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El reciente caso judicial presentado en Manizales no sólo expone un incidente puntual de violencia de género y acoso en el ámbito de una relación de pareja, sino que revela además una problemática mucho más profunda y extendida dentro de la sociedad colombiana. El suceso parte de una agresión cometida por un hombre contra su expareja y la nueva pareja de ella, incidente que sucedió precisamente en el establecimiento educativo donde estudia la hija que ambos comparten. Además de las agresiones físicas, la persistente vigilancia ejercida por el acusado incrementó el riesgo y la vulnerabilidad tanto para la víctima como para su entorno familiar. Por este motivo, el juez encargado del caso optó por ordenar inmediatamente la aprehensión del procesado a pesar de que, de inicio, tenía derecho a llevar el proceso en libertad, priorizando la protección de las personas afectadas, según consta en la información original del caso.
Este episodio se enmarca dentro de un contexto nacional de aumento sostenido en casos de violencia intrafamiliar y de género. El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Colombia ha reportado, en su Observatorio de Violencia de 2024, un crecimiento alarmante en las denuncias por violencia contra la mujer durante los últimos diez años, lo que subraya el impacto negativo que estas situaciones tienen tanto en la salud física como mental de las víctimas. A menudo, estos delitos implican conductas de control, persecución y acoso, manifestaciones que agravan el clima de miedo y ponen en peligro la integridad de los afectados y sus allegados.
Desde una perspectiva jurídica, la decisión del juez de imponer medidas cautelares responde a una tendencia observada en el país: poner mayor énfasis en la seguridad de la víctima a través de acciones preventivas, como la prisión provisional del agresor. Human Rights Watch, en su informe de 2023, ha resaltado la importancia crucial de estas decisiones judiciales para evitar la repetición de hechos violentos y reducir la impunidad que tantas veces caracteriza a los sistemas judiciales en América Latina.
La historia de "Gallina", un joven de 21 años que accedió a una salida judicial tras agredir a su pareja, añade otra dimensión a este fenómeno. Tras ser beneficiado con el principio de oportunidad, Gallina se disculpó públicamente y asumió el compromiso de no reincidir. Más allá del castigo legal, la situación evidenció también necesidades emocionales y de reintegración familiar, especialmente en hogares con hijos que presentan trastornos como la hiperactividad. Psicólogos consultados por El Espectador en 2024 han insistido en la urgencia de intervenciones psicosociales focalizadas para interrumpir el ciclo de la violencia y fortalecer la recuperación familiar.




La existencia de leyes como la Ley 1257 de 2008 da cuenta de los esfuerzos institucionales por abordar la violencia contra la mujer en Colombia, proponiendo acciones integrales de prevención, atención y protección. Sin embargo, el acceso efectivo a estos mecanismos sigue siendo un reto, como advierte el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en su informe de 2023. Es por ello que se hace evidente la urgencia de medidas coordinadas que unan el trabajo del poder judicial, los servicios sociales y el activismo público para garantizar la seguridad y el respeto a los derechos fundamentales de las víctimas.
¿Qué es el principio de oportunidad en el ámbito judicial colombiano?
El principio de oportunidad es un mecanismo contemplado en la legislación de Colombia que permite a la Fiscalía suspender, interrumpir o renunciar al ejercicio de la acción penal en determinados casos, por razones de interés público o cuando se cumplen ciertos requisitos. Su aplicación resulta significativa en contextos de violencia intrafamiliar, pues abre la puerta a fórmulas alternativas de solución, como planes de reparación o compromiso de no repetición, siempre bajo supervisión judicial y con prioridad en la protección de la víctima. Sin embargo, la pertinencia y efectividad de este principio continúan siendo objeto de debate a la luz de la reincidencia y la prevención del daño.
¿Cuál es el papel de las medidas cautelares en la protección de víctimas de violencia de género?
Las medidas cautelares, como la prisión preventiva del presunto agresor, buscan asegurar la integridad y la seguridad de las víctimas mientras se desarrolla el proceso judicial. Según reportes de Human Rights Watch y el Observatorio de Violencia de Medicina Legal, su implementación oportuna y efectiva es fundamental para prevenir nuevos actos violentos y contribuir a romper el ciclo de impunidad. Estas acciones, sin embargo, deben ir acompañadas de políticas integrales de apoyo, asistencia psicológica y acceso a la justicia para alcanzar una protección real y sostenible de las personas afectadas.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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