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Escrito por:  Fredy Moreno
Editor jefe     Mar 7, 2024 - 8:33 am

Una de las mayores fortalezas de la acción política del presidente Gustavo Petro han sido las calles. Convocar a la ciudadanía a manifestarse de esa forma lo viene haciendo desde cuando fue alcalde de Bogotá. Y ahora como mandatario lo ha repetido, aunque no con el mismo éxito que antes. Por el contrario, ha provocado que en ese mismo escenario en el que es fuerte, sus opositores crezcan y le demuestren que las calles se las pueden tomar quienes no estén de acuerdo con su Gobierno.

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La más reciente manifestación que convocó Petro, junto con algunos sindicatos, fue la de hace un mes, a comienzos de febrero, por la que, en Bogotá, salieron unas 20.000 personas para respaldar su Gobierno y pedir celeridad a la Corte Suprema de Justicia en la elección de fiscal general. Esta manifestación tuvo un feo colofón que fue el asedio que sufrió el Palacio de Justicia, por el que los magistrados de la Corte y muchos trabajadores de la rama judicial vieron limitada su movilidad.

Tanto esa como otras marchas anteriores a favor de Petro han tenido un común denominador que ha sido objeto de críticas: la movilización de los trabajadores del Estado, y aun de los estudiantes del Sena, para darles cuerpo y volumen a las marchas. Ellos han sido sumados a los leales seguidores del mandatario que, en todo caso, y de manera legítima, buscan demostrar su apoyo a las iniciativas de cambio del jede de Estado.

Y es que las calles, escenario de lo que se denomina la democracia directa (a diferencia de la representativa a cargo de los legisladores en el Congreso de la República), tienen el poderoso efecto visual de mostrar grandes masas a favor o en contra de algo. Una manifestación es como un monstruo de mil cabezas que mete miedo a quien se le opone o infunde valor a quienes lo integran. Es, en últimas, una clara manifestación de fuerza (política).

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El termómetro para medir esa fuerza es la emblemática Plaza de Bolívar de Bogotá, en torno a la cual están los tres poderes públicos: el Congreso, el Palacio de Justicia y la Presidencia de la República. Ese escenario, con capacidad para unas 45.000 personas, lo han llenado, claro, las manifestaciones a favor de Petro (con funcionarios y estudiantes incluidos), pero también lo está llenando la oposición, como este miércoles.

Pero manifestaciones contra el presidente Petro y sus iniciativas también hubo en otras ciudades como Medellín, Barranquilla, Cali y Bucaramanga. En todas ellas, como en Bogotá, se oyó el grito que viene haciendo carrera desde cuando se escuchó en un estadio por primera vez: “¡Fuera, Petro!”. Las manifestaciones tuvieron aderezos como banderas de Colombia y de Israel (claro símbolo de protesta por la postura de Petro frente al conflicto que desató Hamás con Israel) y afiches alusivos a líderes de derecha como el expresidente estadounidense Donald Trump; el mandatario de Argentina, Javier Milei; y el del Salvador, Nayib Bukele.

¿Qué dijo Gustavo Petro de las manifestaciones en su contra?

Según datos de la Policía, este miércoles salieron 50.000 personas a protestar contra el presidente Petro, entre las que se contaron los transportadores, molestos con el aumento del precio del ACPM anunciado por el presidente de Ecopetrol. Ese tipo de descontentos populares también vine siendo capitalizado por la oposición.

Como es habitual, el presiente Petro tuvo unas palabras sobre las marchas. “Hoy tenemos manifestaciones que no quieren cambiar el país. Está bien”, dijo durante la posesión del nuevo director del Departamento Nacional de Planeación, pero, por la manera como golpeaba su mano izquierda con el lápiz que habitualmente usa en la derecha en sus alocuciones, pareciera que no todo estaba bien.

“Siempre habrá fuerzas que saliendo de los privilegios no quieren perderlos. Pero las fuerzas volcánicas de la sociedad colombiana indudablemente quieren una transformación de Colombia, porque no se vive bien”, concluyó, y la figura retórica que empleó dejó pensando a muchos: ¿“fuerzas volcánicas”? Si es por el tamaño de las manifestaciones, quizá la oposición también clasifique en esa impetuosa categoría.

Y si es por las aspiraciones de la sociedad colombiana, así como es claro que muchas personas aprueban los cambios que plantea el presidente Petro, hay otras tantas que no están de acuerdo. Solo hay que recordar que el mandatario obtuvo en la segunda y definitiva vuelta de las elecciones 11’291.986 votos. Lo hizo con promesas que convencieron a sus fieles seguidores, que no eran, y eso hay que tenerlo en cuenta, el total de colombianos que votaron por él.

Ese millonario grupo de electores estuvo conformado en buena medida por quienes votaron por Petro no por ser petristas, sino para evitar el triunfo de Rodolfo Hernández. Contra Petro también votaron los 10’604.337 colombianos que dieron su voto al ingeniero populista de derecha, no porque creyeran en sus promesas, sino para evitar el ascenso del líder de izquierda.

Así que no todo el país creía en los ofrecimientos de Petro (incluso no los conocía), pero a la postre debió aceptarlos porque el candidato del Pacto Histórico ganó y se entiende que por encima de todo deben prevalecer y ser acatadas las reglas de la democracia.

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