“Mi amor por la aviación empezó desde muy pequeño. Mis papás nos llevaron a una finca en Madrid, Cundinamarca, que quedaba frente a Caman, la base aérea de ese pueblito. Ahí crecí y todos los días veía los aviones y los helicópteros pasar”, inicia relatando Óscar con notable entusiasmo.

Además de ser piloto, también quería ser militar. Recién se graduó del colegio intentó ingresar a la Fuerza Aérea, pero lo rechazaron porque no cumplía con la estatura requerida, 1,65 cm. Sin embargo, en 1975, un año después, se presentó al Ejército e inició su carrera como militar en el arma de ingenieros. 

En 1980 decidió hacer un curso de piloto comercial privado en la Escuela de Pilotos Ivieta, ubicada en Ibagué. “Como yo era militar activo, me tocaba volar los sábados y domingos porque entre semana no podía”, dijo mientras se frotaba las manos. “Hice ese curso ‘bajo cuerda’, y si debía prestar servicio el fin de semana, le pedía a algún compañero que me cubriera”.

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Luego de haber hecho un curso para piloto militar en el Ejército, se les informó a los recién graduados que no había más presupuesto para que siguieran volando esas aeronaves, pues no les pertenecían. A él lo trasladaron al batallón Guardia Presidencial, donde tomó la decisión de pedir licencia no remunerada y se fue a Estados Unidos. Allá homologó su licencia colombiana de piloto comercial con la de piloto americano. 

“Me desmotivaba que el Ejército Nacional no tuviera aviación. Solo tenía un avión que, en 1985, el Consejo Nacional de Estupefacientes le había decomisado a la mafia y se lo asignaron a la institución mientras investigaban el caso. Dependíamos de que la Fuerza Aérea nos prestara sus aeronaves porque no contábamos con unas propias”, relató renegando con la cabeza y en seguida añadió: “Yo lo que quería era volar. Eso se lo dije a mi comandante”. Y precisamente de su frustración, surgió su motivación. 

Óscar Rojas Romero.
Óscar Rojas Romero.

Al principio, el avión incautado era volado por civiles, pero como no tenían la experiencia suficiente, Rojas les sirvió de copiloto y los entrenó. Fue así hasta que, lamentablemente, en 1990, mientras Rojas hacía un curso para ascender al rango de mayor, el avión se accidentó con miembros de la FAC al mando cuando cumplían con un requerimiento del Ejército. Todos sus ocupantes fallecieron y la aeronave quedó destruida. 

Gustavo Tovar, coronel retirado y piloto de la Aviación del Ejército, quien conoce muy bien la historia de “su mayor Óscar Rojas”, como aún lo llama, cuenta: “Hubo otro avión que se había decomisado en Neiva meses atrás, casualmente por mi mayor Rojas, y duró mucho tiempo parqueado en Tolemaida. A raíz de ese accidente, y como no había ningún otro avión para el Ejército, lo volvieron a poner en marcha y Rojas se reactivó como piloto”.

Tras una breve pausa, continuó: “Mi mayor Óscar Rojas comenzó a traer gente, porque detrás de un avión hay todo un soporte logístico. Gente que le hace mantenimiento, gente que lo vuela y demás”. 

El coronel retirado, César Gómez, recuerda su hazaña con admiración. “Óscar le volaba al comandante del Ejército, lo cual fue una gran oportunidad para darle la idea de que formaran su propia aviación. Y bueno, logró convencerlo. Óscar fue el primer comandante del Destacamento Aéreo y quien organizó todo el proceso de adquirir más aviones incautados y, posteriormente, pedir los recursos que ayudarían a formar la unidad. Hizo una excelente labor”, afirmó. 

Poco a poco fue adquiriendo más aviones decomisados hasta tener 17. Tenían pilotos, copilotos y técnicos, quienes hicieron sus respectivos cursos y estaban capacitados. “Le pusimos ‘Destacamento Aéreo’ porque el grupo estaba conformado por civiles, técnicos y por oficiales de diferentes armas. Unos pertenecían a la de ingenieros, como yo, otros eran de artillería, otros de caballería”, comentó. 

