Absortos quedaron los capitalinos al conocer la decisión de un honorable juez de la República que rechazó las pretensiones del Distrito contra el Grupo Nule. El gobierno capitalino a través del Instituto de Desarrollo Urbano –IDU– reclamaba una cifra superior a los $235.000 millones por los perjuicios que sufrió la ciudad ante la corrupción del carrusel de contratos que se presentó en las obras de la calle 26 y la carrera 10.

El juez 36 penal del circuito de Bogotá en su fallo expresó que la parte demandante no logró demostrar, ni cuantificar, los perjuicios causados por lo que todo quedaba en meros supuestos. Error procesal que deja en el limbo el mayor detrimento patrimonial del erario que sucumbió en el caos a la Capital de la República.

Si bien el IDU, con acompañamiento de la Procuraduría, apeló la decisión del juez, quedan en el ambiente serias incógnitas ¿De quién es la responsabilidad de las acciones y argumentos presentados en este proceso? ¿Fue una decisión de la administración del momento? Se cuestiona fuertemente el que, como señala la providencia, se omitiera “demostrar la relación de causalidad entre los delitos por los cuales se emitió condena y los daños ocasionados”.

Traspié jurídico que se sumó a la ratificación del fallo, del juzgado 49 de Bogotá, que ordena al IDU suspender la licitación y construcción de Transmilenio por la séptima. Decisión que una vez más impacta el erario, en esta oportunidad se reseñan $29 mil millones invertidos y los $500.000 millones que perderá la ciudad en predios adquiridos, diseños y demandas que se avecinan.

OPINION

Andrés Barrios Rubio

Oneroso costo de la gobernabilidad

Adversidades de la administración Peñalosa que se suman al detrimento que se genera con los 275 camiones de basura, comprados en la alcaldía de Gustavo Petro, que costaron $76.000 millones y ahora solo se podrán recuperar como máximo $5.000 millones dado que 137 vehículos están deteriorados y deberán ser chatarrizados. Pequeños ejemplos de las pésimas administraciones que han acompañado en las dos últimas décadas a la Capital, impactos a las arcas públicas que mucho servirían a las necesidades sociales, la educación, las vías y el transporte público, entre otros.

Por el Palacio de Lievano han pasado burgomaestres de derecha, centro e izquierda; figuras populistas de turno que prometen solucionar los problemas que deja su antecesor y dicen tener la fórmula para ubicar a Bogotá como una ciudad referente en el mundo. La ruta empezó hace 20 años con Enrique Peñalosa (1998–2001) que llegaba a la Alcaldía tras un mandato excéntrico de Antanas Mockus que impuso la cultura ciudadana, nueva forma de hacer política. El primer mandato de Peñalosa aprovechó unas finanzas saneadas por su antecesor, realizó diversas obras de cara al siglo XXI y trajo a Bogotá Transmilenio, las famosas controversias de las lozas que conllevaron al proceso Cemex.

Cuestionadas inversiones políticas que favorecían más a unos sectores que a otros, retornaron al poder a Antanas Mockus (2001 – 2003). Espacio de continuidad que tuvieron más un afán de protagonismo personal que de administración colectiva, instancia en la que el mandatario capitalino prefirió incumplir su compromiso con el electorado, y luchar por la Presidencia, abandonando el Palacio de Lievano antes de culminar su periodo. Insatisfacción de clases que conduce a una hegemonía de izquierda en el segundo cargo de importancia en el país.

Luís Eduardo Garzón (2004–2007) tuvo una fuerte apuesta social en su mandato, mirada diametralmente opuesta a la de sus antecesores. Inversión sectorizada que implicó fuertes contribuciones de los capitalinos y la desatención de problemas prioritarios de movilidad, espacio público, vivienda y residuos. Cuestionados procesos de construcción, cuidados del medio ambiente y favorecimientos al sector sindical de las entidades públicas de la ciudad. Administración que culmina con serias disputas entre los sectores de izquierda que vuelven al Palacio de Lievano con Samuel Moreno Rojas (2008–2011).

OPINION

Andrés Barrios Rubio

Del Sagrado Corazón a la santa corrupción

Moreno Rojas gana la Alcaldía con una alta votación y grandes expectativas por parte del electorado. Su mandato es el más cuestionado y criticado de estas dos décadas, fue salpicado por el escándalo de la contratación y con el paso de los años fue condenado por apropiación de dineros, celebración indebida de contratos y cohecho. Situación que no le permitió culminar el periodo para el cual fue elegido, interinidad de burgomaestres que acompañaron nuevas elecciones y el triunfo de Gustavo Petro (2012–2015).

La zozobra capitalina pedía una administración que recuperara la gobernabilidad. Gustavo Petro como burgomaestre tuvo una importante apuesta social y cultural, pero contrastó con problemas de seguridad, restitución del espacio público, el manejo de las basuras y un enfrentamiento recalcitrante con la clase alta. Hechos que tuvieron convergencia con una revocatoria del mandato que desgastó un gobierno local, acciones que nuevamente conllevaron a un caos institucional y condujo a Bogotá a una política testaruda de imponer obras y acciones sobre las necesidades del entramado social de la ciudad.

Dos décadas de cuestionamientos, enfrentamientos y disputas entre amigos y contradictores políticos, priorización de intereses personales y partidistas que rezagan a la capital. Bogotá, que crece en ciudadanos día a día, no responde en infraestructura, estrategias políticas e inversión social a las necesidades de una población ávida de un mandatario que rescate a la ciudad. Todo parece señalar que los capitalinos no tienen memoria y están condenados a repetir su historia, seguir bajo la polarización de la administración local y la ausencia de propuestas interesantes e innovadoras.

En el partido político para las elecciones de octubre de 2019 se encuentran Claudia López, Ángela Garzón, Miguel Uribe, Celio Nieves, Hollman Morris, Jorge Rojas, Luís Eduardo Garzón, María Andrea Nieto, y próximo a entrar en competencia Carlos Fernando Galán. Candidatos que una vez más fijan su agenda de campaña en una apuesta por retomar la transformación desde la educación y la cultura ciudadana, enfrentar la percepción de inseguridad, ahondar en las discusiones medioambientales, atacar la corrupción y mantener la controversia de la movilidad con el metro, el Transmilenio y el pico y placa.

Gobierno sin Concejo o con un apoyo mínimo que obstaculiza el flujo de los proyectos de la administración. Polarización que sigue acrecentando las visiones extremas de una ciudad. Los mismos con las mismas. Escenario que llama a los bogotanos a confrontar a los candidatos, pensar profundamente su voto y apostar por una transformación que cambie la cara a una capital que está lejos de ponerse al frente de los retos que le impone el siglo XXI.

No podemos seguir lanzando al viento la pregunta ¿quién tuvo la culpa? La respuesta es sencilla, los bogotanos que con su voto han llevado al Palacio de Lievano a los ilustres mandatarios que tienen a la ciudad con un retraso de más de 20 años en todos los aspectos. El cambio está en las manos de cada uno, en la decisión que tomarán en el mes de octubre y que regirá los destinos de los capitalinos en el próximo periodo. Es hora de poner fin a la polarización, detrimento patrimonial, conflicto de intereses; es momento de rescatar a la ciudad de todos y que Bogotá se constituya en la Atenas Suramericana que tanto han prometido.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.