Catalina se estaba alistando como si fuera para Colombiamoda; se hizo el blower, las uñas y se puso su mejor pinta, sin entender a dónde iba en realidad. Cogió un taxi que la llevó a la estación de policía más cercana, la estación Laureles, en Medellín. Ella entró, vio al coronel y le dijo “vengo a entregarme”. Él se rio y le respondió: “nadie la está buscando, váyase. Yo no voy a aceptar esa orden de captura”. El oficial policial llamó a la psicóloga, quien le hizo un par de preguntas a Catalina con las que se dio cuenta que estaba diciendo la verdad. 

El coronel la llevó a la Dirección de Investigación Criminal, más conocida como la DIJIN una dirección de la policía nacional de Colombia encargada de la investigación penal, sin creerle aún. Llegaron y entraron a una sala en la cual estaba el coronel y la autoridad encargada de la verificación, él le espetó “váyase que nadie la está buscando, hagamos de cuenta que esto no ha pasado”. Catalina, cansada de que nadie le creyera, les aseguró que ella sí había cometido un delito y que verificaran porque iba a pagar por eso; pasaron su cédula y sí, aparecía “código rojo, se busca por estafa agravada”. 

Catalina fue enviada de nuevo a la estación, allí siguió su proceso y a los 15 días la enviaron a la cárcel de máxima seguridad en Medellín, la cárcel el Pedregal, por haber cometido un fraude administrativo y un delito de estafa agravada. 

La rutina en la cárcel era la misma todos los días. A las 4:30 de la mañana se despertaba. Tenía que hacer una fila larga para bañarse; eran 6 duchas para 220 internas. “Nos daban el desayuno, era horrible: una arepa congelada y una agua de panela”. Catalina siempre fue proactiva y no podía quedarse sin hacer nada, entonces consiguió trabajo como profesora en la escuela que había para las internas. Eso le ayudó a despejarse y a combatir la depresión que estaba empezando a despertar en ella, pues solo cuando iba a la escuela podía ver el cielo, algo que antes hacía todos los días, pero que ahora era un privilegio. 

Día a día, Catalina, se fue ganando la confianza y el cariño de los guardias y de los directores de la prisión por su don de ayuda. Le hicieron un nombramiento especial por ser la interna con mayor influencia positiva dentro del sistema penitenciario y carcelario. Pasaron los años, tres para ser exactos y Catalina se resignó a tener la libertad condicional que había anhelado. Ya lo había intentado y se la habían negado en repetidas ocasiones. Hasta que un día, el menos pensado, su hermana la llamó y le dijo: 

Alístese que vamos a pasar a recogerla.

“Yo no lo podía creer, tenía sentimientos encontrados pero estaba feliz de volverme a ver con mi hija y mi familia”, expresó Catalina. Pasadas las 8 de la noche una guardiana se acercó a su celda y le explicó que ya podía irse para su casa. “Yo quedé paralizada, mis compañeras me empezaron a empujar y cuando bajaba las escaleras sentía que se me doblaban los pies”, indicó. Cuando salió, vio a su familia y les anunció: “esto ya terminó”. 

Aunque seguía vinculada al proceso, pudo recuperar parte de su libertad y de su vida antes de la cárcel. Lo que veía inalcanzable ahora era una realidad; estar de nuevo en su casa con Isabella, su hija. Poder dormir con cobijas sin sentir frío. Durar más de 5 minutos en el baño. Bañarse con agua caliente y tomarse su tiempo para ello. Poder deleitarse con la comida y apreciar lo que tanto extrañaba: ver el contraste del cielo azul con las montañas verdes. 

Los meses transcurrían como un abrir y cerrar de ojos, su libertad se iba acercando y ella creía que ese día no iba a llegar nunca, pero no fue así. En octubre del 2020 Catalina pudo decir “¡soy libre otra vez, ya pagué por el error que cometí!”.

Volver a la vida real, por más de que fuera un sueño cumplido, era un proceso difícil de llevar para Catalina. No todas las personas quieren darle la posibilidad a los pospenados de una segunda oportunidad y frente a estos estigmas conseguir trabajo era casi imposible. A raíz de esto, Johana Bahamon impulsó un proyecto de ley llamado “Ley de segundas oportunidades” el cual fue aprobado por los congresistas el pasado 17 de mayo, con el proposito de la darle una segunda oportunidad a la población pospenada e incentivar a las empresas de re-integrarlos en el campo laboral. Su prima, Luisa Fernanda Osorio, le recordaba siempre: “eres Catalina, no eres el delito, no eres tu pasado judicial; eres Catalina y el mundo te tiene que conocer por tu nombre”. 

