Anwar Cárdenas tiene 43 años y lleva 38 de ellos en el mundo del patinaje. Ha hecho parte de la Selección Colombia como patinador y entrenador. Convirtió su pasión en su trabajo, y con él, ha cosechado un semillero de campeones mundiales.

Es ingeniero mecánico de profesión, pues su padre, Francisco Cárdenas, siempre insistió en que su hijo mayor debía tener una carrera universitaria, pero en la mente de Anwar la única carrera en la que le interesaba estar era en una dentro de la pista de patinaje. Se graduó de ingeniero por darle gusto a sus padres. Aunque es muy bueno con los números, siempre supo que se iba a dedicar al deporte dice Paula Kalvo, su hija y también entrenadora del Club Tequendama, la escuela de patinaje que fundó Anwar cuando todavía estaba en la universidad INCCA de Colombia.  

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En Bogotá, en la pista del Salitre comenzó a entrenar con unos amigos. Poco a poco, se fue pasando el voz a voz y más personas empezaron a llegar para aprender a patinar. Anwar no les cobraba, pues veía el enseñar como un pasatiempo. De hecho, todavía no entiende en qué momento cambió su rumbo de ser deportista, a formar deportistas. No tenía la paciencia necesaria para explicar el paso a paso de cómo patinar. A él lo que le gustaba era competir, amaba la sensación de libertad que sentía al estar sobre ruedas. No obstante, cuando empezó a ver que lo que hacía estaba dando resultados en Bogotá, se decantó por la enseñanza.

En 2009, estaba preparando a sus deportistas para el maratón de patinaje en línea de la ciudad de Nueva York que se llevaría a cabo ese año. Anwar recuerda cómo uno de sus patinadores, quien ya era parte de la Selección Colombia, lo retó a competir. Llevaba más de 2 años sin practicar, pero para demostrar que su época dorada aún no terminaba, aceptó el reto. Pasó la línea de meta en segundo lugar. Aquella medalla de plata fue su despedida perfecta y definitiva de su faceta como deportista; ahora estaba más seguro que nunca de que debía dedicarse cien por ciento a su Club.

En sus inicios le costó poder encontrar el equilibrio entre su temperamento y el cómo expresaba sus emociones. En una ocasión, con una patada, incluso llegó a romper la reja que separa a los espectadores de la pista de carreras. La impulsividad que lo caracterizaba salía a relucir en los momentos de tensión, aunque según cuenta Emiliana Portocarrero, patinadora de la categoría infantil en su Club, eso ya es un asunto del pasado. El entrenador nos ha enseñado que debemos ver la derrota como una oportunidad para mejorar. Yo en las competencias me enojaba con mis compañeras y entrenadores si no quedaba en el podio, hasta que él un día me dijo que con esas actitudes dañaban todo lo bonito que había logrado en la pista—.

Para el Club Tequendama los fines de semana son de competencia. Es un sábado soleado en Bogotá, donde se llevará a cabo un campeonato entre clubes de diferentes regiones del país en la categoría prejuvenil damas, en el Parque Recreo Deportivo El Salitre. Según la programación, empieza a las 9 de la mañana; sin embargo, desde las 7:30 se observa cómo las patinadoras van llegando a la pista. Llevan un morral en donde cargan su indumentaria (patines, casco, rodilleras, manoplas y coderas). Tienen 12 años y ya actúan como profesionales. Calientan y estiran con una rutina establecida. Las niñas de los demás equipos las miran con nerviosismo, saben que dentro y fuera de la pista, Tequendama siempre apunta a ganar.

En las gradas, los padres cuyas hijas tienen más experiencia en competencias, sostienen conversaciones en donde presumen los logros de ellas; mientras discretamente, con preguntas que parecen desinteresadas, obtienen información sobre quién podría ser la rival más fuerte. Una vez empiezan las carreras, los gritos se escuchan por todo el lugar. Dentro de la pista hay empujones, caídas y mucha velocidad. Las deportistas hacen caso omiso a los comentarios de quienes están en las gradas. Lo único importante es subir al podio.

Para Anwar, luego de una exitosa trayectoria como entrenador, llegó el reconocimiento que había anhelado. Fue llamado para ser director técnico de la Selección Colombia de mayores para el Mundial de Patinaje de Velocidad de 2021, que se celebró en Ibagué, la capital del Tolima. Por lo general, este es un proceso largo que requiere de atravesar varios filtros entre cientos de entrenadores que aspiran al puesto. No obstante, esta vez aquellos trámites no fueron necesarios con Anwar, pues los resultados hablaban por sí solos. Sus patinadores estaban dejando el nombre del Club Tequendama en lo más alto de cada competencia nacional e internacional. Tanto fue su éxito y reconocimiento, que países como Bolivia, Ecuador y Perú intentaron convencerlo para que trabajara con ellos, para intentar alcanzar a Colombia, que durante dos décadas se ha mantenido como la mayor potencia del patinaje de velocidad.

La emoción fue doble cuando se conoció que cinco de sus patinadoras también habían clasificado para ser parte de la Selección, como lo cuenta Sofía Ruíz, quien subió dos veces al podio y obtuvo una medalla de plata y una de oro, dándole el título de campeona mundial. El día que se definía si clasificaba a la Selección Colombia, cuando gané la prueba, lo primero que hice fue abrazar a Anwar. Él no es una persona muy sentimental, pero en ese momento lloramos juntos.  Me dijo que se sentía muy orgulloso, porque yo era la primera velocista del Club que lograba un puesto para el Mundial—.

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Anwar habla como un papá orgulloso de sus deportistas.  Ha sido elegido mejor entrenador del año en dos ocasiones. Sin embargo, cuando le pregunto sobre cuál es su logro más significativo, se alcanza a contemplar un brillo en sus ojos, a través de las gruesas gafas que pocas veces se quita. Sin dudarlo, dice que su mayor orgullo es Gabriela Rueda, una de las patinadoras que lleva con él desde que era una niña. Es campeona Olímpica, algo que hasta ahora ningún otro patinador de velocidad ha conseguido.

El patinaje le ha dado a él y su familia no solo una empresa, sino una pasión que viven fuera y dentro de la pista, la cual les ha permitido formar grandes deportistas. La ingeniería le ayudó a llevar las cuentas del Club que por tantos años dirigió y entrenó. Ya aprendió a delegar funciones, y desde sus padres, esposa e hijos cumplen un rol fundamental en la administración de Tequendama. ¿Cuál es la fórmula que los mantiene en lo más alto del podio? Se podría resumir en disciplina, exigencia, complicidad y respeto, valores que han inculcado en sus 21 años de labor profesional. Ahora, los más de 300 niños y jóvenes que entrenan allí se han convertido en su familia, una familia que no piensa abandonar por más ofertas de empleo que tenga en el extranjero.

Por: Juliana Copete Gordillo.

*Estas notas hacen parte de un acuerdo entre Pulzo y la Universidad de la Sabana para publicar los mejores contenidos de la facultad de Comunicación Social y Periodismo. La responsabilidad de los contenidos aquí publicados es exclusivamente de la Universidad de la Sabana.