Ahora bien, ya como comandante de esa unidad, su misión pasó a ser aún más importante. En 1993, se encargó de presentar un proyecto cuyo propósito era obtener la aprobación de un presupuesto con el cual pudieran comprar aeronaves y diseñar y construir la infraestructura adecuada para conformar la aviación. Pasaron dos años y estaba haciendo un curso para pasar de mayor a teniente coronel, pero al ver que no daban respuesta a su propuesta, se retiró de la institución en 1995. 

“Me retiré en el 95 y preciso a los tres meses aprobaron el presupuesto. Ya no había nada qué hacer, era un civil y no tenía ni mando ni voz en nada”, cuenta con nostalgia. “Luego de eso trabajé diez años más como piloto civil y me pensioné”.  

¿Por qué era tan importante que el Ejército contara con su propia aviación?

La aviación se creó con el fin de brindarle apoyo y seguridad aérea a las tropas terrestres, las cuales deben cumplir con sus operaciones y a las cuales, cuando no les prestaban las aeronaves, no podían ayudar.

Juan Carlos Rojas, coordinador de las operaciones de la división de asalto aéreo e hijo mayor de Rojas, relata: “Tenemos una división relativamente nueva: la unidad de mando más grande con todas las capacidades para brindar desde el entrenamiento y el mantenimiento, hasta la ejecución de las operaciones militares”.

Esta división tiene tres brigadas en su escalón inferior, cada una con su respectiva especialización: la brigada 25 de aviación, encargada de la capacitación para piloto y con 5 batallones de vuelo a su disposición; la brigada 32, responsable del mantenimiento de las aeronaves, compuesta por oficiales y suboficiales especializados en ello y cinco batallones, y la brigada 33, que se encarga de la parte operacional y cuenta con ocho batallones de movilidad y maniobra y uno de operaciones especiales. 

Se evidencia la gran evolución que ha tenido la aviación a través de los años y con todo lo que cuenta en el presente: brigadas, batallones, capacitaciones profesionales, etc. Esto, luego de empezar con tan solo un avión decomisado. Sin haber mencionado que, además de aviones, en este momento tienen cuatro helicópteros distintos entre los cuales se encuentra un UH-1H (Huey 2).

“La parte de aviación creció tanto, que se vio la obligación de meter las fuerzas especiales por la necesidad de hacer las operaciones. Ahora tenemos un personal cuya especialización no es el vuelo, sino las operaciones especiales y contamos con un componente llamado el CONAT, que es el Comando Contra el Narcotráfico y Amenazas Transnacionales”, finaliza Juan Carlos. 

“Hoy no es una unidad, es una división completa. Veo el crecimiento, la capacidad y las aeronaves que tienen ahora y veo cuánto han evolucionado. Me siento muy orgulloso de saber que fui ‘el papá’, el pionero y uno de los gestores de la aviación que actualmente está llena de gloria y es una de las más seguras y profesionales del mundo”, agrega Óscar. 

Óscar Andrés, el tercero de sus cuatro hijos, describe a su papá como una pieza fundamental para la creación de la Aviación del Ejército Nacional. “Mi papá es muy inteligente, honrado y trabajador”– afirma con seguridad –. “Considero que es muy interesante, y no lo digo porque sea mi papá, sino por todo lo que ha logrado en su vida y lo buen ser humano que es”. Asegura que su padre es un hombre de familia, que disfruta compartir con sus hijos y que hoy en día su pasatiempo favorito es manejar su Mercedes-Benz y disfrutar de la velocidad y de la adrenalina. 

A Rojas lo invade la felicidad de saber que fue él quien logró conformar la primera unidad del Destacamento Aéreo del Ejército, y que por más que en el decreto figure que la aviación moderna surgió en 1995, él sabe que comenzó diez años atrás cuando tomó las riendas y le dio el impulso necesario para hacerlo posible. 

Óscar Rojas Romero.
Óscar Rojas Romero.

Por: Ana Lucía Rodríguez Cañón.

*Estas notas hacen parte de un acuerdo entre Pulzo y la Universidad de la Sabana para publicar los mejores contenidos de la facultad de Comunicación Social y Periodismo. La responsabilidad de los contenidos aquí publicados es exclusivamente de la Universidad de la Sabana.