Red de pódcast LocutorCo, especializada en tecnología, ciencia y entretenimiento. Con los siguientes títulos pódcast: - El Siglo 21 es Hoy - Flash Diario - Lecturas Misteriosas - EntreVistas
Los océanos esconden un espectáculo invisible: remolinos de clorofila y parches turquesa que brillan por miles de millones de seres microscópicos
Los satélites de la misión PACE de la NASA han revelado desde Noruega hasta Australia cómo diminutos organismos, llamados fitoplancton, pintan el mar de verde, azul y turquesa.
Los mares del planeta parecen tranquilos a simple vista. Pero desde el espacio, los satélites muestran algo diferente: patrones de remolinos verdes y manchas brillantes que en realidad son comunidades enteras de fitoplancton. Estos organismos son diminutos, pero fundamentales para la vida en la Tierra. Producen oxígeno, alimentan la cadena trófica marina y hasta ayudan a regular el clima. La NASA, con la misión PACE y su instrumento OCI, ha logrado imágenes de colores que nos cuentan qué pasa en la superficie del mar. ¿Cómo pueden unos seres tan pequeños transformar tanto nuestro planeta?




Lo que parece arte marino, en realidad es supervivencia
El fitoplancton es como un ejército microscópico que flota en el océano. Cada célula contiene clorofila, el pigmento verde que usan para hacer fotosíntesis, igual que las plantas en tierra firme. Al absorber luz solar, producen oxígeno y alimento. Las cámaras del satélite PACE detectan las diferencias de color en el mar: verde cuando hay más fitoplancton y azul profundo cuando hay menos. Esto no es solo una postal bonita; son indicadores de cuánta vida hay en un área y qué tan sano está el ecosistema. Sin estas imágenes, sería casi imposible entender lo que ocurre en mares tan lejanos y difíciles de visitar.
El gran reto es que no todos los fitoplancton son iguales. Algunos, como los cocolitóforos, tienen placas blancas de carbonato de calcio que reflejan la luz y crean tonos turquesa visibles desde el espacio. Otros, como las diatomeas, tienen esqueletos de sílice que también reflejan la luz, pero de forma distinta. Durante décadas, los satélites confundieron estas señales. Muchas veces se pensaba que un brillo era producto de cocolitóforos, cuando en realidad eran diatomeas en aguas heladas del océano Antártico. Esta confusión afecta la manera como calculamos cuánto carbono capturan los océanos y cómo se regula el clima mundial. Resolverlo es clave para entender nuestro futuro.
Los nuevos instrumentos de la misión PACE han mejorado la observación. Ahora podemos separar “quién está” en el mar y no solo cuántos hay. Esto permite distinguir entre diatomeas, cocolitóforos u otros tipos de fitoplancton. En Australia, por ejemplo, un bloom turquesa reciente atrajo hasta 80 ballenas azules que se alimentan del kril dependiente del fitoplancton. En Noruega, los remolinos mostrados por PACE dejan ver ecosistemas aislados que se forman dentro de cada corriente marina. Al final, estos hallazgos nos enseñan que el mar no es uniforme; es un mosaico en movimiento donde miles de especies luchan y colaboran para mantener el equilibrio.
Antes de la era satelital, el estudio de los océanos era limitado. El científico Walter Munk lo describió como “un siglo de submuestreo”. Desde 1997, con el satélite SeaWiFS, comenzó un registro continuo de color oceánico que ha cambiado nuestra comprensión del mar. Hoy sabemos que el fitoplancton produce hasta el 50 % del oxígeno que respiramos y que regula el clima al capturar dióxido de carbono. El brillo turquesa de los mares no es solo un espectáculo estético: es una señal vital de que el planeta respira y mantiene su equilibrio. Cada parche de color en el mar es un mensaje de la vida microscópica que sostiene a peces, ballenas y a nosotros mismos.
Los mares brillan porque millones de seres diminutos trabajan sin descanso. Desde satélites, vemos su belleza y su poder ecológico. Sigue aprendiendo…
* Pulzo.com se escribe con Z