Se sentía frustrada al ver cómo los demás creían de alguna u otra forma en ella, pero que ella todavía no lo podía hacer por completo. Lo más complejo: Tener los conocimientos y la experiencia, pero ¿de qué le servía si nadie le daba trabajo?

Catalina estaba sentada en su casa cuando le sonó el celular. Era su amiga Andrea Urrea, a quien había conocido en un evento que se realizó en la cárcel. Andrea fue voluntaria y ahí cruzaron una que otra palabra. Pero fue hasta que Catalina salió de la cárcel que se hicieron muy buenas amigas. Catalina contesta y sin más Andrea le cuenta que “están buscando una pospenada para que desfile en la colección te luce la libertad de la colaboración de People x Éxito de Johana Bahamon”.

De forma inmediata y sin pensarlo mucho, Catalina rechazó la propuesta. Ella prefería no exponerse y mantener un perfil bajo para pasar desapercibida después de lo que había pasado. “No puedes esconder más la cabeza, tienes que salir a empoderarte, ya le has pagado a la sociedad con cárcel. Hazlo en nombre de tus compañeras”, le recomendó Andrea. Catalina prometió considerar la propuesta. 

“No sabía qué hacer, tenía miedo e incertidumbre”, recuerda Catalina. Llamó a Luisa Fernanda, su prima y consejera de cabecera, y le contó. Luisa le repetía “tranquila, yo sé que da susto, pero en la vida se van abriendo oportunidades y caminos, solo tenemos que saber escoger”. Isabella, su hija, fue quién más la motivó a mitigar lo malo y dejar el miedo.

Dejó a un lado ese miedo, llamó a Andrea y le dijo que aceptaba. Un par de horas después, Nicolás Martínez, el director de comunicaciones de Fundación Interna, se contactó con Catalina y le expresó el deseo que tenían por que ella fuese la modelo y vocera de la colección. 

La prueba de maquillaje y vestuarios fue días antes de la presentación y el día del evento hubo un ensayo rápido. Colombiamoda fue en el Centro de Convenciones Plaza Mayor en Medellín. Cuando Catalina llegó, sintió que se traspasó de un mundo a otro, algo diferente de la realidad. Le olía a frescura y glamour, un olor que no se percibe comúnmente. 

“Todo pasó rápido. Cuando salí, vi a todas las personas; sentía que flotaba, yo no me la creía”, contaba Catalina. “Cuando fue mi turno de salir sentí susto, pocas cosas me dan pena, pero cuando me dieron la palmadita en la espalda y me dijeron «vas tú» sentí mucho susto. Los labios me temblaban y trataba de sonreír para no verme seria. Me concentré en ver la luz. A medida que caminaba, los nervios se iban y empecé a sentir que flotaba. Pensaba: pasé de una cárcel, de una celda fea, de una celda llena de mugre a estar en una pasarela. Yo veía la gente, la gente aplaudía y yo decía, ‘bueno, valió la pena, yo valgo la pena, esto me va a servir mucho’”. 

Ver a mi mamá ahí con los nervios, verla con la prenda que estaba luciendo ese día fue demasiado bonito. Fue como todo en la vida se puede hacer. Fue un momento muy ‘cool’, de decir: ¡uy, mírala dónde está! —expresó su hija. 

Lee También

Isabella volvió a encontrar a su mamá, a la que había perdido en el momento en que se fue a la cárcel. Catalina, tras pasar por el episodio más oscuro de su vida, también encontró su rumbo: “La puerta más grande que me abrió el desfile fue la de reencontrarme conmigo misma, y volver a sentir de qué estoy hecha, para qué estoy hecha, y volver a encontrarle un norte a mi vida. Porque como te digo, me apagué, pero esto me ha hecho decirme: no mijita, ya lo que pasó, pasó”, puntualizó. 

Por: Sofía Villa Cruz.

*Estas notas hacen parte de un acuerdo entre Pulzo y la Universidad de la Sabana para publicar los mejores contenidos de la facultad de Comunicación Social y Periodismo. La responsabilidad de los contenidos aquí publicados es exclusivamente de la Universidad de la Sabana.